THE OBJECTIVE
Ignacio Vidal-Folch

Irritantes nuevos personajes

«En cuanto se produce un hueco en las artes o la política, alguien nuevo corre a ocuparlo, como los soldados acuden a las trincheras cuando cae un camarada»

Opinión
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Irritantes nuevos personajes

Ilustración de Alejandra Svriz

Como ya han señalado en días lluviosos algunos columnistas de ánimo melancólico, es desagradable y confusionista el goteo constante, al que uno asiste, consternado, extrañado, de desapariciones y fallecimientos no sólo entre sus parientes y amigos, sino también en el escenario de las artes, el entretenimiento y la política: figuras adorables o detestables que poblaban su mundo. Y el columnista melancólico suele señalar que el desaparecido nos deja un vacío imposible de rellenar…

En eso no podemos estar de acuerdo, pues la naturaleza aborrece el vacío, según sentencia de un sabio antiguo; y nosotros los hombres, añado yo, también lo detestamos. En cuanto se produce un hueco, alguien nuevo corre a ocuparlo, como los soldados acuden a los disparaderos de las trincheras cuando cae un camarada.

Ahora bien, por desgracia el sustituto no nos interesa tanto como el sustituido. Y sin embargo tenemos la obligación de interesarnos, de estar al día con esos nuevos personajes, de prestarles algo de atención si no queremos quedarnos como unos seres anacrónicos, carentes de las referencias básicas, fuera del mundo de hoy, coyotes trémulos en el desierto olfateando la fogata de la caravana en el oasis.

En una fachada de la plaza Pedro Zerolo, por donde paso con frecuencia, hay un inmenso anuncio de Netflix, anuncio que consiste en una letra N inmensa y, sobre un lienzo blanco, un texto breve y supuestamente gracioso, referente sin duda a su oferta audiovisual. La otra semana el texto decía lo siguiente: «DOS NOTICIAS, UNA BUENA Y UNA MALA. LA MALA: TU NUEVA VECINA TOCA EL PIANO. LA BUENA: ¡ES AITANA!»

Aquí sin duda el copy de la agencia de publicidad se debió quedar muy descansado. A mí me pareció deplorable en varios sentidos, empezando por el tamaño colosal de las letras mayúsculas del anuncio, que grita. Luego, dar por sentado que un vecino que toca el piano es algo necesariamente desagradable. 

«El fotógrafo Richard Avedon creció en un piso de Nueva York, y tenía por vecino al compositor y pianista Rajmáninov»

Por ejemplo, el fotógrafo Richard Avedon, del que la galería Gagosian de París acaba de celebrar una exposición para conmemorar su nacimiento hace 100 años (falleció en el 2004), creció en un piso de Nueva York, y tenía por vecino al compositor y pianista Rajmáninov. Que ensayaba en casa. Y siendo niño Avedon salía a la escalera de incendios y se tendía en el rellano, boca arriba sobre el metálico enrejado, para escuchar mejor al vecino ruso. Esto lo hacía antes de la hora de cenar. ¡Qué maravillosa entrada en el mundo de la creatividad y la belleza! ¡En una escalera de incendios de Nueva York escuchando al exiliado Rajmáninov! 

Y aún puedo poner otro ejemplo: yo mismo. En el entresuelo de mi casa hay una academia privada de música. La profesora es japonesa y sus alumnas son chicas que están aprendiendo a tocar el piano y el violín. Cada tarde, cada tarde, escucho sus intentos de interpretar correctamente determinada composición ultrarromántica de los Años de peregrinaje de Liszt. Y cada tarde, cuando oigo esos intentos más o menos desacertados, me siento optimista, un privilegiado en un mundo que es mejor de lo que suelo pensar.  

Ahora bien ¿debería yo, y usted, deberíamos todos alegrarnos por tener como vecina a «Aitana»? No tengo ni idea de quién es. ¿Estoy por ello out, como se decía hace unos años? Ya supongo que si, para el publicista y para el público al que se dirige, la presencia de Aitana en el piso de al lado es una «buena noticia», no será porque toque el piano (que eso es una «mala noticia» para ellos), sino porque debe ser una chica atractiva, sexy. Debe ser una cantante o una actriz. Una que ganó el concurso de Operación Triunfo,  o que destaca en alguna serie televisiva. Ni idea. Pero claro, el anuncio ha captado mi curiosidad y en cuanto acabe este párrafo voy a navegar por internet a enterarme de quién es ella.

Ya. Hecho. En efecto, es una cantante, tal como imaginaba. Y saltó a la fama mediante el concurso mencionado.

Ya sé quién es. A partir de ahora Aitana, lo quiera yo o no, ha pasado a incorporarse a ese paisaje vital de figuras que lo abandonan o que irrumpen en él y que uno sólo elige a medias. Figuras del tiempo. Seguro que ella dará que hablar. Pero ¿qué hueco ha venido a llenar?  

Pues acaso el que dejó vacío David Bowie, o el de Leonard Cohen, o el de Steve Harley, el cantante de Cockney Rebel, que falleció el pasado domingo.

Temo que el sitio le pueda venir grande.

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