Pedro Sánchez: lejos del 7 de octubre
«Sus palabras suponen un espaldarazo inesperado a la organización terrorista de Hamás y una condena farisaica, pero inequívoca, de la actuación de Israel»
El principio rector de la política informativa de Pedro Sánchez es una adaptación del conocido poema de Campoamor: nada es verdad ni es mentira, todo depende del cristal utilizado al servicio del Gobierno. A partir del 7 de octubre y hasta el discurso del presidente en Ifema, la respuesta a la crisis del Próximo Oriente responde a la perfección a esa pauta, lo cual no quiere decir que sea de fácil lectura, ya que desde un primer momento se trata de ofrecer una apariencia de estricta solidaridad frente al terrorismo de Hamás y minimizar su entidad política; para en definitiva acabar cargando la verdadera responsabilidad de todo lo ocurrido, ocurre o pueda ocurrir, sobre Israel.
Para atender a este propósito, la estrategia de comunicación ha sido sofisticada y eficaz, ya que desde ese mismo punto de partida el equipo de Sánchez se ha servido de una pluralidad de canales, con la sobriedad dominante en el nivel gubernamental, mientras en sus dos cauces principales, TVE y el «diario global» del Gobierno, se procedía a trasformar, en la medida de lo posible, lo trágico de la mortífera incursión de Hamás en un hecho de violencia que pronto cedió paso a la denuncia de los bombardeos de Gaza, cuyas escenas de muerte y dolor ocuparon el lugar de las previas, elididas, en los kibutz fronterizos. Fue la manipulación como obra de arte.
La posibilidad existente hoy de alterar los textos publicados online impide medir el alcance de esas informaciones mutiladas de partida, que culminaron en la relativa a la supuesta autoría israelí en el bombardeo del hospital al-Ahli. Las imágenes publicadas en el «diario global» sugerían y nada probaban, por contraste con otros medios de prestigio internacional. Luego se habló de bombardeos «cerca de otros hospitales». Nada de autocrítica. Lo mismo en TVE. No importa, algo queda.
«Al haber recibido de inmediato el aplauso de Hamás, la trampa quedó al descubierto»
Al ser demasiado real la tragedia experimentada por la población gazatí, resultó fácil entonces aislar a Gaza de Hamás, como si el territorio no estuviese gobernado, y con mano de hierro desde 2007, por la organización terrorista, siendo utilizado además como plataforma y santuario por ella para sus agresiones. Y sin la menor precaución luego por evitar el precio de sangre pagado por la población civil, niños lógicamente incluidos. En manos de Hamás, los secuestrados son un capital demasiado precioso como para dedicarse a ahorrar muertos. A la vista de esta situación, sería útil que Pedro Sánchez explicase como poner en práctica «la defensa de Israel», que al parecer acepta, sin una acción de guerra sobre la población donde tienen su guarida los protagonistas de la acción de exterminio llevada a cabo por Hamás el 7 de octubre. Otra cosa es el necesario examen de las formas en que tal respuesta ha tenido lugar, y lo mismo cabría decir de la represión en Cisjordania. Así como los crímenes y los secuestros ejecutados por Hamás en su invasión, la condenan por encima de cualquier juicio a emitir sobre el tema palestino, los bombardeos y los asaltos, como el del hospital al-Shifa, no eximen de posible responsabilidad al Gobierno y al Ejército israelí, según ocurre en todo conflicto bélico, por justa que sea una guerra.
La declaración de Pedro Sánchez en Rafah, culmina la estrategia comunicativa, esbozada ya desde el 7 de octubre. Con cautela, eso sí, entonces, a la espera de ver como evolucionaban los acontecimientos. Ahora toca ya descubrir el propio juego, con el único inconveniente de que al haber recibido de inmediato el aplauso de Hamás, la trampa quedó al descubierto: las palabras de Pedro Sánchez suponen un espaldarazo inesperado a los planteamientos de la organización terrorista y una condena farisaica, pero condena inequívoca en fin, de la actuación de Israel. Por eso el propio Sánchez las ha tapado luego en la medida de lo posible, secundado por su corte mediática. Así en el mitin de Ifema, para disfrazarlas de justa y «humanitaria» equidistancia, siempre escorada frente a Israel. En la web de la Moncloa, el encubrimiento es total. Con acentos seráficos, Sánchez habría comunicado a Netanyahu «la condena de España a los ataques (sic) perpetrados por Hamás y la necesidad de proteger a la población civil en Gaza». En Rafah, su pensamiento se habría elevado hasta alturas insospechadas al dictaminar que «la violencia solo conduce a más violencia: tenemos que reemplazarla por la esperanza».
Parafraseando el título de un célebre dibujo de Goya, Pedro Sánchez pretende hacernos vivir así una vez más en el sueño de la inconstancia y de la mentira, ya que en Rafah fue rotundo. De un lado, la inevitable condena de «los viles atentados de una banda terrorista como Hamás», ignorando deliberadamente en qué había consistido la acción de aniquilamiento del 7 de octubre, reducida a unos «viles atentados», y como si nada hubiesen tenido que ver con Gaza, cayendo sobre los kibutz desde una galaxia lejana. De otro, aquí sí la condena de Israel es terminante, con palabras que repetirá en Ifema: «La matanza indiscriminada de civiles palestinos», con un acento posterior colocado sobre las impactantes muertes de niños. En la sesgada versión de Sánchez, era como si el Ejército de Israel, al bombardear y atacar Gaza se hubiese entregado a una «matanza indiscriminada de civiles palestinos» en calidad de objetivo único. Un auténtico crimen contra la humanidad, cuya estimación contrasta con unos «viles atentados» de cuyos efectos nada dice. Tampoco se le ocurre aprovechar la ocasión para solicitar la liberación de los rehenes.
El motivo es claro. Un llamamiento a favor de los rehenes habría supuesto empañar su «no es no» vuelto contra Israel, lo mismo que habría ocurrido si en vez de rebajar los crímenes programados de Hamás a la condición de actos despreciables, Sánchez hubiese mirado de frente la que representó una verdadera «matanza indiscriminada», la cometida por Hamás de acuerdo con su objetivo de exterminio de la población israelí. Los términos y las responsabilidades se han invertido, procedimiento habitual de Sánchez y los suyos ante cualquier tipo de problema, trátese de la amnistía o del coste de los pactos con PNV y Junts, sin duda, a su juicio, beneficiosos para toda España. Puigdemont y Ortúzar, hoy hermanados gracias a Sánchez, lo confirman «en el marco de» su permanente preocupación por España. Para deshacerla, claro.
«Sánchez posee lo que nuestros ilustrados calificaban de ‘entendimiento lechuza’, mirando solo al corto plazo y para sí mismo»
Cuando Pedro Sánchez asumió la presidencia rotatoria de la UE, Netanyahu desarrollaba sin escrúpulos su política represiva sobre la población palestina y a nuestro hombre ni siquiera se le ocurrió presionarle entonces para defender unos derechos pisoteados, y menos hablar de la solución de dos Estados. Entonces no era rentable y ahora sí lo es, aun cuando su conversión en paladín de la causa palestina (y de Hamás, por confesión de parte) pueda convertirle en ariete para romper los precarios equilibrios alcanzados en la tragedia de Gaza (y de los rehenes). Poco le importa, ya que Sánchez posee lo que nuestros ilustrados calificaban de «entendimiento lechuza”, mirando solo al corto plazo y para sí mismo.
Ejemplo, de nuevo, el caso vasco, donde ya se ven los resultados contradictorios de su juego personal: el desplazamiento del PNV de una posición centrista a la más radical que ya recogió el pacto pro-votación, con descabelladas concesiones. Pasamos del discreto Urkullu a un nuevo Ibarretxe: remero, economista, admirador de Arzalluz, proclamado en medio de una conmemoración de Sabino Arana. ¿Qué más quiere Sánchez para seguir fortaleciendo a España mediante su compra de votos?
En cuanto al tema palestino, su táctica de proporcionar oxígeno de Hamás y romper la cohesión europea, puede tener un coste comparable: dificultar todo concierto previsible en lo inmediato. A Pedro Sánchez esto le importa tan poco como la suerte de la economía española de ser puesto en práctica el populismo dibujado desde Sumar. Ya tiene en la esfera internacional el complemento esperado para su dualismo interior: progresismo, como campeón de la causa palestina-Hamás, -¿quien se acuerda del 7 de octubre y de los rehenes?-, frente a reacción, personificada en Israel. Y España avanza.