THE OBJECTIVE
Joaquín Leguina

Y tú más

«Mientras el cuerpo le aguante, Sánchez seguirá viviendo de decretos-ley y de atacar al adversario con los métodos delictivos con los que está atacando a Ayuso»

Opinión
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Y tú más

Imagen de Alejandra Svriz

La deriva corrupta que ha tomado el Gobierno de Sánchez no es nueva.

Recordemos: 1) Entre 1993 y 1996, con el PSOE en el Gobierno, los escándalos comenzaron con el director de la Guardia Civil, Luis Roldán, llevándose millones en bolsas de plástico y culminó con el gobernador del Banco de España mezclado en un turbio asunto financiero. Al terremoto de la corrupción se añadieron los daños catastróficos producidos por el estallido judicial del asunto de los GAL, todo ello acompañado por la ruptura en la cúpula del PSOE entre Alfonso Guerra y Felipe González.

Felipe González perdió las elecciones en 1996, pero antes esos escándalos nos habían hecho perder las elecciones a muchos que nos presentábamos en las listas del PSOE en no pocas comunidades autónomas y Ayuntamientos.

2) Durante el Gobierno de Rajoy se descubrió una trama ligada a la financiación ilegal del PP, con el epicentro en algún despacho de Génova 13 y ramificaciones en varias administraciones públicas gobernadas por ese partido. La cosa comenzó con la publicación de unos mensajes imprudentes («Sé fuerte, Luis») y culminó, cinco años después, con una moción de censura.

En ambos casos, como en el actual de Pedro Sánchez, se empieza negándolo todo y luego (en palabras de Ignacio Varela), «se intenta aislar el foco del incendio, a continuación se lanza una rociada de ataques a la desesperada rescatando los pasados escándalos del rival, más adelante vienen los dicterios contra los medios y la impugnación de los jueces y, a partir de cierto momento, se van entregando cabezas, esperando inútilmente saciar así a la jauría».

«Pase lo que pase de aquí hasta junio, no es probable que la marea negra sobre La Moncloa haya amainado»

Pase lo que pase de aquí hasta junio y con elecciones de por medio en el País Vasco y en Cataluña, el día 9 de ese mes se celebrarán las elecciones europeas y no es probable que la marea negra sobre La Moncloa haya amainado para entonces, pues resulta imposible de creer que el olvido, en el cual tanto confía Sánchez, pueda apoderarse de asuntos como el de las mascarillas durante la pandemia, los rescates de dos compañías aéreas en apuros (Air Europa y Plus Ultra) o la extrañísima aparición de madrugada en el aeropuerto de Barajas de la vicepresidenta de Venezuela cargada con 40 maletas de contenido y paradero desconocidos, a las que, al parecer, hay que añadir otro centenar de paquetes procedentes del mismo país, trasladados a España en un avión de una compañía aérea en bancarrota y con Zapatero asociado a la dictadura venezolana.

A toda esta basura se añade la autoamnistía con la cual Sánchez ha pagado a los independentistas catalanes para permanecer en la Moncloa. Para acabar de dibujar el panorama, ahí tenemos el choque frontal del Ejecutivo con el Poder Judicial, con el Senado y con el inmenso poder territorial del PP.

Pero Pedro Sánchez no se rendirá porque, como ha escrito Manuel Marín, «Sánchez es él y su muro, él y el desprecio ideológico, él y aquella confabulación de cordones sanitarios y odios atávicos de hace veinte años que hoy se resucitan. Él y la mentira. Nada le ha cambiado y nada le va a cambiar. Su mirada evoca una mística cultivada con un concepto tóxico de la institucionalidad que a fuerza de costumbre nos parece normal».

Y mientras el cuerpo le aguante, Sánchez seguirá viviendo de decretos-ley y de atacar al adversario con los métodos delictivos con los que está atacando a Isabel Díaz Ayuso, intentando meter en la cárcel por un delito fiscal a su pareja, que jamás ha tenido relaciones comerciales con la Comunidad de Madrid que ella preside.

Lo dicho: Y tú más. Pero no le servirá de nada. Eso espero.

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