THE OBJECTIVE
Esperanza Aguirre

La enseñanza de las Humanidades: una oportunidad para el PP

«El PP tiene una magnífica ocasión de organizar la enseñanza en las comunidades que gobierna para que los alumnos reciban unas mínimas enseñanzas comunes»

Opinión
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La enseñanza de las Humanidades: una oportunidad para el PP

Ilustración de Alejandra Svriz

El pasado lunes tuvo lugar en la Universidad San Pablo CEU un acto de homenaje a mi querido amigo Eugenio Nasarre, recientemente fallecido. En la larga trayectoria intelectual, profesional y política de Eugenio ocupa un lugar fundamental su dedicación a la Educación. Cuando Íñigo Cavero fue ministro de Educación en el primer gobierno de UCD, Eugenio fue ya su jefe de gabinete y conmigo de ministra fue Secretario General de Educación.

Tuve el honor de ser invitada a ese homenaje y centré mi intervención en el que creo que fue el episodio más trascendental que Eugenio y yo vivimos codo con codo cuando estuvimos juntos en el ministerio: la elaboración del Real Decreto de mejora de la enseñanza de las Humanidades en la Secundaria.

Todo empezó cuando llego al Ministerio de Educación y Cultura en mayo de 1996. Yo había asistido a varios seminarios de FAES –el think tank del PP de entonces- en los que se habían abordado asuntos importantes en materia educativa, entre los que recuerdo uno dedicado al deficiente conocimiento de la Historia con que acababan nuestros alumnos después de sus muchos años de educación obligatoria.

Quiso el destino que el primer acto al que tuve que asistir como ministra el mismo día de mi toma de posesión fuera un Congreso de Editores de Libros de Texto. Y allí tuve la inmensa suerte de escuchar la lección magistral que impartió Don Antonio Domínguez Ortiz. Don Antonio tenía entonces 87 años y era, sin duda, el historiador español vivo de más prestigio, además de haber sido durante casi cuarenta años catedrático de instituto. Dedicó su intervención a reflexionar sobre la forma de enseñar la Historia y a criticar los defectos que, a su juicio, existían en la educación española. Salí de aquel acto profundamente impresionada por la brillantez y la inteligencia de lo que allí había escuchado y con la idea de que, si abordaba las reformas que creía necesarias, tendría que contar con él.

Cuando le llamaron de mi oficina para invitarle a comer pidió que se le enviara una carta porque «en toda su vida como catedrático de instituto nunca le había llamado un ministro de Educación».

«Incluso Felipe González dijo que era una vergüenza que los niños españoles no supieran quién era Felipe II»

Aquel año 1996 la Inauguración del Curso de las Reales Academias, con asistencia de los Reyes de España, se celebraba en la Real Academia de la Historia y allí utilicé para mi intervención las notas que Don Antonio me había facilitado durante nuestra comida. Ese discurso produjo innumerables reacciones en la línea de que había que hacer algo para paliar la ignorancia sobre asuntos fundamentales de nuestra Historia y nuestra cultura. Incluso Felipe González hizo unas declaraciones diciendo que era una vergüenza que los niños españoles no supieran quién era Felipe II. El presidente José María Aznar, que había organizado un almuerzo en La Moncloa con todos los expresidentes vivos, Suárez, Calvo-Sotelo y Felipe, me contó que este asunto se tocó allí y que Felipe le dijo que Nasarre se pusiera en contacto con Rubalcaba para ponerle remedio. Algo que hizo y para lo que encontró, en principio, su apoyo.

Después de analizar a fondo la situación, llegamos a la conclusión de que, igual que la Historia, las materias que tradicionalmente se han considerado Humanidades (Lenguas Clásicas –Latín y Griego-, Lengua y Literatura Españolas y Filosofía) también necesitaban de una labor similar a la que se iba a emprender con la Historia. Es necesario recordar que la Ley entonces vigente, la LOGSE, en su artículo 4 atribuía al Gobierno la tarea de establecer las enseñanzas mínimas comunes que todos los españoles debían conocer, cualquiera que fuera el territorio donde estuviesen.

Con el propósito de redactar ese Real Decreto, desde el ministerio encargamos a la Fundación Ortega y Gasset la creación de cuatro comisiones, una por asignatura, para que elaboraran los programas. Como muestra del nivel de los profesores que trabajaron a lo largo de aquel curso 96-97 dejo aquí la lista de los que componían la de Geografía e Historia: Celso Almuiña (catedrático de la Universidad de Valladolid, que fue el Presidente de la Comisión), Antonio Domínguez Ortiz (que no necesita presentación), José Varela Ortega (catedrático de Historia Contemporánea y Presidente de la Fundación Ortega y Gasset), Fernando García de Gortázar (catedrático de la Universidad del País Vasco), Antonio Fernández García (catedrático de la Universidad de Madrid), Pere Molas (catedrático de la Universidad de Barcelona), Germán Delibes de Castro (catedrático de la Universidad de Valladolid), Julio Valdeón Baruque (catedrático de la Universidad de Valladolid), Manuel Menor (catedrático de Enseñanza Media), Gregorio Martín (Inspector de Enseñanza Media) y Miguel Ángel Mateos (catedrático del Instituto Rei Alfonso Henriques de Zamora, que era el Secretario de la Comisión).

«Que los alumnos españoles tuvieran unos conocimientos comunes era algo que los nacionalistas no estaban dispuestos a aceptar»

De las otras, basta con saber que en la de Lengua estaban José Manuel Blecua, Víctor García de la Concha y Rafael Lapesa y también colaboró Pere Gimferrer. Y que la de Filosofía la presidió Elio Carpintero.

Terminado el trabajo, desde el ministerio procedimos a elaborar el texto del Proyecto de Real Decreto y lo remitimos a todas las Comunidades que en aquel momento tenían transferidas las competencias de Educación.

Que el Ministerio pretendiera que todos los alumnos españoles tuvieran unos conocimientos comunes era algo que los nacionalistas no estaban dispuestos a aceptar.

El Grupo Parlamentario de la Minoría Catalana presentó una Proposición No de Ley para «que la ministra retirara ese proyecto de Real Decreto». Y fue aprobada en el Pleno del Congreso por socialistas, comunistas y nacionalistas. Aunque pocos días antes los socialistas del Senado, encabezados por el honrado y cabal Juanjo Laborda, habían votado no a la PNL de los nacionalistas.

Al salir del Congreso el día de aquella votación, Eugenio Nasarre me dijo que en la Asamblea Nacional Francesa esta PNL no se hubiera admitido jamás a trámite porque aquello que una ley atribuye al Gobierno («el Gobierno por Decreto establecerá las enseñanzas mínimas comunes…») no puede negársele sin cambiar esa Ley.

El sensacional trabajo de aquellas Comisiones está ahí. Y el PP de hoy, que gobierna en más del 68% de la población española, tiene una magnífica oportunidad de organizar la enseñanza en todas las comunidades que gobierna de manera que todos los alumnos reciban esas mínimas enseñanzas comunes.

Con el paso del tiempo y la deriva de los nacionalistas y socialistas he llegado a la conclusión de que el mayor error de mi vida política fue el haber retirado aquel Real-Decreto pensando que el rechazo de la Cámara me obligaba a ello.

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