Un blanco haciendo de rey Baltasar
«La cultura ‘woke’ ha favorecido la aparición de inquisidores vulgares por doquier, gente que emplea su tiempo en buscar blasfemias contra la corrección política»
Bill Burr, humorista norteamericano, cuenta en uno de sus monólogos irreverentes una anécdota de Hollywood. Resulta que un actor interpretó a un hombre en silla de ruedas sin ser inválido. Pronto, todos los memos woke se lanzaron encima diciendo que cómo se atrevía a encarnar a un personaje que no correspondía con su condición física. Le persiguieron en las redes diciendo que era denigrante para los incapacitados, que aumentaba la discriminación que sufría este colectivo, y llamaron al boicot al actor, a la película, al productor y a los cines que la proyectaran. Burrsentenció: «A ver, idiotas. Es un actor. A eso se le llama actuar. Anthony Hopkins no tuvo que matar y comerse a nadie para interpretar a Hannibal Lecter».
Lo mismo ha pasado con un pobre actor contratado por la Junta Municipal de Chamartín, un distrito de Madrid. No había más actores negros en la empresa porque dos tenían covid, y eligieron al blanco para que representara a Baltasar. Es posible, no sé, digo yo, que este actor no viva en una mansión con mayordomos, ni tenga jet privado o chófer. Tampoco creo que haya dejado ninguna superproducción de Hollywood, o una serie de Netflix, HBO o Amazon para hacer este papel. Lo más probable es que el poco dinero que haya podido sacar con este trabajo, y tras pagar el IRPF, le dé para cubrir la cuota de autónomo. Lo mismo, incluso, es votante de Sumar o del PSOE.
La cultura woke ha favorecido la aparición de inquisidores vulgares por doquier. Hablo de gente que emplea su tiempo en buscar blasfemias contra la corrección política y en repetir todas las memeces posmodernistas. Pues nada, buscan una palabra, un gesto, un tuit o una foto, y entonces señalan con el dedo, gritando escandalizados como los alienígenas de La invasión de los ladrones de cuerpos. Su ánimo es cancelar y prohibir para hacer «justicia social» con los oprimidos, pero apoyándose en una ética difusa que distorsiona la realidad.
Un tal Víctor Gutiérrez, diputado del PSOE en el Congreso, tras ver al actor disfrazado apuntó indignadísimo en X: «¿De verdad queda alguien en 2024 que no sepa que esto NO se puede hacer?». Las mayúsculas son suyas. A ver, diputado, ¿y quién dice que no se puede? ¿El Código Penal? ¿Tú? El asunto puede descolocar a cualquiera. Pensemos. La amnistía sí, que rompe el Estado de Derecho, violenta la Constitución y anula la separación de poderes, pero una blackface no, es intolerable. Pero el diputado tiene una ética elástica y lo suelta. Es un ejemplo burdo de posmodernismo inconsciente: no tiene datos para demostrar que un actor con la cara pintada genere racismo entre los niños, pero lo dice para quedar bien y hacer méritos ante los jefes.
Ninguno de estos woke cita algún estudio científico basado en datos, con encuestas psicológicas al sector infantil, que diga que un actor disfrazado genere racismo. No hay ciencia detrás del posmodernismo inquisitorial. Pero no importa, aquí está el totalitario para decir «No se puede hacer». ¿Por qué? Porque lo dice él. Claro que se puede. Se llama libertad, incluso para equivocarse.
¿O es que los actores que representan a los Reyes Magos vienen realmente de Oriente? No. Vendrán de donde sea. Podría exigirse con las mismas que el actor negro que hace de rey Baltasar fuera oriental, y ponerse indignadito porque es occidental. ¿Eso es apropiación cultural? ¿Puede un actor negro que no sea oriental representar al rey Baltasar? Para estos woke de ética fluida es igual, porque lo importante es hacer política, cancelar, prohibir, criticar y mandar. Lo que les gusta es dictar y que los demás callemos o tomemos nota para obedecer.
«Estos mismos que critican el blackface no dijeron nada cuando Cleopatra o Ana Bolena fueron interpretadas por actrices negras, o La Sirenita cambió de raza»
Luego sale Rita Maestre diciendo que es intolerable que un hombre salga maquillado y con acento impostado. No quiero ser malo, pero Rita pertenece a un partido que apoyó el borrado de las mujeres que realizó el ministerio de Igualdad de Irene Montero. Según su pensamiento, cualquiera puede ser mujer con independencia de su biología. Perfecto. No tengo problema alguno. Sin embargo, a continuación estos extremistas de izquierdas dicen que un actor blanco no puede hacer de rey negro. Y es que su ética es elástica, líquida, tan fluida que se aplica según el colectivo al que afecte. La apropiación de género está bien, pero la de raza está mal.
Por otro lado, ¿qué derecho tienen los agnósticos y ateos, esos que abundan en la izquierda, a decir a los creyentes cómo tienen que celebrar sus fiestas, como la de los Reyes Magos? Se pasan la vida haciendo anticlericalismo, despotricando contra las tradiciones cristianas, insultando a los fieles y asaltando capillas —¿verdad, Rita?—, y luego critican que no se celebren correctamente las fiestas católicas. Es puro cinismo, producto de su obsesión por politizar la vida privada y las creencias íntimas.
Lo peor de todo es el ánimo totalitario y esa ética líquida e interesada que no es igual para todos. Porque estos mismos que critican el blackface no dijeron nada cuando Cleopatra o Ana Bolena fueron interpretadas por actrices negras, o La Sirenita cambió de raza. Esa doble vara de medir de una falsa ética deslegitima cualquiera de sus críticas. Esto no quita para que el Ayuntamiento de Madrid hubiera sido más riguroso con la recreación de los hechos religiosos populares, sobre todo cuando sabe que un mínimo descuido es carnaza para la izquierda.