El discurso de Navidad más político de Felipe VI

El discurso que esta Nochebuena ha dirigido Felipe VI a los españoles es, sin ningún género de dudas, su intervención navideña más relevante hasta la fecha. Se trata de su discurso de Navidad más importante y con mayor carga política, toda una declaración de intenciones en un momento crucial en la historia de España.

Lejos de los tópicos de otras ocasiones, el jefe del Estado no se ha andado con rodeos y ha afrontado de cara el verdadero problema de la Nación. Dedicar íntegro su mensaje a hacer una defensa encendida de la Constitución, cuando no hay ningún aniversario redondo que lo justifique, demuestra a las claras el grado de preocupación que existe en el Palacio de la Zarzuela.

Nunca hasta ahora habíamos visto a Felipe VI hablar con tanta rotundidad de la necesaria separación de poderes y de cómo las instituciones deben respetarse unas a otras, limitándose a las atribuciones que tienen asignadas en la Constitución. Toda una advertencia al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que está liderando desde el Ejecutivo un feroz ataque contra el Poder Judicial, dando pábulo al indignante asunto del ‘lawfare’, esa teoría podemita según la cual cuando las decisiones judiciales no son de tu agrado es porque los jueces son unos fachas que actúan de forma injusta deliberadamente.

Importante también es la alusión que el Rey ha hecho al pluralismo político como base de la democracia, en un momento en el que Sánchez pretende instalar la idea de que hay que evitar a toda costa que gobiernen los partidos de la derecha, da igual las cesiones que haya que hacer a cambio a los independentistas.

Y, por supuesto, muy relevantes son las alusiones a la integridad y a la soberanía nacionales justo cuando se tiene la sospecha de que Sánchez está dispuesto a permitir un referéndum en Cataluña con tal de conservar La Moncloa.

En resumen, este no ha sido un discurso cualquiera del Rey. Este mensaje navideño supone un antes y un después, porque demuestra que el jefe del Estado está seriamente preocupado y por eso lanza una advertencia nítida a quien hoy dirige la política española.

Los que estamos con la democracia, las libertades y el Estado de Derecho podemos sentirnos hoy algo más aliviados, pero no conviene engañarse: ni siquiera un discurso tan rotundo garantiza el éxito ante el creciente y apabullante poder que atesora el político con menos escrúpulos de los últimos 40 años. Vienen tiempos duros, pero al menos tenemos la certeza de que hay un capitán al frente de nuestro barco.