El Cuarto Poder
«¿Cuáles son los contrapoderes ahora mismo en España? La prensa, en teoría. Pero hay columnistas que se postulan a los premios al talento a base de comer de la mano del Gobierno»
Esta semana que hoy agoniza entre manifestaciones y cánticos, ha sido, para muchos, la semana más representativa de la democracia que nos duele. Vivimos entre la esperanza y el abismo, en plena efervescencia, porque todos los grandes contrapesos que nos gobernaban están haciendo su unánime desaparición en la Dictadura que efectivamente vivimos y ahora, por mucho que algunos se afanen lo que sale a relucir con toda claridad es la línea que separa al constitucionalismo del sanchismo.
El presidente se presenta ya, seductoramente, como el personaje con más posibilidades de perder el relato. Esto es parte de la tradición política española, y es posible en parte gracias al contrapoder de la prensa, las redes y toda la comunicación de terraceo, sobremesa y aperitivo, porque la propaganda es muy burda y los españoles somos más sofisticados y libres. Los dioses, como los caudillos, como los dictadores, disponen de su santidad y de su comunicación con un poder invisible que les produce, en pleno brote de delirio, la carcajada siniestra. Pero no creo yo que la carcajada del presidente sea meramente astuta, sino que tiene muchas más significaciones de las que podrán hacerse cargo los psicólogos.
También interesa estudiar la psicología de los votantes, cómo hay españoles que sienten fascinación hacia los caudillos, los psicópatas, los líderes como el Sr. Sánchez. Étiene de La Boétie escribió sobre ello hace más de 300 años en su famoso discurso: «Hay una sola cosa que los hombres, no se sabe por qué, no tienen la fuerza de desear. Se trata de la libertad». Aquí hay que incluir a la familia Escolar y otros bufones del Sanchismo, se nota el fervor por la servidumbre y sobre todo en la España provinciana, especialmente burgalesa.
¿Cuáles son los contrapoderes ahora mismo en España? La prensa, en teoría. Pero hay columnistas que se postulan a los premios al talento a base de comer de la mano del Gobierno. Todo funciona mediante un sistema de premios, castigos y silencios que es siempre más fáctico y atroz. La profesión también busca y necesita adictos al poder y los premios, propagandistas de la cosa. Por estas cosas, nunca se ha creído una esa fantasía de que la prensa sea un contrapoder. En cualquier caso, si algunos periódicos somos el Cuarto, los tres anteriores son éstos, a saber: Sánchez, Puigdemont y Conde-Pumpido. La Crónica Rosa actúa estos días como contrapoder de Conde-Pumpido Junior aprovechando la tentación, la fruta prohibida brasileña. Pero como todos sabemos, con el TC cooptado, el Ejecutivo tiene poder omnímodo. Casi por diseño institucional.
Nuestra fuerza, la de la prensa está, precisamente, en ser ya acaso el único contrapoder del Sanchismo. Quienes no buscamos premios en los círculos de poder nos venimos a la bodeguilla a trabajar. Lo dijo Larra y lo repitió Cela, que el columnista no tiene otro patrimonio que su firma y su pulcra, implacable letra. Seguiremos cantando las canciones de la Jurado, pero ya no saben a lo mismo. Como tampoco sabe igual la democracia, que una vez fue tan leona como la Jurado. La democracia era así, y eran otros hombres. España era España. Vivimos más tranquilos sin leer los periódicos, pero ya solo queda el Cuarto Poder, la viveza de los que hoy se manifiestan en las calles y la grave mirada de Felipe VI en todas las portadas de los periódicos. Y a veces una mirada vale más que mil palabras.