THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

Pisar el fregado

«La ordinariez es muy susceptible, la estupidez campa a sus anchas y ya nadie conoce la diferencia entre el sentido literal y el figurado»

Opinión
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Pisar el fregado

La fregona, un invento español. | Wikimedia Commons

Una frase hecha, un ejemplo tópico, «prefiero fregar escaleras», no puede causar este revuelo mediático. La ordinariez es muy susceptible, la estupidez campa a sus anchas y ya nadie conoce la diferencia entre el sentido literal y el figurado, que se usa cuando las palabras o expresiones se apartan del significado y buscan una especial expresividad. Dentro del recorrido de la prensa de izquierdas que es ya una tradición de austeridad sin sal, censura y mentiras en equipo (el aburrimiento haciéndose pasar por solvencia), el llamado Movimiento de Competición Sincronizada reivindica la autocensura del político/periodista frente a esa fachada impávida de gravedad y puritanismo. La cosa realmente importante era tapar las vergüenzas del pacto encapuchado y al final del día estábamos ya todos en el fregado oportuno. Volveremos a inventar lo que ya había en casa, la fregona o la nueva política, para mimetizarnos con las corrientes del puritanismo yanki. 

No siempre fue así. Baudelaire, Zola, Larra en España, Bonafux, todo el 98, Marcel Proust, Pasolini en Italia, Ortega y Eugenio d`Ors, Foxá, Umbral, las crónicas de Eugenio Montes y Ruano etcétera, son un nuevo/viejo periodismo que los yanquis reinventaron sin conocerlo. O sea que sea como fuere, España ha pasado de importar cultura y vanguardia a importar esta moda de la cancelación. El sentimentalismo, la llorera por la frase de la fregona no es más que totalitarismo del lenguaje, cursilería kitsch. España vive un florecimiento del sentimentalismo y la cursilería que impide ya la libertad de expresión y el humor, que siempre comportan la gracia y el perfume de la subjetividad o astucia punzante. Pues bien, he aquí que estaba yo ayer pensando que en pleno 2023 nuestro «nuevo lenguaje» se nos queda viejo y cada cual ha de volver a sus hábitos y vicios de siempre. 

«Aún podemos revertir la moda y romper con todas las reglas del lenguaje, subvertir el puritanismo, que ya somos mayores en edad y dignidad»

Kundera ya decía que estamos creando una «sociedad kitsch», en el que las personas tratan de mantener la hipocresía mediante «la negación absoluta de la mierda; en sentido literal y figurado». Lo kitsch, definido como lo opuesto al arte de vanguardia o avant-garde elimina de su punto de vista todo lo que en la existencia humana es esencialmente inaceptable. Hemos heredado esa faceta cultural y olvidado a Salvador Dalí, pero de los surrealistas podemos recuperar la libertad esencial del lenguaje. Un escritor o artista en progresión camina siempre hacia mayores libertinajes de pensamiento y estilo, dejando atrás el compromiso burgués de lo que quiere el gran público, que es público porque ni siquiera sabe lo que quiere. 

Aún podemos revertir la moda y romper con todas las reglas del lenguaje, subvertir el nuevo orden moral y el puritanismo, que ya somos mayores en edad y dignidad. La subjetividad y la insolencia del yo nos dan vida, y aportan temblor y gracia al periodismo y a la política, sí, vieja o nueva, sólo que ahora estamos ya en la subjetividad de la autodestrucción y la insolencia triste del que no tiene otro recurso que montar la bronca. Brindemos en 2024 por conservar cierta audacia, simpatía, violencia, libertad y sorpresa, por jugar con la palabra y por pecar con el lenguaje sin caer en automatismos. Recuperemos el sentido figurado del lenguaje. España inventó la fregona, el genio del surrealismo y hoy puede ser potencia mundial. Pero, así y todo, el paso de la censura al lenguaje revolucionario, vanguardista, quizás ya no interesa a nadie.

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