La gallina ciega
«Sánchez da calor y abrigo a Puigdemont, a quien España le importa un huevo; lo peor es que al presidente de todos los españoles parece pasarle lo mismo»
La gallina ciega es probablemente el libro más conocido del escritor y poeta Max Aub, desgraciadamente uno de los intelectuales menos conocidos de la Generación del 27. Afiliado al PSOE en 1928 y muerto en México en 1972, en el exilio, fue referente de lectura para los socialistas que hemos sido cancelados por el Líder Supremo que ¿gobierna España, o solo una parte? Este libro y concretamente su título hace referencia a muchas de las actuaciones de Sánchez: empollar huevos ajenos.
Eso es lo que hace el presidente y su Gobierno, dar calor con traje a medida y abrigo a Puigdemont, un delincuente prófugo de la Justicia española, alguien a quien España y los intereses generales de los españoles le importan un huevo; lo peor es que al presidente de todos los españoles parece pasarle lo mismo.
La solución que ha encontrado Sánchez para que no lo parezca es aterradora: levantar un muro que separa en dos a los españoles, cambiar de posición al dictado del prófugo «haciendo de la necesidad virtud», pisotear y saltarse líneas rojas que jamás un socialista podía imaginar, colonizar las principales instituciones que garantizan un Estado de derecho, cual bolivariano se tratara, todo por un rato más en el poder.
Lo peor es que se apoya en la fachoesfera que representa una formación como Junts: racista, xenófoba, sedicente y que no muestra ningún arrepentimiento de los delitos que cometieron en el procés, por los que sus dirigentes, junto a algunos de ERC que no huyeron en un maletero, fueron condenados en firme, luego indultados y beneficiados con una reforma del Código Penal para que no fueran sedicentes o vulgares chorizos en la utilización del dinero de todos los españoles y ahora, si Europa no lo remedia, amnistiados.
«Es licito preguntarse si aún quedan más líneas rojas que saltarse que dan miedo: la del referéndum con seguridad»
Hay que recordar una y otra vez, que esta secuencia, hasta que Sánchez lo necesitó para seguir en el poder, constituía líneas rojas que un gobierno, no ya socialista sino progresista, no estaba dispuesto a traspasar. Hay que recordar una y otra vez que quedan pendientes de ver rebajadas las penas a 1.300 violadores gracias a la ley del sí es sí, incluso provocando su puesta en libertad.
Es licito preguntarse si aún quedan más líneas rojas que saltarse con el paso del tiempo, el olvido de lo anterior, y que dan miedo: la del referéndum con seguridad. Pero hay otra que no da miedo sino pánico, la contenida el apartado 3 del artículo 1 de la Constitución que dice «la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria».
Tomando prestadas algunas frases de Max Aub en su libro La gallina ciega, actualizadas al día de hoy, Sánchez «confunde España con Él mismo (…) una persona privada de luz, en oscuridad completa —sin perder la vista, pero metida dentro de las tinieblas gracias a una venda o pañolón— anublados el juicio y la razón, incapaz de juzgar los colores, a quien su ignorancia parece discreción, entorpecidos los sentidos, a quien todo se le volvió noche, ciego de pasión de orgullo (…) Con los ojos vendados, los brazos extendidos, buscando inútilmente a sus compañeros, dando manotazos al aire, perdido».