Cómo puede cambiar Argentina con Javier Milei
«Lo más importante de su propuesta es la dolarización. Con billetes verdes en la mano y en la cuenta corriente, se corta la sempiterna inflación argentina de raíz»
Javier Milei es el presidente de Argentina que más apoyo ha recibido desde la reinstauración de la democracia. Un 55,69% de los argentinos le han confirmado su voto, que son más de 11 puntos de diferencia sobre el rival, Sergio Massa. La victoria es incontestable. Es cierto que se ha producido, en parte, porque era imposible. El sistema político está atado, y bien atado, con un Estado que intercambia ayudas por apoyos políticos. Y está cerrado con un candado. Impone barreras sobrehumanas a los nuevos actores; los partidos del régimen no quieren sobresaltos.
Milei es un outsider, pero ha logrado romper el cerrojo. Ha prometido acabar con el sistema actual; de ahí viene parte de su atractivo. Otra parte viene, como en el caso de Donald Trump, de tener una carrera propia al margen del ámbito público. Y, por último, su extremosidad en el discurso le da crédito cuando dice que va a echar abajo el corrupto edificio político peronista. Milei habla en un tono que parece que te va a robar la cartera, e insulta a la mitad o más de los argentinos con una pasión deslumbrante. Si no fuera así, probablemente no hubiera tenido opciones de victoria.
La diferencia entre la juventud sin futuro argentina y la española es que aquella es genuina y la nuestra está entre comillas, porque es una organización-pantalla. Que la esperanza que tiene la argentina está en salir del país, y la española ha pasado por medrar en la política. Y, sobre todo, en que la primera ha sido clave en el cambio político más importante de las últimas décadas, mientras que la segunda se ha agotado en cargos del partido, secretarías de Estado o ayuntamientos. Según una encuesta realizada en Buenos Aires, incluida la ciudad autónoma (CABA) entre 4.400 entrevistados, los argentinos menores de 29 años y en edad de votar (es decir, mayores de 16) se entregan al candidato liberal. Los jóvenes, que no ven otro horizonte que no sea la emigración, le han entregado su voto al león para que utilice su motosierra contra un sistema que les tiene aherrojados.
La prensa, insaciablemente mendaz, dice de Javier Milei que es un ultraderechista. Lo cierto es que es un liberal clásico, con una propuesta mucho más razonable de lo que sugieren sus formas, e incluso su discurso. Pero es un crítico feroz, desmesurado, contra la izquierda. Y, sin embargo, no es cierto que casi el 56% de los argentinos sean liberales o de derechas. La misma encuesta muestra que el 31% de sus votantes recuerdan haber votado a Mauricio Macri (derecha reformista), el 21% a Alberto Fernández (peronismo kirchnerista) y un 18% a Alternativa Federal (peronismo no kirchnerista, del que formaba parte Sergio Massa). El resto no recuerda su voto. Está claro que Milei ha recogido el descontento a izquierda y derecha.
«El voto a Milei procede de un generalizado hartazgo con la clase política y con el propio sistema»
Un estudio publicado por UnCiencia, de la Universidad Nacional de Córdoba, muestra que el voto a Milei procede de un generalizado hartazgo con la clase política y con el propio sistema. Dice Candela Ahumada, de UnCiencia, que lo que caracteriza a sus apoyos es un «rechazo a la clase política y a las figuras centrales de los principales partidos políticos y, sobre todo, la idea de que la política tradicional ‘no sirve para nada’. También la oposición al cobro de impuestos y al aporte de las grandes fortunas, junto con una valoración negativa hacia quienes venden en la calle y cuidan autos, y respecto de los reclamos feministas, a los cuales consideran ‘excesivos’».
Más interesante que saber cómo ha llegado al poder es atisbar cómo puede cambiar este país. Javier Milei ha ganado porque es un outsider, porque no es un político y no habla como ellos. Pero esa cualidad es también una carencia, especialmente cuando quieres moverte en una pecera, pero no eres un pez. Indudablemente, es un líder y va a marcar el rumbo del Gobierno, pero va a tener que pactar con los políticos de la derecha reformista para que nutran sus cuadros, y para que le apoyen en el Congreso (el peronismo no alcanza la mayoría en la Cámara de Diputados, pero sí en el Senado).
Lo más importante de su propuesta política es la dolarización. Ha llegado al gobierno con una idea muy meditada, pero no definitiva, sobre cómo quiere hacerlo. Aquí se la juega el pueblo argentino. Él no, porque como mucho pasará a formar parte de la ingente comunidad de políticos argentinos fracasados. Pero el pueblo, sí. Si realiza la transición de una moneda a otra sin provocar una hiperinflación (por el desinterés hacia los pesos), puede crear un inmenso daño. En cualquier caso, incluso si logra realizar esa reforma monetaria, y no necesita acabar con el Banco Central para ello, la transición no se producirá sin dolor.
Es imprescindible que no se apresure, pero que no se demore. El cambio de una moneda a otra puede llevarle de nueve meses a año y medio. Con billetes verdes en la mano y en la cuenta corriente, se corta la sempiterna inflación argentina de raíz. Y Milei se presentará ante los argentinos en las elecciones legislativas de dentro de dos años (se renueva la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado) con un partido propio y un apoyo renovado. O al menos eso es lo que puede esperar.
El resto de medidas no tienen tanta importancia, pero no son irrelevantes. La liberalización de los precios y la desregulación liberan de grilletes al sistema económico, y favorece un crecimiento sin contrapartida, más que para los intereses creados que dependen de esas regulaciones. No debe desmantelar todos los programas de gasto social, incluso los que no tienen más sentido que sostener a un voto cautivo, sin lograr antes que el sistema económico responda y dé nuevas oportunidades de empleo a los enganchados al Estado. Y, según ha dicho, no lo hará.
«El fracaso de la izquierda argentina ha sido absoluto»
Pongámonos en la siguiente situación: los argentinos pagan en dólares, hablan de la inflación en pasado, y la economía se recupera. El hambre y la pobreza, que ahora avanzan como la lava de un volcán, lenta, mortal e inexorablemente, remiten. La inversión en el país deja de ser una ruleta rusa, y el capital acude en cantidades crecientes al país. Hay plata y trabajo. Y aunque Argentina sigue siendo un país pobre (lo será durante años), al menos tiene un futuro. Bien, pues así las cosas, podría lograr una mayoría que le respalde en las dos cámaras en 2025, y poner en marcha en la segunda mitad de su presidencia todo su programa. Y entonces habrá iniciado una nueva era.
El kirchnerismo, que es el peronismo realmente existente, ha agotado su fórmula. ¡Ha tenido que presentar a un candidato anti kirchnerista para tener alguna opción de victoria, que ni siquiera se ha materializado! Es sólo una exageración decir que se han presentado tres candidatos de derecha o centro-derecha. El fracaso de la izquierda argentina ha sido absoluto.
Sobre ese fracaso, Javier Milei ha ofrecido un discurso bien construido, esté uno de acuerdo con él o no. Un discurso realista, y renovado a un tiempo. Los argentinos que no peinan canas ya no ven la televisión. Se informan por youtubers que no tienen los compromisos políticos o empresariales que les obliguen a defender un edificio institucional que se desmorona. Muchos de ellos forman parte del mismo ambiente intelectual del nuevo presidente argentino.
De modo que, en realidad, no tenemos que esperar a que Javier Milei cambie el país; ya lo ha hecho.