THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Los tres constitucionalistas en Cataluña

«Ojala los tres partidos constitucionalistas se pongan de acuerdo y no tomen una decisión que ahonde nuestro justificado pesimismo»

Opinión
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Los tres constitucionalistas en Cataluña

Carlos Carrizosa en una manifestación contra Sánchez | Europa Press

La propuesta del PP de agrupar a los constitucionalistas en Cataluña nos ha brindado otra serie magistral de sandeces y miopías. La ausencia de una visión de Estado, al menos de una en consonancia con discursos sobre la defensa de la Constitución como instrumento de democracia, es clamorosa cuando se entra en la disputa entre patriotas de partido. Tres partidos, una lista y muchos egos. 

Los moribundos de Ciudadanos dicen que fueron mucho en su día, que tienen un gran capital simbólico, y que, aunque ahora no son nada, reclaman su sitio. Presentan su currículum omitiendo las cagadas, por supuesto, como los insultos a Vox y al PP, su deseo de sustituir a este partido, su pacto con Sánchez en 2016, pero también en 2019 para hacer mociones de censura a los populares, por ejemplo, en Madrid. Los partidos son instrumentales, no entidades eternas, y deben asumirlo.

Los centristas tunean su historial, a lo que tienen derecho, claro, pero produce mucha fatiga. Tuvieron mucho mérito enfrentándose a la dictadura nacionalista, pero es imposible borrar la imagen de la huída tras ganar las elecciones autonómicas de 2017. Pudieron equivocarse entonces, que lo hicieron, pero deberían reconocerlo hoy. No quisieron presentar a una Inés Arrimadas perdedora por el voto parlamentario, y lo que cosecharon fue el hundimiento en las urnas. Pasaron de un millón de votos a 150.000. No hay más. La cosa se puso tan fea que Cs ni siquiera se presentó el pasado 23-J. Es imposible hoy calibrar su fuerza electoral. 

Luego está Vox. Es descorazonador oír a Ignacio Garriga. «Que se disuelvan ellos –en referencia al PP y Cs–, porque nosotros sacamos más votos». A veces es para pensar que el objetivo existencial de Vox no es mantener la unidad de España, como dicen, o procurar el fin del nacionalismo catalán, sino usar la bronca para crecer y convertirse en el gran partido de la derecha española. Esto último no va a suceder nunca, y mientras tanto el sanchismo campa a sus anchas y los independentistas aumentan. 

Es cierto que Vox hizo buena campaña en las elecciones catalanas de 2021. Salió a la calle y se presentó como el defensor de los olvidados por el PP y Cs. Los choques callejeros con los indepes y los antifascistas corroboraron esa postura, y esto se tradujo en un aceptable resultado electoral. Se convirtió en el partido de la resistencia frente a los acomodaticios del PP y los deprimidos de Cs. Esa posición hizo que ganara 30.000 votos entre 2019 y 2023. Aun así consiguieron 200.000 papeletas menos que el PP. Tiene la pinta, refrendada por las encuestas, que los populares han remontado el vuelo en Cataluña y que van a superar a Vox. 

«Parece que han olvidado que la política está para el servicio público, no al servició del interés particular»

Ahora bien, parece que el patriotismo de partido es un impulso muy superior a cualquier otro, como en el PSOE. Me refiero a ese interés por la pequeña victoria frente al competidor, y a no sacar a los colegas de la lista electoral propia para asegurar cargos y presupuestos. Es eso que antes Vox llamaba «las mamandurrías». ¿Se acuerdan? Viendo algunas decisiones últimas parece que han olvidado que la política está para el servicio público, no al servició del interés particular. 

Quizá la postura más adecuada de Vox hubiera sido abrirse a un pacto con el PP y Cs en Cataluña en una lista conjunta, con un nombre nuevo como en su día hicieron estos dos en Navarra. Sin embargo, decir que populares y centristas se disuelvan es infantil. Es más; si aplicamos esa norma en otras autonomías o a nivel nacional, quien debería desaparecer en las siglas del PP es precisamente Vox. Un poco de inteligencia estratégica, incluso de patriotismo nunca viene mal.

Por último está el PP. Es inconcebible que se quieran cargar a Alejandro Fernández. La idea era sustituirlo por alguien más blando con el nacionalismo, bizcochable para Junts, a la espera de que los golpistas de Puigdemont se transformaran en unos catalanistas razonables. Se puede ser más iluso, pero sería caer en el reino del mago de Oz. Alejandro encabezará la candidatura del PP porque no han tenido tiempo de buscar otro que defienda el «nacionalismo amable», o como lo llamen ahora. 

No me cabe duda de que todavía el PP, o Génova, mejor, debe asumir la fase en la que se encuentran los partidos independentistas en España. El sanchismo ha impulsado a los rupturistas. No estamos en los 90. No va a resucitar el Pacto del Majestic. El PNV no es fiable ni amigo. En abril veremos en el País Vasco un gobierno que quiera avanzar más hacia la ruptura, y que contará con el apoyo de Sánchez. ¿O es que no se acuerdan de la puñalada del PNV a Rajoy para que Sánchez ganara la moción de censura? Ojalá los tres constitucionalistas se pongan de acuerdo y no tomen una decisión que ahonde nuestro justificado pesimismo. 

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