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José Manuel Calvo Roy

El periodista feliz

«Culto, curioso, apasionado por la vida y la gente, de constante buen humor, Miguel Ángel Gozalo, fallecido este miércoles, fue un periodista total»

Opinión
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El periodista feliz

Miguel Ángel Gozalo. | @aprensamadrid en X

Miguel Ángel Gozalo (Madrid, 1938), fallecido ayer, fue un hombre feliz y un periodista total. Le movían la curiosidad y la pasión por la vida y la gente.

A la vida le dio su trabajo. Al frente del diario Madrid, de Informaciones, como corresponsal de Abc, director de TVE, presidente de la agencia EFE, director de los informativos de la SER, tertuliano en infinitos medios.

A la gente le dio su constante buen humor, sus citas inagotables, sus chistes malos y sus palíndromos perfectos. Su energía sin límites. Tan excesiva que al final le fundió el corazón.

Soy un gacetillero, le gustaba decir. Pero este hombre, vocacional como yo solo he conocido a otro –Manuel Calvo Hernando, también periodista, por cierto, y familiar de él, para colmo— repetía igualmente que su oficio era el mejor del mundo y que él había sido un privilegiado. 

El privilegio ha sido el nuestro

El privilegio de los equipos a los que dirigió en Informaciones y Madrid, en TVE y en EFE. De sus lectores como corresponsal de Abc en Bonn y París. De sus oyentes en la SER, la COPE y Onda Cero, de sus espectadores en la televisión (Redacción Noche, Derecho a discrepar, El arte de vivir).

El privilegio de su familia, de sus cinco hijos –gente de letras, periodismo incluido, contagiados por la lectura y la pasión de conocer y por la vitalidad de vivir, y de sufrir y gozar con el Atleti— y sus ocho nietos. 

El privilegio –recíproco- de su mujer. Maribel Hernando, periodista, hija de periodista, mujer de periodista, madre de periodista, prima de periodista y tía de periodistas: por todo eso, ayer, en el dolor del momento –«nos ha dejado como un escopetazo» –salía a la superficie la periodista: «Yo creo que nos casamos para poder seguir hablando, porque nos fastidiaba dejar de hacerlo cuando éramos novios, y yo tenía que ir a mi casa y él al colegio mayor a o la pensión Quevedo, en la que estaba con Hermida». Y hace balance: «No tengo ni un solo mal recuerdo de él después de 59 años. ¡Más los del noviazgo!». 

«No estaba contento si su mujer, Maribel Hernando, no discutía con él sus escritos»

No cuenta, en cambio, cómo trabajaban juntos, cómo se complementaban. Menos mal que están sus hijos. Miguel Ángel Gozalo no estaba contento si Maribel Hernando no discutía con él sus escritos. «Es verdad. En 1972 consiguió que nos echaran de la maternidad de Bonn antes de tiempo, con Isabel recién nacida, porque dijo que era corresponsal y necesitaba hablarlo todo conmigo». Luego, en París, en 1973, un sobrino suyo, también periodista, fue testigo de cómo la vida de toda la familia giraba en torno a la crónica del día, desde las 7 de la mañana a las 7 de la tarde. Después, cuando escribía, pedía a sus cinco hijos que no hicieran ruido. Que jugaran a los muditos.

Finalmente, con perdón, el privilegio mío. Me pude asomar a otro mundo –mucho después, mi mundo— gracias a él, cuando fui a verle, una tarde a la salida del colegio, en otoño de 1971, a una ardiente redacción del Diario Madrid que acababa de recibir la orden de cierre del Ministerio de Información. Antes, de Miguel Ángel había escuchado por primera vez (yo era muy joven) versos de Neruda. Después, de Miguel Ángel escuché por primera vez (yo era muy terco) que aquello de la Cuba castrista era una atrocidad.

Fiel a sí mismo hasta el final –culto, curioso, apasionado, eternamente la sonrisa-, Miguel Ángel Gozalo entró en el hospital hace unos días, en la fase de preparación de la operación de corazón a la que no sobrevivió, con estas palabras de García Lorca para sus hijos, que le acompañaban: «Mira a la derecha y a la izquierda del tiempo y que tu corazón aprenda a estar tranquilo».

Estarás con nosotros siempre.

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