MyTO

La izquierda chabacana

«Detrás de esa polarización, de ese discurso destilando odio y autoritarismo, no hay nada. La retahíla de exabruptos trata de ocultar la falta de proyecto político»

Opinión

Ilustración de Alejandra Svriz

  • Madrid, 1967. He sido columnista en Libertad Digital, Vozpópuli y El Español. Ahora escribo en La Razón y THE OBJECTIVE y hablo en Herrera en Cope. Soy profesor titular de Historia del Pensamiento en la UCM. Tengo unos cuantos libros de historia y política.

El problema del estilo soez de Óscar Puente no es lo que dice. Allá él. El asunto es que hay una izquierda que lo aplaude y jalea, que ve el insulto como un ajuste de cuentas necesario, como un acto de justicia social. En el fondo hay un «algo habrá hecho» para merecer ese ataque. Puente es un síntoma de una mentalidad. Este ministro de Transportes, con tratamiento de «excelentísimo», no es excepcional, solo es una muestra preocupante de la situación de esta izquierda.

No hace mucho esos mismos progresistas decían ser los abanderados de la cultura y de la educación, de la instrucción y la información libresca, incluso hijos de la columna erudita y de la conferencia intelectual. Parecía que habían parido la libertad y la democracia. Hoy es justo lo contrario. Ahora se sienten identificados con despreciar al adversario, con el relato en lugar de la ciencia, con la mentira útil que sustituye a la verdad, con el dogma intocable que silencia el debate, con la cancelación del otro y su apartamiento. Si la ignorancia y la zafiedad dan votos, la siembran y propagan. Si la polarización aprieta las filas y moviliza, lo bordan. El problema es de fondo.

No es solo que nos encontremos con la generación política más floja desde 1978, es que el estilo ha cambiado. Esa transformación vino por la izquierda, de la mano del populismo de Podemos. Introdujeron la bronca, los insultos y los escraches como forma de hacer política, y el activismo y lo chabacano inundaron con éxito la vida política. Los medios aplaudían y las urnas se llenaban en beneficio de Iglesias. El PSOE se sintió acogotado entonces. Parecía el partido anciano incapaz de movilizar, hasta que llegó Sánchez y lo podemizó.

Comprendieron entonces que, como en el caso de Pablo Iglesias, no importaba la racionalidad o viabilidad del proyecto político, sino la exaltación de las emociones. Cavar trincheras y señalar el inminente ataque de un enemigo feroz pareció el mejor modo de movilizar. Para eso solo hacían falta consignas pegadizas y altavoces. Eso se trasladó a los medios de comunicación, en especial al diario socialista de la mañana, que dio un giro hacia el dogmatismo y el activismo. Se acabó la intelectualidad digna y comenzó la justicia social como misión providencial.

Esa manera de hacer política, tan identificada con Pedro Sánchez, fue perfeccionando las formas y seleccionando a las personas. Lo urgente era inculcar odio y miedo a la derecha. El resto, como la moderación, la razón, la ciencia o la conciliación, quedaron como maneras fachas de hacer política. La polarización se adueñó del discurso del PSOE. No es que lo hicieran en campaña, como es habitual, o con determinados temas, sino que se hizo permanente. De hecho, han convertido las sesiones de control al Gobierno en monólogos para insultar a la oposición. Los ministros interpelados no responden. Solo llevan preparados los zascas más demagógicos y arrogantes que se les ocurra a la tropa de asesores.

«Incluso las portavoces del Gobierno se dedican al ataque a la oposición incumpliendo su función institucional»

En esa merienda de sanchistas es lógico que el presidente siempre tenga a su lado a quien encarne ese discurso soez basado en el exabrupto y la desautorización de la oposición. En su día fueron Carmen Calvo, Ábalos y Lastra. Incluso las portavoces del Gobierno se dedicaban al ataque a la oposición, como Celaá, María Jesús Montero, Isabel Rodríguez y ahora Pilar Alegría, incumpliendo su función institucional.

Detrás de esa polarización, con el discurso chabacano, destilando odio y autoritarismo, no hay nada. La retahíla de exabruptos trata de ocultar la falta de proyecto político propio. Si dedicamos tiempo a los chistes torrentianos y machirulos de Óscar Puente no hablamos del entramado de corrupción económica de este Gobierno. Ni analizamos el asalto a la democracia constitucional que supone la ley de amnistía, o de la bajada continua de pantalones de Sánchez con Puigdemont.

El uso de lo chabacano es un viejo truco que consigue un rédito importante en un electorado de la izquierda que ha perdido, si es que alguna vez lo tuvo en propiedad, esa identificación con la cultura, la educación y la convivencia. ¿Dónde queda el ideal de armonía, democracia y pluralismo, o la honradez y la dignidad?

Debieron quedarse en alguna de las maletas de Delcy Rodríguez.

34 comentarios
  1. Grossman

    Ayer leí un ensayo muy interesante de Mises.

    Decía que el gobierno de la sociedad no se puede hacer contra la mayoría porque en ese caso solo cabía la violencia continuada.

    También decía que el criterio de la mayoría no es infalible, al contrario, el pueblo en general suele ser intelectualmente torpe, poco formado y proclive a juicios erróneos.

    Pero la lógica es imbatible, bien gestionada puede convencer a ese pueblo sin recursos intelectuales a cambiar criterios y acertar lo que es mejor para todos.

    Ese s el papel de las élites, minorías formadas, más inteligentes capaces de analizar y entender conceptos abstractos pero vitales, como la necesidad de la libertad y cómo hay que articular la sociedad, sus instituciones, para que esta no corra peligro.

    Pero en algunas etapas históricas hay una recesión intelectual, un paso atrás de las élites que en lugar de guiar, convencer a la mayoría, iluminar su camino con el pensamiento lógico, hace lo contrario, ve cuáles son los instintos básicos más bajos del pueblo para explotarlos en su propio beneficio.

    Especialmente el odio al otro, y eso es el populismo.

  2. Peanito

    Estupendo artículo. Efectivamente detrás de esa chabacanería de los de izquierdas no hay nada más que corrupción. Los principios que debieran mover al gobierno no existen; su único afán es seguir anestesiando las mentes cortas que les siguen apoyando, lamentablemente. Esa degradación de la sociedad que siempre ha fomentado el PSOE es la que les apoya. Son muchos los fanáticos que les seguirán votando aunque se coman a los niños crudos como dijo alguno. Esa es la desgracia de sociedad que tenemos.

  3. Mesetario

    Desde el atentado del 11 M, y la llegada de un delincuente como Zapatero, la cobardía de un inane como Rajoy y un degenerado como Sánchez, quién no quiera ver por qué hubo ese atentado, es que es un imbécil. España está en manos de delincuentes, corruptos, asesinos etarras y racistas vascos y catalanes, con los pijos comunistas de adorno. Dígase claro, la democracia ha muerto, y la delincuencia nos gobierna y saquea a través de los sicarios de Hacienda, y la oposición a por uvas. Vaya futuro negro

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