THE OBJECTIVE
Fernando Savater

¿Qué hacer?

«Las llamadas izquierdas y derechas deben colaborar sin tiquismiquis contra el separatismo nacionalista, teocrático, de género y demás populismos posmodernos»

Opinión
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¿Qué hacer?

Ilustración de Alejandra Svriz.

Advierte una milonga argentina: «Muchas veces la esperanza / son ganas de descansar». Es cosa ya demasiadas veces comprobada por mi propia experiencia, pese a que no soy muy aficionado a este último vicio que se resistía a salir de la caja de Pandora. Pero resulta que la desesperación declamatoria -«¡No hay nada que hacer!»- es una muestra de pereza aún peor: no hay desesperado que mientras despotrica ocioso no busque la postura más cómoda para esperar el fin del mundo. 

Estas fechas de comienzos de año son propicias a forjarse ilusiones de futuro en lucha contra nuestros ramalazos desesperados que nos hacen sentir lúcidos (en España sólo los pesimistas, y si son inmovilistas mejor, resultan los únicos que pueden presumir de lucidez). No sé, me atrevería a recomendar -¡y recomendarme!- que de momento aparquemos la esperanza y la desesperación para cuando lleguemos al área de descanso. Y entre tanto vayamos intentando hacer cosas sin creérnoslas demasiado, pero también sin pintarlas de negro a cada paso: «Verás como no sale…». Hay un motivo para decidirse a actuar, con los titubeos que se quieran: el paso del tiempo no resuelve nada, mas bien lo empeora y pudre todo. Por supuesto, si ustedes están razonablemente contentos con cómo va el país o piensan que peor podíamos estar (¡la derecha! ¡que viene la derecha!), lo que voy a decir  no va con ustedes. Sólo puedo recomendarles que lean aquel viejo libro de Álvaro de Laiglesia, del que sólo conozco el título: Dios le ampare, imbécil.

De modo que me dirijo a aquellos ciudadanos que consideran la situación política de nuestro país insoportable pero no irremediable. Y empiezo por decirles que algunas pequeñas reformas parciales, incluso si son apreciables (y no simplemente ridículas como la enmienda constitucional de sustituir «disminuidos» por «personas con discapacidad»; puaf) no van a servir para enmendar desde la raíz el origen de nuestros males, que se llama Pedro Sánchez Castejón y no de otro modo. Es evidente que hay otros cabecillas nefastos que gestionan áreas concretas de nuestra gangrena (separatistas, hostigadores de jueces, proclamadores de leyes absurdas y dañinas sobre el género, la historia o los animales, antieducadores que quieren sustituir la formación por el activismo antisistema, etc…), pero todos funcionan con el apoyo de Sánchez (al que por su parte deben apoyar) y nunca habrían llegado a tener el poder que ostentan sin su designación directa o indirecta. Si se retira la carta Sánchez del castillo de naipes trucados, el resto de la estructura no se sostendrá. Por éso hay que ir a por el cambio de gobierno sin dejarnos distraer de ese objetivo, no a edulcorar o embellecer algunos de sus más escabrosos procedimientos. Y desde luego sin dejarse engañar por ninguna marca blanca. Votar a Sumar o a Podemos en lugar de a Sánchez es como tratar de escapar al hundimiento del Titanic mudándose de camarote.

Por lo mismo de nada sirve, todo lo contrario, dedicarse a gesticulaciones truculentas que halagan la ferocidad de la fiera pero neutralizando su fuerza de combate. Por ejemplo, apalear piñatas en Ferraz para desfogarse. Naturalmente, los que llevan haciendo lo mismo o peor desde hace mucho, tal como los que han conseguido despenalizar las injurias al Rey, a España, la apología del terrorismo, etc… no tienen la mínima autoridad moral ni política para condenar esas gamberradas políticas. Ni los periódicos, ya saben a cual me refiero, que hoy en su editorial recomiendan diálogo y moderación en la página de al lado de la que hace poco albergaba una columna de Jordi Amat tachando de bisontes trumpistas a quienes habían convocado una manifestación antigubernamental pacífica. Esos son sólo hipócritas y oportunistas por lo que no es para darles la razón por lo que rechazamos la piñata de Ferraz. No, lo malo es que ese tipo de festejos sólo sirven para hacer pasar una noche divertida a algunos simplones pero en nada afectan a la estabilidad del Gobierno. Todo lo contrario: más bien le refuerzan por la repulsa que suscitan en las personas de buen gusto. La tarea que tenemos por delante no es cabrear a Sánchez, sino hacerle desalojar la Moncloa

Para eso, podemos aprender algo del propio interesado. Sánchez no tiene ideología definida, ni principios que no pueda cambiar de la mañana a la tarde. Pero en cambio tiene envidiablemente claro su interés primordial, que es perpetuarse en el poder. A ese fin subordina el total de su gestión, sus pactos inverosímiles, su transgresión desacomplejada de lo que ayer él mismo calificaba de líneas rojas. No voy a aconsejar a los políticos de la oposición que imiten esta soberbia caradura del felón, entre otras cosas porque no es fácil de alcanzar, hay que haber nacido con rostro de póker. Pero si podemos aprender de él a tener clara nuestra meta política, que es precisamente «cancelarle» (por hablar en la jerga de  los campus americanos) de manera tan democrática como irreversible. Los partidos y grupos de la oposición deben olvidar sus lógicas discrepancias, sus rencillas de patio colegial o incluso los debates de alta metafísica política y centrarse en el objetivo esencial, el indispensable para cualquier otro fin: lo que parafraseando a Catón y su lema anticartaginés podríamos expresar como «Sánchez delenda est».

Sobre todo hay que acabar con esa supuesta incompatibilidad visceral entre izquierda y derecha de la que se nutre golosamente el sanchismo. Las llamadas izquierdas y derechas deben colaborar sin tiquismiquis contra el separatismo nacionalista, teocrático, de género y demás populismos posmodernos que amenazan nuestra tradición ilustrada. Y espero que la prometedora Izquierda Española (prometedora porque ya ha despertado las iras de la izquierda burra oficial, lo cual es buena señal) comprenda que su papel eficaz hoy es colaborar con el resto de la oposición de derechas también españolas en el derrocamiento del régimen actual: ya habrá tiempo en el postsanchismo de marcar las diferencias de criterio. 

Se acercan en nuestro país diversas y todas importantes citas electorales. Sin amalgamar a la fuerza lo que debe conservar su propia idiosincrasia, cada una de esas convocatorias es una oportunidad para que los partidos de oposición hagan notar que aunque discrepen en asuntos que pueden hoy posponerse, coinciden en la necesidad actual de librarse prioritariamente de la jaula del sanchismo. Y deben evitar con cuidado dejarse manipular por maniobras que sólo aspiran a inventar incompatibilidades absolutas entre los que no pueden vencer más que unidos aunque sólo sea temporalmente. Los medios afines a Sánchez son especialistas en estas trampas saduceas y sadufeas. Sobre todo está ante nosotros la gran oportunidad de las elecciones europeas: perderla sería haber sido derrotados en media guerra…como poco. Ánimo pues y ni caso a los derrotistas que se creen lúcidos y sólo padecen una variante mema del narcisismo: tenemos tarea para mañana y para pasado mañana. Y dónde hay tarea, hay esperanza activa, que es la única que cuenta.

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