THE OBJECTIVE
Fernando Savater

¿Crees tú que Europa…?

«Los españolitos pedimos ayuda en nuestros graves problemas internos a esa instancia celestial que es Europa. Pero la respuesta nos deja con frecuencia insatisfechos y asustados»

Opinión
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¿Crees tú que Europa…?

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; el comisario europeo de Justicia, Didier Reynders; el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; y el expresident catalán Carles Puigdemont. | Ilustración: Alejandra Svriz

Recuerden la historia de aquel alpinista al que se le rompió la cuerda y de milagro quedó colgando sobre el precipicio agarrado de mala manera a un estrecho reborde en la pared rocosa. Imploraba socorro a lo mas sagrado: «¡Por favor, Dios mío, santos del Cielo, venid en mi ayuda, que ya no puedo aguantar aquí mucho más! ¿Escucha alguien mi plegaria desesperada?». Una voz cálida y paternal sonó en las alturas: «Hijo mío, yo te he escuchado. Soy San Antonio, abogado de los imposibles y vengo a salvarte. Nada temas: suéltate y déjate caer. Yo te recogeré con mis manos invisibles y te llevaré volando como una pluma al camino mas seguro». El atribulado alpinista dudó un momento: «Gracias, San Antonio, es usted muy amable. Bueno, ¿hay alguien más por ahí?». A veces creo que los españolitos somos como ese alpinista accidentado y pedimos ayuda en nuestros problemas internos, muy graves sin duda, a esa instancia celestial que es Europa. Pero la respuesta europea nos deja con frecuencia tan insatisfechos y asustados como la del santo de Padua dejó al escalador en apuros. 

Entiéndame bien, creo que debemos apelar a la Unión Europea sin remilgos siempre que estemos en casa con el agua al cuello. Pero hay que saber que el procedimiento tiene sus dificultades. Para empezar, mas vale no mitificar demasiado la sabiduría y honradez de los diputados. Entre ellos encontramos gente excelente, claro, pero también estúpidos, supersticiosos e impresentables como los que tenemos en casa (peores no creo, la verdad). Como bien escribió en El Criticón nuestro Baltasar Gracián «en todas partes hay vulgo y más insolente donde más holgado». Más holgados que los parlamentarios de la UE no los hay de modo que cuidadito de entregarnos sin garantías al criterio de ese vulgo. Por otra parte, aunque creamos que el mundo entero está preocupado con nuestros problemas domésticos, la verdad es que en cruzando nuestras fronteras (¡y a veces aún sin cruzarlas!) la mayoría de la gente no sabe nada de nuestras tribulaciones con ETA, Cataluña, Sánchez y otros temas formidables. Buena parte de los eurodiputados sólo saben de lo que pasa en España lo que les cuentan sus correligionarios: de modo que si son de izquierdas o cosa parecida, olvídate de ellos.

«Aunque creamos que el mundo entero está preocupado con nuestros problemas domésticos, la verdad es que en cruzando nuestras fronteras la mayoría de la gente no sabe nada de nuestras tribulaciones con ETA, Cataluña, Sánchez y otros temas formidables»

Cuando nos concedieron a Basta Ya el premio Sájarov por nuestra defensa de los derechos humanos (gracias a Rosa Díez, Alonso Puerta y otros eurodiputados socialistas españoles de los que ahora no abundan, si no de qué) yo andaba obsesionado con lograr que la Eurocámara enviase un grupo de estudio para comprobar cómo se vivía en Euskadi bajo la amenaza terrorista y el nacionalismo obligatorio. Por fin conseguí hablar con Antonio Tajani, inteligente y responsable, que me aseguró que lograría formar ese equipo para visitar Euskadi pero que pensara bien los pros y las contras de la iniciativa. Me quedé un poco asombrado, tan convencido estaba en mi inocencia de que cualquier persona imparcial que viese lo que ocurría en mi tierra se indignaría sin lugar a dudas. Pero Tajani, con finezza italiana, me dio a entender con lenguaje diplomático que bien pudiera ser que en ese grupo me tocasen algunos de los europarlamentarios que tenían a ETA por una guerrilla de liberación (como hoy tenemos devotos de Hamás) y entonces el testimonio que buscábamos en Europa se volviese contra las víctimas y a favor de los verdugos. Finalmente abandoné mi idea, por miedo a empeorar las cosas. 

Creo que hay dos razones principales para que nuestras reclamaciones no sean escuchadas en Europa con la comprensión y apoyo que merecerían. En primer lugar, los atropellos llevados a cabo con toda tranquilidad por Sánchez y sus secuaces son tan insólitos respecto a las prácticas políticas europeas que vistos desde fuera no resultan creíbles. ¡La gravedad de lo que denunciamos perjudica nuestra credibilidad! Ningún país de nuestro entorno padece separatismos tan acendrados, rabiosos y ventajistas como España. Y en ningún otro país serían tratados con tanta tolerancia y se les permitirían tomarse tantos privilegios como aquí, hasta el punto de que los forasteros que entienden la cosa a medias piensan: «Algo de razón tendrán cuando se les trata con tales miramientos». Durante la reciente visita de una comisión de la Eurocámara para comprobar la situación del castellano y el catalán en las aulas de Cataluña, los visitantes no podían comprender que las sentencias judiciales confirmando la obligación de mantener al menos un 25% de las asignaturas en castellano fuesen desoídas completamente y hasta se recomendase desde la Generalitat que no se les diese cumplimiento: «¡No puede ser, pero eso es imposible!». Pues no, en este caso y otros similares lo imposible no es violar impunemente la legalidad establecida sino cumplirla. Pero vete a convencerle de eso a un honrado alemán… Esperemos que el ambiente totalitario que ha respirado la comisión visitante en Barcelona (y fuera de ella habría sido peor) les haya convencido de que España is different, como enseñaron nuestros mayores.

La segunda razón es que también entre las élites políticas europeas está vigente una superstición nefasta que en España conocemos demasiado bien: la superioridad política y moral de la izquierda. Es una superstición que como sabemos afecta no sólo a la propia izquierda sino también a regañadientes a gran parte de la derecha. Si los constantes y variados atropellos llevados a cabo por Pedro Sánchez para conservar el poder los hubiese hecho un político nominalmente de derechas se hubiese ganado la hostilidad feroz del Parlamento Europeo. Pero como resulta que el Gobierno español actual se proclama de izquierdas y, pese a tener la mayor tasa juvenil de paro y el máximo de pobreza infantil, ostenta una estúpida arrogancia que nos convence de que lo es, nadie se atreve a homologarle con regímenes iliberales derechistas del este europeo. Hace tres o cuatro años tuve un diálogo cara al público en el Hay Festival de Segovia con mi amigo el polaco Adam Michnick. Antes charlamos un rato y Adam me contó su preocupada indignación ante las violaciones de la independencia judicial llevada a cabo en su país por las fuerzas del PIS (¡vaya nombrecito!) y otros grupos integristas. Yo compartí su preocupación y la extendí a lo que ya empezaba a pasar en España gracias a Sánchez y sus secuaces. Adam se quedó algo extrañado porque tenía mejor opinión (y menos información) sobre nuestro «socialdemócrata» local. A la hora de la comida, cuando tocaba dedicarnos al delicioso cochinillo que premiaría nuestros desvelos, Javier Cercas, que había estado también charlando con nuestro amigo polaco, se me acercó asustado: «Oye, ¿qué le has contado a Adam?». Le dije que sólo la verdad, como suele ser mi costumbre, y me callé que era esa verdad sobre nuestro país que algunos intelectuales mas acomodaticios no le iban a contar jamás. Porque, claro, una cosa es hablar del gran peligro de la derecha radical para los valores de la democracia europea y otra cosa es señalar que cierta izquierda representa ya en nuestro país un peligro ciertamente mayor.

Conclusión: sigamos buscando el apoyo de Europa contra quienes sin pizca de decencia atropellan nuestro Estado de derecho. Después del revelador strip-tease que hizo Pedro Sánchez frente a Manfred Weber, hemos ganado bastantes puntos de credibilidad incluso entre los mas escépticos… siempre que no sean muy de izquierdas, de esos nada bueno puede esperarse. Exijamos entre las demás democracias de nuestra Unión la ayuda legal y política que nuestro país merece, tras haber combatido al último terrorismo continental no islámico. Pero, aquí entre nosotros, no nos hagamos demasiadas ilusiones y no descuidemos lo que podamos lograr por nuestras propias fuerzas.

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