El heteropatriarcado estructural e histórico
«He llamado al CEO del heteropatriarcado que, pese a sus reticencias iniciales, ha accedido a darme una entrevista en exclusiva»
Ha caído en mis manos un ejemplar de El varón domado, de Esther Vilar, reeditado por Deusto con motivo del cincuenta aniversario de su publicación. Y me lo estoy pasando pipa. Es un ensayo divertidísimo, agudo, ingenioso y mordaz. Toda mi admiración para una autora que logró, con este ensayo, poner de acuerdo a (casi) todas las mujeres, conservadoras y liberales, feministas y no tanto, de derechas y de izquierdas. En su contra, claro. Eso no lo ha conseguido ni Zara en rebajas. Pero tengo un reproche que hacerle: invisibiliza al heteropatriarcado estructural e histórico. Y como creo que le falta esa visión, he llamado al CEO que, pese a sus reticencias iniciales, ha accedido a darme una entrevista en exclusiva.
PREGUNTA.- Muchísimas gracias por concederme esta entrevista.
RESPUESTA.- De nada, de nada.
P.- ¿Por qué razón han decidido hablar ahora, después de tanto tiempo guardando silencio?
R.- Es que estamos muy nerviosos, porque vemos que estamos perdiendo privilegios, y nos resistimos. Pero ha llegado el momento de dar nuestra versión, así que nos hemos reunido en asamblea general y hemos acordado dar esta única entrevista. Queremos que a nosotros también se nos escuche.
P.- Yo pensaba que el heteropatriarcado era una especie de orden sociopolítico por el cual el hombre ha desempeñado unos roles determinados mientras la mujer desempeñaba otros, y esta se ha visto obligada a reivindicar espacios de igualdad. Pero estaba convencida de que era una evolución lógica, una conquista de derechos y un signo de madurez social. Que juntos, hombres y mujeres, hemos avanzado, detectando y corrigiendo injusticias. No pensaba que se trataba de una organización dedicada a ningunear concienzudamente a la mujer, a relegarla a un espacio mínimo alejado de la esfera pública.
R.- No, no, te equivocas. Nosotros somos una organización. Como la Cienciología. Como los masones. Bebemos de la tradición de fenómenos como el racismo, el antisemitismo o la homofobia. La misoginia es nuestra bandera y nuestro credo. Nosotros odiamos a la mujer por el mero hecho de serlo. La consideramos inferior y sostenemos que somos dueños de sus cuerpos. Que nosotros merecemos unos privilegios solo por ser hombres. Y hasta ahora nos estaba saliendo bien.
P.- Ostras, qué miedo.
R.- Qué va, tontita. Si está todo pensado para que no os deis cuenta, porque en el fondo os necesitamos. Tú misma eres un ejemplo perfecto de alienación. Piensas que eras igual que nosotros, ¿a qué sí? Eres de las que se conforma con nuestras sobras y está convencida de que existe una igualdad real. Que los hombres también tenemos problemas y que vosotras, en occidente, estáis muy bien. Y te equivocas otra vez.
P.- Pero entonces se trata de un orden social pensado, calculado, diseñado e implantado.
R.- No damos puntada sin hilo. El manspreading, por ejemplo. Parece algo casual ¿verdad? Te equivocas de nuevo. Hubo una reunión del consejo de dirección, porque necesitábamos manifestar nuestro odio a las mujeres, el desprecio que sentimos por vosotras. Y necesitábamos, además, que quedase claro que el espacio público es nuestro. Así que hicimos un brainstorming y decidimos que espatarrarse en los transportes públicos era perfecto. Es sutil pero ofensivo. Parece hasta un gesto fortuito y espontáneo. Es jodidamente brillante. Había otras propuestas, algunas buenísimas, pero al final se votó y salió eso. Que somos mala gente, pero democráticos.
P.- ¿Y los piropos? A mí me molestan especialmente, pero siempre había pensado que, bueno, un señor con un trabajo pesado, a la intemperie, aburrido como una ostra… En fin, pues si le grita «guapa» a alguien pues tampoco es para tanto. No creo que lo haga con maldad. Pensará incluso que es halagador. Yo le puedo gritar «gilipollas» y tan amigos.
R.- Error. ¿Ves como sois tontas? Tenemos una división especial encargada solo de los micromachismos. Son superimportantes para nosotros porque pasan desapercibidos pero calan, minan la autoestima femenina. Son fundamentales en nuestras actividades. Tenemos hasta talleres. Justo ahora tenemos uno para camareros en el que se les instruye en el arte de servir los refrescos a las señoras y entregar la cuenta a los hombres. Son estrategias y maniobras muy pensadas. Lo malo es que ahora unas cuantas mujeres se han dado cuenta y nos lo están poniendo verdaderamente difícil. Nos vemos obligados a ser más sofisticados. Por ejemplo, ahora estamos con los micromachismos encubiertos, como abrir la puerta del coche a la mujer o cederle el paso. Parece cortesía, pero no: te la abro porque tú, como mujer, no sabes hacerlo bien. Y te dejo pasar primero para verte el culo.
P.- No me lo puedo creer. No puede estar todo tan minuciosamente calculado.
R.- ¿Ves? Si es que es brillante. El mejor truco del diablo fue convencer al mundo de que no existía.
P.- Perdone, pero esa frase no es suya, es de Sospechosos habituales.
R.- Pues claro ¿Y quién la dice? Kevin Spacey. Acosador. Que es que hay que explicártelo todo, mujer. (Señala detrás de su escritorio. En la pared hay cuatro retratos enormes de Kevin Spacey, Woody Allen, Harvey Weinstein y Rubiales). La Cienciología tiene a Tom Cruise y a Travolta y nosotros los tenemos a ellos. No sabes la de solicitudes de ingreso que recibimos.
P.- ¿Y ahora, con este nuevo feminismo?
R.- Ahora, pues estamos nerviosos, como te digo. El heteropatriarcado está nervioso. Puedes ponerlo ahí bien clarito. Estamos muy nerviosos porque tememos perder nuestros privilegios. El #MeToo ya nos hizo mucho daño. Todo son quejas desde entonces. Mira lo de las jugadoras de fútbol y lo de las redacciones de periódicos. Todas quejándose de que si les han dado un beso, que si era mi novio pero ahora me arrepiento, que si me mandó un mensaje y me dijo si tomábamos algo. Eso ha pasado siempre. Y nadie decía nada.
P.- ¿Y qué piensan hacer?
R.- Pues buscar a mujeres que nos hagan el trabajo sucio. Aún hay alguna tonta alienada, como tú, y las utilizamos para que se peleen ellas por nosotros. Mientras las otras gritan y nos señalan, porque lo han entendido todo y ya saben la verdad, vosotras os empeñáis en razonar, en matizar, en intentar comprender, en contemplar todos los puntos de vista. Es que sois tontísimas. ¿Ves como tenemos razones para odiaros? ¿Cómo vais a ocupar puestos de responsabilidad? No podéis. No estáis capacitadas.
P.- Entonces lo de que el matrimonio y la prostitución son fórmulas del heteropatriarcado para ordenar el acceso del hombre al cuerpo de la mujer es verdad…
R.- La puritita verdad. Hace ya tiempo que nos venimos viendo obligados a daros pequeñas migajas para teneros contentas. Algunas sois más fáciles de convencer. Pero hay otras que las pillan al vuelo y nos tuvimos que inventar algo para convenceros de que vosotras también queréis sexo. Que hasta os gusta. Así que inventamos el amor romántico y ya luego lo perfeccionamos con el matrimonio. Es bueno ¿eh? Ja, ja, ja. Lo de la prostitución fue la bomba. Fue jugar a ser dioses. Y coló. Vaya si coló. Algunas hasta piensan que lo hacen porque quieren.
P.- Me da usted asco.
R.- Estoy empezando a darme asco hasta yo. Por eso no damos nunca entrevistas.