Ni Junts, ni Galicia, ni Mohamed, ni Koldo
«Sánchez sigue adelante. Nada le afecta: ni los chantajes de Junts, ni la derrota en Galicia, ni las humillaciones de Marruecos y ni el escándalo de la trama de Koldo»
A Pedro Sánchez las malas noticias le provocan una tensión mandibular muy visible que le deforma el rostro hasta crear una especie de mascara que acompaña con una mirada amenazante como si fuera el luchador Ilia Topuria antes de empezar un combate de la UFC. Es un gesto que le surge de lo más profundo y que refleja su creencia de que su destino universal es ser presidente en la Moncloa y que para ello tiene que hacer lo que sea. Antes, cuando venía alguna mal dada, intentaba disimular con una sonrisa fría, mecánica y agresiva. Ahora ya no se molesta en ocultarla.
La mostró hace unas semanas cuando Junts le dejó en evidencia al votar en el Congreso en contra de la ley de amnistía que el propio Sánchez les había dejado redactar y parchear. Un hecho histórico que pasará a la historia de la infamia porque no se tienen noticias de que nunca un gobierno democrático hubiera concedido a unos delincuentes prófugos de la justicia la posibilidad de redactar una ley que, saltándose toda la legalidad constitucional, les permitiera no solo salir impunes de sus delitos sino, además, seguir alardeando de volver a hacerlo. Alardearon y no mintieron. Hace unos días redoblaban el desafío al gobierno al apoyar que la Mesa del Parlamento catalán, aprobará, con el informe de los letrados en contra, una Iniciativa Legislativa Popular que pide que la Cámara autonómica declare la independencia de Cataluña. Y Sánchez calla.
Callaba porque calla siempre ante los independentistas. Además, estaba en plena campaña electoral en Galicia. Una campaña en la que se ha volcado de manera especial con numerosas presencias suyas en actos electorales buscando una mayoría de izquierdas en Galicia que le permitiera un doble triunfo. Por un lado, quitar la mayoría absoluta al PP y convertirlo en un varapalo nacional a Alberto Núñez Feijóo. Y, por otro, con ese resultado, dejar en evidencia ante toda España que los votantes estaban a favor de su proyecto de amnistiar a los golpistas independentistas.
El resultado fue efectivamente doble, pero contrarios a los que buscaba. Por un lado, el PSOE obtenía los peores resultados de su historia en Galicia. Y por otro, la buscada mayoría de izquierdas quedaba en manos solitarias del BNG, porque el PSOE queda residual, Sumar no sumó y Podemos no pudo. Por eso en su primera presencia tras las gallegas en el Congreso volvió a verse a un Pedro Sánchez con la mandíbula de acero, la mirada fría y la mascara agresiva que mantuvo durante el habitual intercambio de golpes con Feijóo que se produce en todas las sesiones de preguntas al Gobierno.
«El PSOE obtenía los peores resultados de su historia en Galicia. La mayoría de izquierdas quedaba en el BNG, porque el PSOE queda residual, Sumar no sumó y Podemos no pudo»
Ese mismo día tenía, sin embargo, una buena noticia en su agenda. Mohamed VI le iba a recibir por fin en Rabat. Esta vez sí iba a hacerse la foto con el rey alauita y no como la anterior en la que sufrió un gran desplante diplomático. Ahora buscaba la foto con el rey y la obtuvo. Y nada más. Las aduanas comerciales de Ceuta y Melilla siguen cerradas dos años después de que se acorada abrirlas. De contención inmigratoria, solo buenas palabras y ningún hecho. De las explicaciones sobre el espionaje con Pegasus de su móvil y del de algunos ministros, el gobierno ni lo reconoce, ni lo pregunta. Ni a Marruecos ni a la empresa israelí Pegasus. Nada sabemos. Pareciera que Sánchez quisiera olvidarlo y por si acaso volvió a defender el giro diplomático español sobre su posición sobre un referéndum en el Sahara. Posición contraria a todos los grupos parlamentarios del Congreso, excepto el socialista.
Estaba contento el presidente vendiendo un supuesto gran triunfo diplomático por ese viaje hasta que en la rueda de prensa le preguntaron por Koldo García y por su exjefe, el que fuera ministro de Transportes y también secretario de organización del PSOE, José Luis Ábalos. Le preguntaban si en su día le había cesado como ministro por este caso. Según escuchaba las mandíbulas se cerraban, el rostro se tensaba y si con la mirada pudiera haber fulminado al periodista lo hubiera hecho. Sabe que este caso ha terminado con una de sus banderas: la ausencia de corrupción en sus gobiernos. En su obsesiva soberbia se equivocó y en vez de apoyar todas las investigaciones policiales y judiciales, intentó compararlo con las acusaciones que hubo en su día contra el hermano de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en otro caso con mascarillas de por medio. Y volvió a equivocarse al mentir y decir que nadie había investigado ese caso del hermano cuando lo cierto es que fue investigado y desestimado tanto por la fiscalía española como por la fiscalía europea. Comparaba un caso desestimado por la justicia con un escandalo que tiene pinta de afectar cada vez más a más cargos socialistas.
«Sánchez controla con mano de hierro a todos los cargos socialistas. A los que ha cesado y han sido cargos de confianza suyo, les ha vuelto a situar en cargos de cierta responsabilidad»
Sánchez controla con mano de hierro a todos los cargos socialistas. Siempre. A los que ha cesado y que en algún momento han sido cargos de confianza suyo, más tarde o temprano, les ha vuelto a situar en cargos de cierta responsabilidad pública o privada. A todos no. A José Luis Ábalos no. Sigue de diputado a pie, aforado, pero solo diputado. Todo alrededor del que fuera número tres del PSOE ha sido siempre tierra quemada y revuelta. Ya en su famosa cita nocturna en el aeropuerto de Barajas con la vicepresidenta venezolana que tenía prohibido pisar territorio de la UE, Ábalos llegó a dar cinco versiones distintas. Donde se cruzaban maletas, salas y conversaciones. A pesar de eso no es enemigo fácil. Sabe mucho y todos lo saben en el PSOE.
Aunque Ábalos empezó negando toda relación con su mano derecha durante años, ya en las primeras resoluciones del juez que lleva el caso se apunta a que el exministro estaba al corriente de todo. Así se desprende del pinchazo de una conversación telefónica del empresario clave en la trama. Destapado el escándalo las fichas afectadas van saltando: Puertos del Estado, ministerio de Transportes, ministerio de Interior, Gobierno de Canarias, Gobierno de Baleares. Y lo que venga, que parece que no es poco.
Así lo deben entender también en el gobierno que ya están indicando a Ábalos que dimita como diputado. Intentan que todo quede en él. Pero no es fácil. La actual presidenta del Congreso, Francina Armengol, la tercera autoridad del Estado, tendrá que explicar por qué tardó casi tres años, exactamente hasta el día antes de dejar de ser presidenta de Baleares, para reclamar 2,6 millones de euros a la empresa investigada de Koldo García alegando que las mascarillas que le compró no eran las idóneas. También el actual ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres, entonces presidente de Canarias, que vetó en el Parlamento canario investigar las compras de mascarillas en las Islas a pesar de que la Audiencia de Cuentas Insular había advertido que la empresa del «asesor de Ábalos» había sido contratada dos veces sin pasar por la Junta de Gobierno.
Pedro Sánchez llegó al gobierno con una moción de censura a Mariano Rajoy basada en la lucha contra la corrupción. Tenía por bandera que nunca había tenido un problema de corrupción en su gobierno. Ahora sabemos que al menos tiene uno y que cada día que pasa y se conocen nuevos datos aumenta su gravedad porque era una autentica red.
Sánchez sigue adelante. Nada le afectará. Ni los chantajes de Junts, porque los pagará. Ni la derrota en Galicia, porque la obviará. Ni los fracasos y humillaciones de Marruecos, porque tragará. Y ni el escándalo de la trama de Koldo, el asesor de Ábalos, porque extirpará y amputará sin anestesia y sin que asuma nunca ninguna responsabilidad. Nada le detiene y así lo avisó. Se siente fuerte en el gobierno hasta el 2027. Pase lo que pase. O no.