MyTO

Por qué Franco murió en la cama

«Es una desgracia para este país sumiso un Fernando VII, un Franco o un Sánchez. No hay una sociedad crítica que tumbe las aberraciones de un líder irresponsable»

Opinión

Ilustración de Alejandra Svriz.

Hace tiempo que el problema dejó de ser Sánchez. El problema es la sumisión española: esa obediencia cerril y mansa de los suyos, haga lo que haga; espolvoreada por una nubecilla de decorativos misceláneos (hablo de la prensa) que cada semana encuentran un amenísimo tema del que escribir que no sea Sánchez. Han pasado unos fabulosos meses estilísticos, ejercicios de dedos para nada. También el barroco se desarrolló así, con el cierre de la Contrarreforma. Y así también los juegos florales de los poetas y columnistas del franquismo.

Sánchez, al fin y al cabo, ha resultado ser de una honestidad brutal, como Puigdemont: ha ido a lo suyo y solo a lo suyo hasta conseguir lo suyo, a costa de todo lo demás y de la destrucción en torno. Una destrucción fina, como aquella que se decía de la bomba de neutrones: todos muertos, todos zombis, pero con los edificios en pie. No se ha roto España, solo ha sido (ahora sí) vaciada: vaciada de conversación pública, de vida civil. Estamos en la célebre paz de los cementerios, y si algún muerto se resiste es fascista. El fascismo es desentonar.

Por eso murió Franco en la cama, por lo que estamos viendo. En estos inolvidables meses, los autodenominados antifranquistas que han erigido a Sánchez como su Franco particular (un Franco alto y guapo, desenvuelto, políglota y naturalmente antifranquista) han segregado un surtido de frases que no se oían en España desde hacía cincuenta años. «Sánchez, tú haz lo que tengas que hacer», le pedían en el PSOE. «A la gente le interesa el pan, no la amnistía». Inauditas  defensas del desarrollismo, aun en una dictadura. Y sobre todo del franquista y ya también sanchista: «Haga como yo, no se meta en política».

«En estos meses ha predominado abrumadoramente la obediencia acrítica entre los sanchistas a su líder»

Ante aberraciones objetivas (el incumplimiento de la Constitución, la violación de la división de poderes, la negociación de una amnistía a cambio de votos con el delincuente prófugo que va a beneficiarse de esa amnistía junto a sus secuaces, la aceptación del relato falso del independentismo catalán, la voladura de la igualdad entre los españoles, la propia acusación de fascistas a quienes ante todo defienden el imperio de la ley democrática y el Estado de derecho…), ha predominado abrumadoramente la obediencia acrítica entre los sanchistas, que por algo lo son. Una obediencia activa además, que ha segregado toneladas de bullshit retórico, pseudoacadémico, pseudoanalítico, pseudorreflexivo en apoyo del líder y para suscribir sus aberraciones.

En su Vida de Arcadio, Arcadi Espada sostenía que la meritoria Transición española no fue un empeño popular, sino una obra de las élites, a la que se sumó el pueblo. Recuerdo que me resultó excesivo cuando lo leí hace apenas unos meses. Ahora veo claro que Espada tenía razón una vez más («¡Tiene usted razón!»). Hoy es la destrucción de la Transición española la que es una obra de las élites, con el pueblo sumándose a lo que le digan.

Por esta sumisión española, los dirigentes españoles tienen una responsabilidad extra. No hay una sociedad crítica que refrene, combata o tumbe las aberraciones de un líder irresponsable. Por ello su irresponsabilidad es también extra. Es una desgracia para este país sumiso que le caiga un Fernando VII, un Franco o un Sánchez. La herramienta electoral de la que dispuso el pueblo para expulsar al menos a este, ya que para con los otros no dispuso de ella, también fue tirada a la basura por pura sumisión.

La vida seguirá y habrá momentos felices, tardes soleadas, canto de pajarillos. La solución para ir pasando los años, hasta «el hecho biológico», será no meterse en política.

28 comentarios
  1. Gracia123

    Me ha escrito usted, Sr. Montano, el discurso que lleva madurando estos días. Es el sectarismo y el seguidismo cerril de gran parte de la población lo que nos ha traído hasta aquí. Hay tantas cosas que merecían el reproche electoral de Sánchez, mucho antes de la amnistía, sólo la gestión de la pandemia, la negación del virus, la odiosa ley del sí es sí. Sin embargo ahí lo tenemos. Un tipo con pésimos modales, además, que se hace particularmente desagradable.
    Por salud voy a dejar de leer y escuchar tanto de política, no puedo más sinceramente.

  2. Campeonisimo

    Algunos fragmentos de la carta de 21/12/1936 de Stalin pidiendo MODERACIÓN a Largo Caballero:
    Nuestro embajador nos ha comunicado que se siente alentado por la seguridad en la victoria. Permítanos darle nuestras gracias fraternales por los sentimientos manifestados y decirle que somos partícipes de su confianza en la victoria del pueblo español.
    Le envío cuatro consejos amistosos que sometemos a su discusión:
    2- Convendría atraer al lado del gobierno a la burguesía urbana pequeña y media o, en todo caso, darle la posibilidad de que adopte una actitud de neutralidad favorable al gobierno, protegiéndola de los intentos de confiscaciones y asegurando la libertad de comercio.
    4- Se podría encontrar la ocasión para declarar en la prensa que el gobierno de España no tolerará que nadie atente contra la propiedad y los legítimos intereses de los extranjeros en España.
    Con un saludo fraternal,
    Iosif Stalin.

    Decir «¡Viva España!» era un grito subversivo que significaba la cárcel inmediata. Pero «¡Muera España!» estaba admitido y se decía. También se decía por todas partes «¡Viva Rusia!» y «¡Rusia sí, España no!».»

  3. Fedeguico

    Esto acaba de empezar y algunos ya están tirando la toalla en ejercicio de esa pusilánime resignación y sumisión que paradójicamente critican. Queda mucha guerra y claro que vamos a presentar batalla y a ganarla, como no puede ser de otro modo.
    Los acuerdos entre bandidos duran poquísimo, pues entre innobles y traidores no puede haber ninguna confianza y además persiguen objetivos estratégicos incompatibles. La única virtud política, a corto plazo, de Sánchez es su absoluta inconsciencia y temeridad, pero eso es pan para hoy y muerte segura para mañana. Su plan de convertir España en una dictadura bananera no puede funcionar, porque no le queda otra que pisar el acelerador y entonces se estrellará. De ninguna manera conseguirá normalizar su tiranía con la, entre otras cosas, perfecta tormenta económica que se avecina.
    Nos arrastrará al desastre en su caída, pero la culpa nunca es de la gente corriente sino, siempre y en exclusiva, de su pésima clase política.
    ¿Acaso el pobre diablo que votó a Sánchez por ignorancia y estupidez tenía alternativa con líderes objetivamente entreguistas y colaboracionistas, que nunca saben ni sobre todo se atreven a hablar claro y a actuar sin complejos hasta que es demasiado tarde?

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