Ábalos no quiere ser Rubiales
«Ábalos es aforado. Y, posiblemente, más cuidadoso que un comprador de apartamentos al contado para ponerlos a nombre de su hija menor de edad»
José Luis Ábalos no quiere ser Luis Rubiales. Lógico. Para empezar, porque entre Ábalos y su Koldo [García Izaguirre] no hubo ni «un piquito». Hasta ahí podíamos llegar. Sí fueron, ambos, hombres de la más absoluta confianza de Pedro Sánchez. También Rubiales tenía una muy buena relación con el líder. Pero no tanto. Ábalos y Koldo le ayudaron en sus meses más difíciles: del Comité Federal de octubre de 2016 que le expulsó, biombo mediante, hasta la recuperación del liderazgo socialista en mayo de 2017, y después hasta la moción de censura contra Mariano Rajoy que le llevó a la Moncloa el 2 de junio de 2018.
El exministro y extodopoderoso mando socialista Ábalos fue su voz en aquella moción de censura. Ambos la justificaron en su «lucha contra la corrupción del PP». Se apoyaron en un párrafo fake del juez José Ricardo de Prada en una sentencia de la Gürtel. Y lograron hacerse con la presidencia del Gobierno. La relación del líder con el hoy innombrable Koldo es anterior, especialmente afectuosa y ligada a Santos Cerdán, el hoy célebre negociador de Sánchez con el prófugo Puigdemont para el trueque de los siete votos de Junts a cambio de lo que haga falta.
Es bien conocido el elogioso perfil que, en 2014, Sánchez dedicó a Koldo en su Facebook: «último aizkolari socialista», «gigante de la militancia en estas tierras navarras», «guerrillero de grandes dimensiones físicas y corazón comprometido», «titán contra los desahucios», «inagotable aizkolari contra las injusticias», «ejemplo para la militancia». Aquello fue años antes de que García Izaguirre se convirtiera en el hombre para todo de Ábalos. La relación de Sánchez con su «último aizkolari socialista» no se rompió con el tiempo. En su «Manual de resistencia», Sánchez firma que García Izaguirre fue el hombre encargado, como mínimo, de custodiar los avales con los que se enfrentó a Susana Díaz. Tal fue su implicación en la custodia, según el relato rubricado por el presidente, que llegó a dormir con los avales… sin ducharse siquiera. Pobre Koldo.
Con tamaña carta de presentación se entiende que Ábalos eligiera al exportero de puticlub, con antecedentes penales por una pelea, pero apadrinado por Cerdán, como su hombre para todo. No hay headhunter capaz de encontrar un candidato a asistente de ministro con más méritos que el titán de los avales. Por eso ahora Ábalos se duele: no le hagáis un Rubiales, que aquí no hay piquito, que el auto del Juzgado Central de Instrucción número 2 de la Audiencia Nacional no le menciona en ninguna de las 24 páginas que muchos periodistas ya han leído.
Claro. Ábalos es aforado. Y, posiblemente, más cuidadoso que un comprador de apartamentos al contado para ponerlos a nombre de su hija menor de edad. Además, mentar a Ábalos elevaría el caso al Tribunal Supremo, y bastante materia hay en las diligencias, sin necesidad de mencionarle, para empezar a investigar la corrupción ligada a Gobiernos socialistas (el central, el de Baleares y el de Canarias) por la compra de mascarillas durante la pandemia.
Empezar a investigar. Ésa es otra clave que Ábalos agita en su defensa y que está a la vista de quienes hayan tenido acceso al auto. La hoy ya célebre «Soluciones de Gestión y Apoyo a Empresas», investigada por la Audiencia Nacional y origen de la veintena de detenciones encabezadas por Koldo García Izaguirre, es la protagonista de sólo tres de los trece contratos denunciados el 10 de marzo de 2022, ante la Fiscalía Especial contra la Corrupción y contra el Crimen Organizado, por Alfonso Serrano Sánchez-Capuchino, en ese momento diputado y portavoz del Grupo Parlamentario Popular en la Asamblea de Madrid.
«Su ‘salimos más fuertes’ significaba ‘saldremos más ricos’… algunos. El fortachón Koldo, todos los del KOLmité Do Expertos, y también sus familias y allegados»
A los tres contratos sospechosos denunciados por Serrano, la Fiscalía Anticorrupción suma otros cuatro en Canarias, con el hoy ministro Ángel Víctor Torres como presidente, por más de 12 millones de euros; otro a Baleares, presidida por la hoy presidenta del Congreso Francina Armengol, por 3,7 millones de euros; y otro, del que no se menciona importe, remitido a la Fiscalía Europea por afectar a Fondos de la UE.
Bien, pero, ¿y los otros 10 contratos denunciados por Serrano? Sobre ésos no trata el auto. Hurgando en la hemeroteca encontramos que esos otros 10 fijaban su atención en varias empresas que contrataron con el Ministerio de Sanidad, con Salvador Illa como titular del departamento: FCS Select Products, Member of The Tribe SL, Weihai Textile Group, Hyperin Grupo Empresarial… Hoy sabemos que Illa también contrataba con las empresas que han hecho famoso a Koldo. Y en la denuncia se incluyó así mismo un contrato de una empresa ligada, por motivos laborales, con el marido de Nadia Calviño, entonces ministra de Economía y hoy presidenta del Banco Europeo de Inversiones; pero parece que quedó exonerado.
Quedarían nueve que, con los tres ahora investigados por la Audiencia Nacional, sumaban 360 millones de euros de dinero de los contribuyentes. ¿Serán esos nueve perfectamente legales? Es posible, pero la Justicia tiene su ritmo, infinitamente más lento que el del periodismo. Hemos tardado dos años en ver en un auto los métodos (por cierto, bien conocidos) de contratación de Koldo y sus amigos: han vuelto a proliferar las mariscadas que popularizaron los dirigentes de UGT en el caso de los ERE. En este caso, en restaurantes de Madrid, por no hacer mucho gasto.
La docena de contratos denunciados por Alfonso Serrano en 2022 habían sido señalados por informaciones periodísticas desde 2020, el año de la pandemia. Han pasado cuatro años. Álvaro Nieto, director de TO, tiene incluso un libro dedicado a ese clamor en el desierto.
Si los medios tienen suficiente altavoz, lo que no llega a los juzgados (o es exonerado por ellos) queda como escándalo mediático. Cuando no hay base de incumplimiento de la ley que avale la denuncia, azuzar el escándalo mediático es políticamente eficaz en demasiados casos. Así ocurrió, por ejemplo, con la célebre denuncia contra el hermano de Isabel Díaz Ayuso. Acumuló portadas y escándalo mediático, pero no había nada ilegal. Y el vuelo del boomerang posiblemente animó a la denuncia que interpuso Serrano por los 13 contratos sospechosos del Gobierno de Sánchez que han empezado a dilucidarse en la Audiencia Nacional esta semana. Nuestro Pedro, el implacable cazador de (ficticias) corrupciones ajenas, cazado en (acreditadas) corrupciones propias.
«El alguacil, alguacilado», dejó escrito Francisco de Quevedo hace ya cuatro siglos. Ahí queda una frase como muestra de que no hemos cambiado tanto: «…son los escudriñadores de vidas y fiscales de honras, y levantadores de falsos testimonios, que debajo de tierra sacan de qué acusar, y andan siempre desenterrando a los muertos y enterrando a los vivos».
Por cierto, la pandemia ahora se entiende mejor. No encontrábamos el ignoto Comité de Expertos que Sánchez, Illa y compañía usaban de burladero para no dar explicaciones de ninguna de sus arbitrariedades porque buscábamos mal. Lo que había era un KOLmité DO Expertos, que tenía a los mandos al equipo de máxima confianza de Pedro Sánchez en su renacer como líder socialista en las primarias de 2017. Su célebre «salimos más fuertes» significaba «saldremos más ricos»… algunos. El fortachón Koldo, todos los del KOLmité Do Expertos, y también sus familias y allegados. «Caiga quien caiga», dice el clásico.