Verificador verificando lo verificado
«Este cuento de verificadores y reuniones ginebrinas, además de un bochornoso esperpento, es un destilado de corrupción política de la más alta graduación»
No molesten. El verificador está verificando. Y no es un verificador cualquiera. Tiene experiencia de mediación en conflictos armados. No es necesario que la experiencia del verificador haya sido exitosa (que no lo parece), ni tampoco que la verificación que tiene aquí la onerosa tarea de verificar incluya nada parecido a la pacificación de ningún conflicto armado.
No hay nada de eso. Lo que se verifica en Ginebra es que un Estado miembro de la Unión Europea, que creíamos era una democracia occidental plenamente consolidada, acepta dedicar una parte no verificada del dinero de sus contribuyentes a la organización y cobertura, en el idílico entorno de los Alpes suizos, de una sesión mensual de Control al Gobierno de España; una sesión de Control vigilada (verificada) por un diplomático salvadoreño jubilado. Lo que se verifica es la continuidad de Pedro Sánchez en el Gobierno mientras se someta a las exigencias de Carles Puigdemont, exhibidas en Suiza con la indignidad de hacer tragar a España con un verificador.
Aunque el enviado del presidente del Gobierno, junto a Puigdemont y su inefable pandilla, hubiera dedicado su primera reunión con el verificador salvadoreño a verificar la calidad de los quesos suizos, en torno a una fondue y al calor de una chimenea mientras un simpático reloj de cuco cantaba el paso de las horas, la verificación relevante ya se ha producido. Ya se ha verificado la humillación (mensual) a la democracia española, rebajada a la categoría de república bananera que necesita recurrir a mediadores extranjeros pagados, no se sabe cómo ni por cuánto, y en busca del apaciguamiento del fugado de la Justicia.
Se verifica la degradación de la democracia española. El verificador la verificará mensualmente, y el paisaje montañoso, el queso con agujeros y el reloj de cuco encima de la crepitante chimenea sólo harán más bochornosa la suiza sesión mensual de verificado examen del cumplimiento de las promesas de Sánchez al prófugo amnistiado.
«Ya se ha verificado la humillación (mensual) a la democracia española, rebajada a la categoría de república bananera»
Nuestro verificador, mediador y acompañante se llama Francisco Galindo y en enero de este año publicó una tribuna elogiando su propia mediación en las conversaciones de paz en Colombia. Tan complacido está de sí mismo que incluyó una autocita en el texto: «yo no soy poeta, soy diplomático, y los diplomáticos no hacemos poesía, echamos cuento». La autocita de quien se define a sí mismo como alguien que «echa cuento» (aunque culpe de su especialización cuenta-cuentos a la profesión diplomática) debe de ser clave para conocer al personaje pues fue también mencionada este domingo en el diario El Mundo como «una de las frases más célebres» del mediador-acompañante.
Echando cuento, Galindo, Puigdemont y Sánchez dejan a España «a la altura de las FARC», según Isabel Díaz Ayuso. Tan alto, no; un poco más abajo. Echando cuento, el control al Gobierno ha dejado de hacerse en el Parlamento, ni en el Congreso ni en el Senado, para mudarse a Ginebra. Echando cuento, en una semana sumamos el aplauso de los terroristas de Hamás, la retirada de la embajadora de Israel, un destacado choque diplomático con Italia, un desmentido de la Comisión Europea a la veracidad de las mendaces afirmaciones del ministro plenipotenciario Félix Bolaños, la anulación por el Tribunal Supremo del nombramiento de la presidenta del Consejo de Estado, la censura del Poder Judicial al nombramiento del fiscal general del Estado, el aviso de grandes empresas de que están meditando mudarse a Portugal… Y, de broche dorado, el inicio de las conversaciones de paz de Sánchez con Puigdemont, con Santos Cerdán y Francisco Galindo como actores invitados.
Habrá que reconocer que el muro anunciado por Sánchez gana tamaño día a día. Y lleva razón Alberto Núñez Feijóo cuando dice que «sólo hay mentiras y corrupción política» en el lado del muro en el que ha decidido colocarse el presidente del Gobierno. Porque este cuento de verificadores y reuniones ginebrinas, además de un bochornoso esperpento, es un destilado de corrupción política de la más alta graduación.