THE OBJECTIVE
José Rosiñol

Buscaban un muerto

«Los que sufrimos la violencia nacionalista estamos estupefactos al ver cómo el separatismo logra sus objetivos gracias a la obsesión con el poder de Sánchez»

Opinión
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Buscaban un muerto

Ilustración de Alejandra Svriz.

El 9 de diciembre de 2018, Quim Torra, principal representante del Estado en Cataluña por ser presidente de la Generalitat declaró: «Los eslovenos lo tuvieron claro. Decidieron determinarse y tirar hacia delante en el camino de la libertad con todas sus consecuencias hasta conseguirlo. Hagamos como ellos. La vía eslovena es nuestra vía». La llamada vía eslovena fue la llamada «Guerra de los Diez Días» en la que solo murieron 60 personas y hubo 300 heridos. La semana del 14 al 18 de octubre del año siguiente se produjeron los peores disturbios ocurridos en Barcelona desde el anarquismo de principios del siglo XX.

Lo que se vivió en el centro de Barcelona en aquel octubre fue una bien planificada estrategia de guerrilla urbana. Se trató de una espiral de violencia que trató de colapsar al Estado y lograr una visibilidad internacional para lograr el sueño húmedo del separatismo: la mediación internacional en un conflicto entre «España y Cataluña». Esa violencia organizada siguió los manuales de movimientos guerrilleros. Detrás, tal y como confirmaron los servicios de información de nuestro país, había una organización denominada Tsunami Democràtic. Todo estaba orquestado, todo estaba coordinado para lograr el impacto político que necesitaban.

La estructura que desplegó el separatismo sigue las líneas de las llamadas «acciones en zona gris», dónde los impulsores siempre pueden acogerse a la negación plausible. Sin embargo, la secuencia de sucesos dibuja un escenario en el que, desde distintas instituciones y partidos catalanes, se activaron organizaciones como los CDR (Comités de Defensa de la República) que eran básicamente, a modo de las Tropas de Asalto alemanas, grupos dedicados a la presión social y política contra los catalanes contrarios a la independencia, estos grupos, muchas veces estaban dirigidos por condenados por terrorismo. Para los planes del separatismo faltaba una fuerza de choque que superase la capacidad de respuesta del Estado, esta fue Tsunami Democràtic, entidad escondida tras las nuevas formas de organización a través de redes sociales.

Si la vía eslovena se saldó con decenas de muertos, los hechos de Urquinaona se saldaron con 600 heridos, muchos policías gravemente heridos, muchos millones de euros en desperfectos, el intento de toma de infraestructuras básicas y el terror desplegado en las calles de una ciudad otrora tan abierta como Barcelona. Los vecinos estupefactos ante las imágenes de contenedores y coches ardiendo, el miedo a salir a la calle, a ser atacados por esas bandas de desalmados que desplegaban una violencia política sin precedentes. Ese miedo, ese terror necesitaba un muerto, lo intentaron, solo gracias a la profesional actuación de las fuerzas y cuerpos de seguridad, se pudo evitar. La vía eslovena se evitó, la tragedia se rozó, el separatismo sacó su verdadera cara de intolerancia e imposición, su auténtica esencia autoritaria.

Los que hemos sufrido esa violencia separatista, los que sin ser nadie, hemos sido señalados como objetivo, los que hemos tenido que llevar escolta policial y contravigilancia en nuestros domicilios para evitar haber sido ese primer muerto, sabemos bien qué hay detrás del movimiento separatista. Detrás de lo que llamaban «revolución de las sonrisas» se escondía y se esconde el monstruo del nacionalismo más excluyente. Los que tratamos de parar esa locura antidemocrática con formas de acción similar a los movimientos fascistas de la Europa en el primer tercio del siglo XX, estamos estupefactos al ver cómo, este separatismo, en sus momentos de menor impacto social, está logrando sus objetivos gracias a la obsesión con el poder del actual presidente del Gobierno.

«En esta claudicación en diferido de Sánchez, se está tergiversando el relato de lo que ocurrió en Cataluña en aquellos aciagos años»

En esta cesión sin fin, en esta claudicación en diferido de Pedro Sánchez, se está tergiversando el relato de lo que ocurrió en Cataluña en aquellos aciagos años. Resulta, como mínimo chocante, que este Gobierno, que es el mismo que había en 2019, esté desclasificando documentos de los servicios de información como pago a los partidos separatistas para mantener su apoyo parlamentario. En ningún otro país democrático se vería declarar a la exdirectora general de los servicios de inteligencia por cumplir con su deber, deber que no era otro que investigar a los movimientos que crearon Tsunami Democràtic y otras organizaciones que trataban (y tratan) de acabar con nuestra democracia. Investigan y están obligados a investigar qué, cómo y quiénes están tratando de acabar con el Estado, sean del color político que sean.

La paradoja de todo lo que estamos viendo es que fue, precisamente, Pedro Sánchez y su Gobierno, cumpliendo con su obligación de proteger el orden constitucional, el que dio las directrices al CNI para que investigaran las actividades de Pere Aragonés y otros, y ahora es Pedro Sánchez el que cede ante Pere Aragonés y otros documentación y facilita la acción contra el CNI… ¿Le habrá contado a Pere Aragonés que fue él el que ordenó que se le investigara? ¿Hasta qué punto estos hechos podrían considerarse como la utilización de medios públicos (la información de los servicios de inteligencia) para un interés privado (el interés del partido)? ¿Hasta dónde estará dispuesto a llegar para lograr el apoyo del separatismo?

Paralelamente, con el objetivo de tapar esta ignominia, para lanzar cortinas de humo narrativo (en esto son muy buenos), desde el Gobierno y todos sus tentáculos mediáticos, se ha relanzado el relato de la llamada «policía patriótica». Todo sea para confundir, todo sea para escurrir el bulto, todo sea para engañar a la población, lo que sea para no tener que dar explicaciones… La manipulación social y mediática es una de las señas de identidad de este nuestro Gobierno populista, Pedro Sánchez podría muy bien ser el Trump español. Que se flirtee con los que soñaban con la vía eslovena no importa, lo importante es la permanencia en el poder, aunque sea cabalgando sobre el tigre del nacionalismo más rancio y excluyente.

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