Cómo ser inmune a cualquier refutación
«La conciencia le traiciona. Si Sánchez realmente se creyera lo que nos dice, no buscaría aderezar sus contradicciones con palabrería hueca y biensonante»
A veces recordamos lecturas ya antiguas, pero que nos arrastran al presente sin demasiada dificultad. Estos días he necesitado evocar el genial cuento Gelsomino en el país de los mentirosos del italiano Gianni Rodari (en España lo ha editado con sumo cuidado Kalandraka acompañado de acuarelas del artista Pablo Otero). La narración es sencilla y desbordante en imaginación. Aunque se trata de un cuento infantil, remite constantemente al oscuro tiempo del fascismo italiano en los adultos que se acercan a él. Un peligroso pirata llamado Giacomone se convierte en monarca y consigue que sus hombres más leales formen parte del gobierno del reino. El problema es su pasado, repleto de delitos, que podría acabar con su poder de conocerse. Así que decide que se debe cambiar la lengua que hablan sus nuevos súbditos. Desde ese momento, la palabra pirata se trastoca en caballero, los días se saludan con exclamaciones que celebraban las noches, la carne se adquiriría en la panadería, las rosas se transmutan en zanahorias, se obliga a felicitarse por el buen tiempo en un día lluvioso y los gatos se conforman con ladrar.
Podía parecer absurdo, pero había que cumplir con estas nuevas normas. Todo aquel que no lo hiciera sería castigado con dureza. Al final, hubo un grupo irredento que se negó a dejar el antiguo vocabulario. Las personas que lo componían acabaron siendo apartadas de la vida en sociedad con un diagnóstico de locura. Como pueden comprender, el manicomio se transformó en un espacio habitado por cada vez más gente. En esta historia surge entonces el niño Gelsomino, quien tiene una voz tan poderosa y destructora, que recala en el reino huyendo de la mala fama que ha alcanzado en su ciudad natal. No entiende nada de lo que sucede. Cuando dos amigas son encerradas en el manicomio canta para liberarlas. La potencia de su voz hace que hasta el palacio se destruya. El rey pirata debe huir y los habitantes del lugar son redimidos de ese régimen de mentira que les había transformado.
«En el horizonte del candidato propuesto hay una única vía: seguir en el poder cueste lo que cueste»
Necesitamos con un urgencia un Gelsomino dentro del socialismo patrio para que alce la voz frente a los desmanes discursivos de cuadro de mandos. Y necesitamos que sea alguien en activo, que sea capaz de cumplir lo que sus palabras inician a pesar de las posibles consecuencias, y no jarrones chinos que poco cuentan ya en las decisiones del partido. Hace cuatro meses Carlos Alsina le espetó en una entrevista a Pedro Sánchez aquel «¿por qué nos ha mentido tanto a los españoles?». Ese cuestionamiento indignó mucho a la militancia, tanto interna como externa, del Partido Socialista e, incluso, a la contraparte del Gobierno progresista.
¿Cómo se atrevía Alsina a hacer eso? Ganas de llamar la atención, paraperiodismo, responsable de soflamas mañaneras e inquina… De todo le cayó al presentador radiofónico. El propio Sánchez nos intentó convencer de que nunca ha mentido y que solamente trabaja por y para España. Aunque tenga que tomar decisiones complejas por la gobernabilidad del país. El problema es que, por el camino, ha dejado su palabra por los suelos. La conciencia le traiciona. Si realmente se creyera lo que nos dice, no buscaría aderezar sus contradicciones con palabrería hueca y biensonante.
Dentro de unos 15 años tendremos una serie en alguna de las plataformas de streaming para contarnos esta historia y quien hoy aplaude estos cambios de parecer, se preguntarán sobre cómo pudo suceder esta compra y venta sin parangón delante de nuestros ojos. La justificación será inculpar a la derecha por no haberlo sabido parar. Ya no somos inocentes en este juego. En el horizonte del candidato propuesto hay una única vía: seguir en el poder cueste lo que cueste. Si a cada paso se va minando el Estado de derecho, peor para el Estado de derecho. Por un supuesto progreso, Sánchez es para sus partisanos inmune a cualquier refutación. Probablemente eso tuviera un nombre cuando se lo achacábamos a Donald Trump y compañía.