Sánchez y la teoría de las catástrofes
«Si cae el apoyo al socialismo en la comunidad catalana, las posibilidades de Sánchez de volver a ser presidente del gobierno tienden a cero»
A Sánchez se le ve nervioso, imagino las reuniones de Sánchez el Inmisericorde con sus mil asesores gritando y gesticulando a diestro y siniestro preguntando qué hacer para evitar que lo de Koldo le caiga encima como una losa. En el fondo, como casi todos los políticos que han pasado por el teatro de la política nacional, sabe que en nuestro país se perdona todo (o casi todo) menos la corrupción, el resto, si se maneja bien, si se miente lo suficiente, el electorado acaba siendo hipnotizado por los cantos de sirena de la política patria.
Un gobierno nacido de una moción de censura aupada sobre los hombros de la defensa de la honradez y en contra de la corrupción del contrario, debería haber estado muy atento a que sus más allegados colaboradores no hubiesen dedicado su tiempo al enriquecimiento ilícito y, menos aún, mientras estábamos en pandemia con Estados de Alarma inconstitucionalmente impuestos por el Gobierno. Porque, mientras los ciudadanos intentábamos sobrevivir (en todas las acepciones del término), parece ser que otros se dedicaban a enriquecerse a nuestra costa.
No sé si Sánchez habrá leído acerca de la Teoría de las Catástrofes o no, pero me da que intuye que puede estar próxima la suya. Y, con esto no me refiero a que vaya a haber una dimisión inminente del presidente, me refiero a que algo profundo puede impactar en la sique de la ciudadanía, eso sí, siempre que se hagan bien las cosas, siempre que no nos dejemos arrastrar por los brujos de la Moncloa o por nuestras propias vísceras (o por las dos cosas). Porque, una de las estrategias montadas por Sánchez y sus brujos es, precisamente, retorcer las vísceras para lograr cambiar el foco mediático.
El actual gobierno podría ser un ejemplo paradigmático de la Teoría de las Catástrofes que en los años sesenta planteó el matemático francés René Thom. La política y el poder son un sistema dinámico, fluctúa constantemente y esa fluctuación viene dada por cómo es percibido por la ciudadanía. En nuestro caso, Pedro Sánchez preside un gobierno cuya característica básica es su equilibrio inestable. Él lo sabe y trabaja incansablemente para evitar que ninguna perturbación acabe con ese equilibrio. Es como un montón de arena de playa, puedes ir poniendo más montoncitos de arena, pero hay un momento que un solo grano de arena puede provocar el colapso del equilibrio del sistema. Y eso es lo que más teme Sánchez.
Parecía que, la amnistía, podría ser ese grano de arena que desencadenase la catástrofe, pero, como ya he publicado en este medio, la narrativa desplegada inteligentemente por el gobierno, aprovechando nuestro sustrato cultural guerracivilista, evitó que el montón de arena se desequilibrase. Sin embargo, el nivel de ansiedad frente a los episodios de corrupción que han ido apareciendo estos días sí que pueden desbordar el punto crítico en la inestabilidad del gobierno. La prueba de ello la encontramos en la estrategia comunicativa desplegada por Sánchez y todas sus patas mediáticas.
No sé si habrán reparado en ello, pero esta semana pasada, el periódico El País abrió durante varios días seguidos hablando de la amnistía (y, como no, más segundariamente, con los escándalos de pedofilia de la Iglesia). ¿Creen que es casualidad que ese medio «poco» controlado por el gobierno insista en un tema políticamente amortizado para los suyos como el tema de la amnistía? ¿No estaría pensado y destinado para impactar en las vísceras del contrario? ¿No sería una estrategia para lograr reacciones y bajar el impacto social de la corrupción entreteniéndonos con la amnistía? Tenemos que reconocerlo, en esto, Sánchez es muy bueno.
«No es compatible que un ‘gobierno del pueblo’ (presuntamente) ‘robe al pueblo’. Es política básica»
Pero ¿qué más pueden hacer para tensionar al contrario y lograr poner el foco en otras temáticas que nublen a los «Koldos» de turno? Pues lo hemos visto estos días con la noticia del reconocimiento de Palestina que nos ha regalado Pedro Sánchez este sábado pasado. En la misma intervención ha puesto encima del cuadrilátero político patrio dos temas destinados a buscar la reacción del contrario: la amnistía y Palestina. Siempre jugando al juego de la polarización y de la víscera, el populismo es así, poco ha cambiado desde los demagogos de la antigua Grecia.
Naturalmente se debe recurrir a todos los estamentos judiciales para parar una aberración democrática como la amnistía, pero también debemos saber e interiorizar que esa batalla narrativa la hemos perdido, ya está amortizada y solo sirve para distraer al personal. La clave ahora está en la corrupción ocurrida en uno de los peores momentos de la historia de nuestro país. Es ahí dónde debería centrarse toda la artillería mediática, todas las preguntas parlamentarias, todas las acciones comunicativas, porque esto es lo que está dañando de verdad al gobierno del populista Sánchez. No es compatible que un «gobierno del pueblo» (presuntamente) «robe al pueblo». Es política básica.
En mi opinión estamos ante dos escenarios: El primero y más improbable, sería la dimisión de Pedro Sánchez y la convocatoria de elecciones porque los episodios de corrupción aumentan e impactan directamente en el actual núcleo sanchista. El segundo sería una continuidad del gobierno, apoyado por Frankenstein, cerrados presupuestos y continuidad de un par o tres años más. Sin embargo, en este segundo escenario hay dos posibilidades interesantes, ¿qué hará el PNV si siguen salpicando episodios chuscos de corrupción a un gobierno que apoya? Sobre todo, ¿qué hará después de las elecciones vascas? Como vemos, tal y como ocurrió en la moción de censura contra Rajoy, el PNV puede ser un elemento clave o convertirse en ese grano de arena que derrumbe el edificio sanchista.
La segunda derivada es muy interesante porque nos lleva al núcleo gordiano de la política española y, como no podría ser de otra manera, hablo de Cataluña. Si la corrupción impacta en el PSC y su líder, Salvador Illa, los resultados que auparon a Sánchez al poder desaparecerán porque, como en el resto de España, el electorado catalán no tolera la corrupción. Si cae el apoyo al socialismo en la comunidad catalana, las posibilidades de Sánchez de volver a ser presidente del gobierno tienden a cero. Espero que tengamos claros los escenarios, que pongamos las luces largas y que no nos dejemos atrapar por las trampas de acción-reacción del populista Sánchez. Para que ocurra una catástrofe, hemos de elegir el grano de arena adecuado.