THE OBJECTIVE
José García Domínguez

Por qué Argentina nunca será Corea del Sur

«En un oficio, el de la política, tan lleno de cínicos y de oportunistas dispuestos a cambiar de discurso, Milei encarna a alguien fiel por entero a sus ideas»

Opinión
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Por qué Argentina nunca será Corea del Sur

El presidente de Argentina Javier Milei. | Alejandra Svriz

Nada malo hay en este mundo que no resulte susceptible de ser empeorado todavía más. Es una verdad sabia y antigua que nunca conviene ignorar. Si bien parece que la han olvidado los muchos dados a argumentar que, puesto que la situación de Argentina ya era de por sí desastrosa, resultará imposible que un experimento anarquista de laboratorio la pueda empeorar. Se equivocan. Porque sí la podrá empeorar, gravemente además. Y a no mucho tardar, por cierto. Javier Milei, ese genuino outsider libertario que acaba de ganar la Casa Rosada, es, al margen de lo extravagante de su figura pública, un hombre esencialmente honesto desde el punto de vista intelectual. En un oficio, el de la política, tan lleno en todas partes de cínicos y de oportunistas dispuestos a cambiar de discurso cada cinco minutos en función de cuál resulte ser la nueva dirección del viento, Milei encarna a alguien fiel por entero a sus ideas. 

El problema es que sus ideas son las equivocadas. Porque ese modelo teórico que Milei aloja dentro de la cabeza, el que inspira todas y cada una de sus propuestas para sacar a la Argentina de la pobreza y del subdesarrollo, se fundamenta en una idea, la del orden espontáneo del mercado como gran motor del progreso de las naciones y de la creación de riqueza, que es errónea. Ocurre que no existe un solo ejemplo en el mundo, ni uno solo, ninguno, de algún país que haya logrado transitar desde el subdesarrollo a la prosperidad aplicando tal receta, la del sometimiento de la política institucional al orden espontáneo emanado del libre mercado. Ni uno. Jamás en los últimos doscientos años se ha visto tal cosa en lugar alguno del planeta. Y el caso argentino no va a resultar el primero. Estados Unidos, una antigua colonia agrícola, atrasada y sin industria propia, logró convertirse en la primera potencia del mundo gracias a poner en práctica durante bastante más de cien años seguidos justo las doctrinas económicas opuestas en todo a lo que defiende hoy Milei para la Argentina. 

«La Argentina lleva más de medio siglo caminando por el lado equivocado»

Y exactamente lo mismo hicieron en su momento otros dos países pobres y míseros a más no poder: Japón y Alemania. Por no hablar de Canadá, lugar antes menesteroso donde la mano perfectamente visible del Estado, que no esa otra mítica del mercado en la que cree Milei, logró obrar el milagro del desarrollo. O, en fin, la propia España de los sesenta, que gracias a los planes quinquenales del franquismo (entonces se les llamó «de desarrollo» para evitar connotaciones políticas problemáticas) coronó tasas de crecimiento asombrosas, solo igualadas por la China contemporánea. Por su parte, Gran Bretaña, la madre patria de Adam Smith, salió de su propia indigencia mísera merced a haber inventado el proteccionismo arancelario y el intervencionismo estatal activo en la economía antes que nadie, allá en tiempos de Isabel I y Carlos V. En la Argentina del siglo XXI, han fracasado los socialdemócratas (el actual Partido Justicialista no es otra cosa que socialdemócrata) y antes que ellos fracasó la derecha liberal ortodoxa, o sea Macri. Pero, antes de Macri y de los Kirchner, ya Menem había sentado las bases de un cataclismo general en el país con su dolarización encubierta, la famosa convertibilidad que acabó con el corralito y el simultáneo estallido social de 2001. 

Porque ahora, al menos, no hay muertos en las barricadas ni ciudades incendiadas, pero entonces ocurrió eso. Recuérdese que todo se puede empeorar siempre. Como se ve, no se trata de una cuestión del presente inmediato: la Argentina lleva más de medio siglo caminando por el lado equivocado. Y lo que propone Milei es seguir transitando por ese mismo lado equivocado, solo que aumentando de modo exponencial la velocidad de crucero hasta multiplicarla por cien. En 1961, el año en que yo nací, Corea del Sur figuraba como uno de los diez países más pobres del mundo. Era bastante más pobre que Ganha, y el único producto nacional que Corea del Sur lograba exportar al extranjero eran unas toscas pelucas de mujer realizadas con pelo humano. Hoy, el PIB per cápita de Corea del Sur, una nación carente de recursos naturales de ningún tipo, más que dobla al argentino (30.000 dólares frente a 13.000). ¿Cómo lo lograron? Sencillo: no haciendo ningún caso a los tratados de Economía con los que se formó Milei y por los que siente devoción inquebrantable. Ninguno. Pobre Argentina.

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