THE OBJECTIVE
Manuel Llamas

Sánchez vs Milei, comparaciones odiosas

«Javier Milei es un profeta del liberalismo y, como tal, su poder es la palabra y su obra la conversión. Pedro Sánchez engaña, Milei convence»

Opinión
4 comentarios
Sánchez vs Milei, comparaciones odiosas

Ilustración de Alejandra Svriz.

Pedro Sánchez y Javier Milei acaban de ser elegidos presidentes en España y Argentina, respectivamente. Y hasta aquí las semejanzas entre ambos mandatarios. El resto son todo diferencias y, de hecho, las comparaciones a este respecto resultan odiosas a poco que se profundice mínimamente en el análisis, más allá del brochazo gordo y manipulador que ofrecen muchos.

La primera gran diferencia radica en la propia victoria electoral. El PSOE de Sánchez obtuvo 121 escaños en los comicios generales del pasado 23 de julio, suficiente para gobernar con el apoyo de comunistas y nacionalistas, pero muy por debajo del PP, que logró 137. Sánchez, además, llevó al socialismo patrio al peor resultado de su historia, tras registrar 85 asientos en 2016. Milei, por el contrario, acaba de entrar en política y ya tiene dos hitos en su haber: ser el primer presidente libertario electo de la historia y el más votado de la democracia argentina, con el 56% de apoyo.

Otro rasgo diferencial es su origen y profesión. Sánchez es un hombre de partido, apenas ha conocido otra cosa, a excepción de un breve paréntesis como profesor asociado en la universidad. Su carrera es la de político profesional, desde las filas juveniles del partido, pasando por los gabinetes de asesoría, la administración local y, finalmente, como diputado en el Congreso, desde donde dio el salto a la Secretaría General del PSOE.

Milei es un outsider. Economista de formación, igual que Sánchez, pero dedicado a la educación universitaria, saltó a los medios de comunicación a partir de 2012 como columnista y tertuliano, hasta que hace tres años decidió postularse como candidato a diputado nacional sin estructura partidista previa. Montó de cero una coalición, La Libertad Avanza, que le ha permitido llegar a la Presidencia en su primer intento.

«En general, Sánchez evita a los periodistas. Milei los busca»

El tono también es diametralmente opuesto. Sánchez blande un discurso medido y pausado, sin salirse de un guion que está estudiado al milímetro, como si de un actor se tratase, mientras que Milei es histriónico, extravagante y provocativo. La improvisación es su fuerte y la apelación directa a los sentimientos su razón de ser. Sus intervenciones emocionan y cautivan, por partes iguales, al electorado. Y prueba de ello es que sus mítines, más que actos políticos, parecen conciertos.

Su relación con los medios tampoco tiene nada que ver. Sánchez concede pocas entrevistas y no suele admitir preguntas en ruedas de prensa. En general, evita a los periodistas. Milei los busca, es un habitual de los platós y no le importa enfrentarse a entrevistas incómodas, está habituado a las críticas y las encara sin pudor.

Pero, más allá de las formas, lo que importa son las ideas. Sánchez no tiene principios y, por tanto, tampoco palabra. Es capaz de defender una cosa y la contraria sin despeinarse, por muy llamativo o vergonzoso que resulte su cambio de opinión. Se adapta a las circunstancias en función de sus intereses. Todo con tal de alcanzar y mantenerse en el poder. Milei es lo opuesto. Su discurso no ha cambiado, es un hombre de principios. Su gran talento, el secreto de su éxito, consiste en transmitir las ideas de la libertad con una eficacia inusitada, convenciendo a millones de argentinos de que el socialismo peronista es el problema, no la solución. Milei es un profeta del liberalismo y, como tal, su poder es la palabra y su obra la conversión. Sánchez engaña, Milei convence.

Asimismo, defienden idearios antagónicos. Basta repasar sus discursos de investidura. Sánchez habla de «progresismo», «feminismo», «ecologismo» y «justicia social». Centra su mensaje en la acción del Estado, en todo lo bueno que, en teoría, pueden lograr los políticos a través del gobierno en beneficio de la sociedad. Milei habla de «libertad», todo pilota en torno a este concepto, de ahí su emblema y grito de guerra: «¡Viva la libertad, carajo!». «Gobierno limitado», «propiedad privada», «comercio libre» e «imperio de la ley» son sus principios. El socialismo populista de Sánchez choca con el liberalismo real y sin tapujos de Milei.

Y la prueba son sus respectivos gobiernos. Sánchez mantiene 22 ministerios, cuatro vicepresidencias y 36 secretarías de Estado, el Gobierno más grande y caro de la democracia española, con más de 1.000 altos cargos y unos 330 asesores elegidos a dedo. Milei, por el contrario, reducirá el mastodóntico Gobierno de Argentina a la mitad, ya que eliminará 11 ministerios, hasta quedarse con un total de ocho carteras.

«El socialista busca sumisión absoluta a su voluntad, el libertario premia el mérito»

La elección de los cargos también difiere, puesto que Sánchez se rodea de fieles y leales a su persona, mientras que Milei, que llega al poder sin partido en el que apoyarse, afirma que nombrará a los «mejores» para cada puesto, con independencia de su color o pasado político. El socialista busca sumisión absoluta a su voluntad, el libertario premia el mérito y la capacidad en su búsqueda de eficiencia.

Otro punto interesante es que Sánchez adora la Moncloa y los privilegios asociados a la Presidencia. Milei, al menos por el momento, no tiene intención de ocupar la Casa Rosada ni de viajar asiduamente en helicóptero oficial para ahorrar tiempo. No muestra apego a tales prebendas, si bien es cierto que, una vez en el poder, su agenda y responsabilidades, muy probablemente, le obliguen a modificar su postura para poder ejercer el cargo con mayor seguridad y comodidad personal.

Y en cuanto a sus políticas, basta subrayar que Sánchez apuesta por el aumento de gasto público, la subida de impuestos, el intervencionismo económico y el control político de la actividad empresarial. Milei es su antítesis. Su programa incluye drásticos recortes de gasto e impuestos, una profunda liberalización de la economía, así como la dolarización de Argentina y una extensa privatización de empresas y servicios públicos con el fin de frenar la inflación y relanzar el crecimiento económico.

La última gran diferencia entre ambos presidentes será, pues, el resultado de sus mandatos. Si ambos aguantan hasta el final, será el momento de evaluar sus éxitos o fracasos en materia económica, política y social. Sin embargo, ya es posible avanzar algo. Siempre y cuando cumplan a rajatabla con los compromisos anunciados, lo cual no será fácil, España estará peor que hoy y Argentina, sin duda, mucho mejor.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D