THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

Esta educación es una ruina

«El gusano de la superioridad moral está engordando y no deja de agusanar todos los reductos de pensamiento libre que nos quedan»

Opinión
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Esta educación es una ruina

Aula. | Wikimedia Commons

Hay que empezar por decir que el mito de la educación, cuyo folclore es la enseñanza gratuita, hace mucho tiempo que perdió su carácter meritocrático, la moral del éxito. Hubo una España guapa en la que a los niños y a las niñas nos exigían competir, esforzarnos, destacar y traer buenos resultados. Ahora, la socialdemocracia y el socialcapitalismo con sus leyes logsianas han dado unas mocedades que quieren triunfar ya mismo, pronto y fácil. El esfuerzo y el sacrificio, así como eran pilares de la moral del éxito, dejan de ser hoy necesarios.

Eliminando o bajando el nivel del esfuerzo nos hemos embarcado en una delirante cruzada contra la educación, entendida como una transmisión del conocimiento objetivo. Hemos dejado de poner la transmisión del conocimiento en el centro. Ahora lo que se pone en el centro es el chaval, y el profesor es el que debe adaptarse a sus capacidades, que naturalmente subestiman. Declararle la guerra al conocimiento con estas leyes logsianas no solo es suicida, es también la peor traición que la izquierda puede asestar a los hijos de las clases menos pudientes, los que solo cuentan con sus capacidades y con el valor de su esfuerzo para competir en un mercado de trabajo globalizado y muy competitivo. 

Lo que ocurre ahora es que el éxito se basa en la asimilación de la moral de la izquierda. La educación socioemocional y las habilidades sustituyen al conocimiento; los pedagogos son los nuevos curillas o prescriptores morales. Ahora, desde que los logsianos cambiaron los pilares de la educación, se acabó el esfuerzo sostenido, y el siguiente paso natural era cambiar la moral del éxito por la superioridad moral de la izquierda. El problema de la enseñanza, sí, es un problema que no ha resuelto nunca el socialismo y hoy, el cinismo ambiental progre ha llegado a ser la ecología moral y política que sustituye al esfuerzo, o sea hincar codos.

Esta moral sociata es el principal requisito para ascender, porque nuestras élites progresistas son, ante todo, prescriptores morales. Escriben ahora unos artículos preciosos en El País. Jordi Gracia y un chaval miope hacen listas negras de intelectuales de este periódico, de ABC y El Mundo. Ya ven, el cambio de la educación ha ido acompañado de una tendencia delirante, la ostentación moral de la inteligencia progresista. Es curioso ver cómo ya no es del conocimiento de lo que presumen, sino que hacen burda y llana ostentación moral. Esto les aporta una dosis de dopamina y narcisismo extra, superior a la que les otorgaba, entre otras cosas, la suscripción a todos los -ismos (animalismo, feminismo, ecologismo, comunismo…). 

«Quizás debemos empezar a poner en cuestionamiento las cuatro ideas mal aprendidas del pasado, volver a los métodos de enseñanza tradicionales»

En España tenemos un problema de educación que ya viene siendo un problema de élites y que se traduce en una tomadura de pelo a los ciudadanos. Los estudios de interseccionalidad no pueden comerse, y tampoco dan de comer. Lo mismo ocurre con la educación socioemocional y la empatía. De la educación pública ya no sale ni un Mario Conde ni un Paco Umbral, pero además, si preguntamos a la chavalada de cualquier universidad española quiénes son estos dos señores, muy pocos sabrían contestarnos. 

Pero además, en España esta contracultura de la izquierda ha recogido elementos de la etapa del tardofranquismo y que supone una profunda reacción al franquismo… solo que sin franquismo. Seguimos sumidos en el reduccionismo propio de adolescentes que identifican el pasado con la mentalidad dictatorial y confunden la autoridad con el autoritarismo, o que ven la disciplina como algo pasado de moda.  

Se considera que siempre es mejor la filosofía hedonista actual que la autoridad de antaño, pero los resultados son mediocres y se va perdiendo el objetivo principal de la educación, crear conciencia, desarrollar un pensamiento crítico y capacitar a las generaciones del mañana. Quizás debemos empezar a poner en cuestionamiento las cuatro ideas mal aprendidas del pasado, volver a los métodos de enseñanza tradicionales. 

En esta pajarera, todas las élites del sanchismo desechan el conocimiento objetivo y parecen manejarse bien con un lenguaje moralista y orwelliano. Así nos ahorran la tediosa tarea de pensar. El pensamiento ha sido sustituido por la labor de concienciación. Con esos modelos y estas élites, la meritocracia está viciada desde la base del sistema. Estos días contemplamos atónitos como los intelectuales del régimen atacan a personas de la talla de Savater, Azúa, Juaristi… El gusano de la superioridad moral está engordando y no deja de agusanar todos los reductos de pensamiento libre que nos quedan.

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