Dónde está el pueblo, que yo lo vea
«Disfrute de lo popular quien todavía pueda. Pero no olvide que el pueblo es una yegua brava. Por eso se expone a una coz quién trata de ponerle riendas»
¡Ah, el pueblo! Oscuro objeto de deseo para políticos y recurrente campo de estudio para sociólogos. No son pocos quienes ambicionan someterlo, pero ¿se puede dominar aquello que no se conoce? Después de más de un mes de protestas, hemos escuchado a menos agricultores que agrónomos y, como era de esperar, a menos ganaderos que titulados en Veterinaria. Mal asunto, pues, como decía Antoñete, si uno quiere ser torero antes debe ser toro.
Ahora un celebre politólogo abjura de las chorradas de nuestras élites intelectuales (arrepentidos los quiere Dios) y defiende volver la vista a la sabiduría tradicional. Pero su curiosa fraseología evidencia que ya es demasiado tarde. Nos cuenta que en su infancia fue «menos dado de hacer excursiones» que otros y que su educación «fue una de valores», en tanto que estaba «centrada sobre la importancia del respeto» y respecto a las viejas verdades «en esencial era ser fieles». ¡Ahí queda eso!
Su esfuerzo será en balde. No se puede volver a la sabiduría popular así como así. Lo malo no es el hombre sin cultura, decía Jünger, sino el hombre deformado por la cultura. ¿En qué narices consiste centrarse sobre algo o exclamarse sobre cómo? Para el autor de esas frasecitas, uno de esos sufridos pénsiles catalanes que hicieron sus abluciones en la inmersión lingüística, ya no hay nada que hacer.
«No se puede volver a la sabiduría popular así como así»
El pueblo… ¡Qué obsesión tienen todos por libar sus dulces mieles! Hoy los blogueros y sociómetras, antaño sofisticados, se acodan en la barra de zinc de un bar de viejos en Villaminga del Caudillo y se hacen fotos frente al plato de torreznos. ¡Pero no basta con eso! Como ignoran técnicos, académicos y profesionales de lo suyo, el pueblo, que es una sombra huidiza, se escurre cuando estás a punto de alcanzarlo.
Populista es quien ama al pueblo solo en la teoría. ¿Quién nos iba a decir, diez años atrás, que el partido de los de abajo podía ser dirigido con guante de hierro desde arriba? Y quien dice arriba dice un complejo residencial a orillas de la carretera de la Coruña. Hoy, que ya estamos bien placeados, sabemos que la horizontalidad no da para más y que quien mucho abarca poco aprieta. Disfrute de lo popular quien todavía pueda. Pero no olvide que el pueblo es una yegua brava. Por eso se expone a una coz quién trata de ponerle riendas.