El año de Puigdemont y de Bildu
«Si hubiera que ponerle titular al 2023, me atrevería a decir que es el año de la incertidumbre, el engaño y la polarización»
El protagonista del año que termina es, sin lugar a dudas, el prófugo Puigdemont. A nadie como a él le ha sonreído tanto la fortuna en este 2023. La noche del 23 de julio, con el escrutinio de los votos prácticamente cerrado, cambió su destino. Le tocó la lotería sin echarle. Pasó, en apenas unas horas, del olvido a la gloria menos merecida.
Los siete escaños de Junts per Catalunya eran la llave que abriría la puerta a la nueva investidura de Pedro Sánchez, siempre que este último –como así ha sido– pagara el precio envenenado de sus votos: amnistía, condonación de la deuda catalana, nuevas competencias en trenes de cercanías y en materia tributaria, así como el compromiso de facilitar la convocatoria de una nueva consulta sobre la independencia.
En el ranking de los triunfadores del 2023 – junto con la selección femenina de Fútbol y Carlos Alcaraz – los primeros puestos son para el prófugo Puigdemont, seguido muy de cerca por Arnaldo Otegi, que acaba de quedarse con el Ayuntamiento de Pamplona, sin necesidad de pagar rescate. Para celebrarlo, se ha anudado al cuello un pañuelo con el escudo de Euskal Herria, por si alguien tenía alguna duda sobre sus intenciones anexionistas.
El 2023 se despide sin que Puigdemont sea detenido y entregado a la justicia, y sin que el Partido Socialista, con Sánchez a la cabeza, haya cumplido su palabra – cosa que ya no extraña a nadie – de no entregar el Ayuntamiento de la capital navarra a Bildu. Para Sánchez ya no hay líneas rojas que valgan, ni palabra dada que merezca ser cumplida. Ha llevado hasta sus últimas consecuencias el viejo refrán: «Es de bien nacidos ser agradecidos» y ni siquiera el dolor de las víctimas del terrorismo –algunas de ellas socialistas– le han impedido consumar la afrenta.
La ley de amnistía sigue su tramitación en el Congreso de los Diputados y los herederos de ETA van viendo cumplirse sus objetivos de instalarse en las instituciones vascas para llegar a la misma meta que no pudieron alcanzar con los atentados terroristas. Cada uno a lo suyo; mientras Sánchez despide desde Moncloa a la serie televisiva Cuéntame, viaja a Irak a felicitar las Navidades a las tropas españolas, y le promete al presidente de aquel castigado país el «compromiso de España con la seguridad y estabilidad» de su territorio.
«Los acuerdos del PP con Vox en gobiernos autonómicos y municipales -mal explicados y peor ejecutados-, le permitieron al Partido Socialista salvarse del desastre»
Hablar de compromisos, con lo que está cayendo (y viniendo de quien vienen), parece una broma de mal gusto. Sin embargo, una cosa está clara: nadie puede negarle a Sánchez que está cumpliendo los pactos, con la generosidad que se merecen quienes le garantizan algunos años más de permanencia en la Moncloa. Cosa distinta es que ellos no tengan propósito de enmienda y sigan a lo suyo, despreciando a las más altas instituciones del Estado, insistiendo en lograr la independencia de España y chantajeando al Gobierno. Sin preocuparles, en absoluto, los problemas del resto de ciudadanos que viven fuera de Cataluña y el País Vasco.
Si hubiera que ponerle titular al 2023, me atrevería a decir que es el año de la incertidumbre, el engaño y la polarización. Un ambiente de crispación provocado, en buena medida, por los mismos que acusan al adversario de la división y el enfrentamiento en la política y en la sociedad. Por los mismos que ven en el principal partido de la oposición – el más votado en las elecciones generales – a un peligroso enemigo, mientras confían el futuro de España en quienes no quieren saber nada de ella.
Las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo, con la abrumadora victoria de la derecha en la mayoría de las comunidades autónomas, anunciaban un punto de inflexión en la deriva que estábamos viviendo. Pero los acuerdos del PP con Vox en gobiernos autonómicos y municipales -mal explicados y peor ejecutados-, le permitieron al Partido Socialista salvarse del desastre en las generales del 23 de julio.
Lo que iba a ser una victoria clara de la derecha se quedó en victoria amarga, con un Pedro Sánchez dispuesto a repetir los pactos de la anterior legislatura con ERC, PNV y Bildu y un nuevo aliado incómodo, Puigdemont, que inmediatamente puso sobre la mesa la amnistía y un mediador salvadoreño que vigilara desde Ginebra el cumplimiento de los compromisos.
Y lo que estamos viendo ahora sólo es una pequeña muestra de lo que nos espera. Ojalá me equivoque, pero me temo que durante el 2024 seguiremos hablando de lo mismo.