MyTO

La turra de la memoria histórica

«Lo que había detrás de la ley que impulsó Zapatero era crear un conflicto con la derecha. El objetivo principal era crear un relato oficial, no reparar a las víctimas»

Opinión

Ilustración de Alejandra Svriz.

  • Madrid, 1967. He sido columnista en Libertad Digital, Vozpópuli y El Español. Ahora escribo en La Razón y THE OBJECTIVE y hablo en Herrera en Cope. Soy profesor titular de Historia del Pensamiento en la UCM. Tengo unos cuantos libros de historia y política.

Vuelve la turra de los memorialistas. No hay nada más insoportable que el arrogante que exhibe moral para tapar su sectarismo. El Gobierno de Castilla y León sustituye la Ley de Memoria Histórica por la de concordia -nueva palabra ultra– y ya han saltado los socialistas. Son tan predecibles que cansan. Resulta que la nueva ley amplía el concepto de víctima para incluir a los muertos desde 1931 y a las víctimas del terrorismo, y elimina el peso ideológico para que sea política de Estado, no de partido. Para los socialistas esto es «blanquear el franquismo», lo que es una confesión involuntaria: la Ley de Memoria Histórica, su sucesora y sus apéndices autonómicas no eran para reparar a las víctimas, sino para hacer política partidista. 

Esa era la trampa de su ley, mezclar un relato oficial y obligatorio del pasado con el deber moral de resarcir a las víctimas. Lo que se cae con la nueva norma en Castilla y León, por tanto, es el andamiaje ideológico de lo que solo debería ser una medida administrativa. Si la nueva ley no desprotege a las víctimas ni orilla a las familias, sino que las protege como hasta ahora, el problema es solo la instrumentación ideológica de la ley anterior.

Lo que había detrás de la Ley de Memoria Histórica que impulsó Zapatero era crear un conflicto político con la derecha, tensión que diría el otro, y deslegitimar la Transición y la Constitución. El objetivo principal de esa ley era hacer política pequeña, mendaz, de relato oficial, no reparar a las víctimas. De hecho, no se ocupó el Estado, sino que Zapatero financió a asociaciones privadas para la búsqueda y exhumación. Se politizó en lugar de convertir el asunto en una política de Estado. 

Esa politización fue el gran fracaso de esa ley. No hay nada que desenfoque más el pasado que mirarlo a través de una ideología, ya sea el nacionalismo, el socialismo o cualquiera de sus variantes. Por eso, ningún historiador honesto y profesional puede defender que un Gobierno o un Parlamento imponga un relato oficial de la historia. 

No debería existir una ley que indique a los historiadores el camino correcto a seguir y la verdad a repetir. Como mucho la ley debe garantizar la libre investigación y difusión del conocimiento histórico, pero para eso ya está la Constitución. Esto no impide que haya normas para reconocer a las compatriotas que han sufrido la violación de sus derechos en cualquier circunstancia. Es una cuestión, no de relato, sino de solidaridad con las víctimas, con todas, sin bandos. 

«Es inmoral sostener que hay muertos políticamente correctos, y muertos incómodos»

La crítica a la ampliación temporal de la memoria histórica a 1931 y a la inclusión de las víctimas del terrorismo en democracia transmite la sensación de que el PSOE tiene miedo a algo. ¿Qué fobia albergan los políticos socialistas a escuchar la historia conocida y demostrada? ¿A reconocer que en la Segunda República hubo muchísima violencia y que no se respetaron los derechos humanos? ¿Por qué se resisten a aceptar que los gobiernos republicanos y de izquierdas, sus organizaciones políticas y sindicales, no velaron por la convivencia pacífica? Sí, sabemos que la derecha tampoco, y que por eso, entre unos y otros, la Segunda República no se pudo consolidar como una democracia. 

Tampoco se entiende esa memoria selectiva con el pasado reciente. ¿También tiene miedo el PSOE a reconocer que los grupos terroristas, como ETA y Terra Lliure, o el FRAP o los GRAPO, todos de izquierdas, vulneraron los derechos humanos con Franco ya muerto? Los etarras lo hicieron hasta hace poco. Los simples alegan que ETA ya no mata y que no hay que usar a las víctimas. Ya nadie mata ahora. Hablamos de personas que por motivos políticos sufrieron violencia, y que debe reconfortar una democracia digna. Es inmoral sostener que hay muertos políticamente correctos, y muertos incómodos. 

Los socialistas dicen que van a recurrir al Tribunal Constitucional. Fetén. A ver cómo defienden el mantenimiento de la carga ideológica de la ley si la protección a las víctimas continúa. Allá ellos, pero es curioso que les soliviante más la violencia política de hace 50 años, que la violencia en el pasado inmediato. Lloran más por los asesinatos en la dictadura franquista, que por los de ETA en democracia. Es para hacérselo mirar.

71 comentarios
  1. JaimeRuiz

    De modo que un partido intenta hacer legal su versión de la historia de modo que quienes se les opusieron son los culpables y ellos son las víctimas. La verdad es que hay que buscar los problemas en otra parte, sobre todo en el complejo característico. Vi una encuesta entre todos los países europeos en los que la gente valoraba a los ciudadanos de los demás países, los españoles estaban bastante bien valorados por los demás, pero no por ellos mismos, lo contrario de lo que pasaba con los griegos. El viejo cuento de Galdós de que «es español el que no puede ser otra cosa». ¿Qué tiene esto que ver con la memoria histórica? Que desde los sesenta se implantó la opinión de los demás europeos sobre la historia española, de modo que todos se avergonzaban de la dictadura que había impedido una tiranía como la cubana y un verdadero genocidio. Si hacia 1960 la inmensa mayoría era franquista, hacia 1980 la inmensa mayoría era antifranquista, de modo que los antiguos franquistas (siempre arribistas mezquinos) se volvieron también antifranquistas y fue fácil implantar la leyenda que explotó Zapatero. El gobierno no mató a Calvo Sotelo. Paracuellos no ocurrió. Así.

  2. errefejota

    Hubo una clara intención de hacer las cosas bien y se comenzó con la reparación de los del bando republicano. En 1978 yo trabajaba con dos socios, uno de ellos era hijo de un militar republicano (desaparecido) y el otro estaba casado con la hermana del primero. Salvo el cuñado todos eran del Opus y cuando le reconocieron al padre el grado, el sueldo atrasado y se indemnizó a la viuda con las pensiones atrasadas. Así le ocurrió a mucha gente pero esa la viví yo porque no se lo creían por el tamaño de la generosidad. Pero en el cambio de siglo empezaron a aparecer por la Secta la gente de las cunetas para remover una herida cerrada. Y lo consiguieron y nadie recordó todas las medias para unir a los bandos. Malditos y sobre todo, maldito Atila de León, mal bicho miserable.

  3. Campeonisimo

    PARA LOS QUE ODIAN MIS COMENTARIOS, VUELVO A COPIAR Y PEGAR LO SIGUIENTE: San Agustín de Hipona observa: ¡De esta forma, ciertos hombres odian la verdad por amor hacia aquello que ellos tomaron por verdadero! De la verdad ellos aman la luz; no, sin embargo, la censura… Ellos la aman cuando ella se les muestra, la odian cuando ella les hace ver lo que ellos son”.

    Los fanáticos de la caída de las barreras están profundamente apegados a su punto de vista. Por otro lado, por un imperativo de la propia naturaleza, tienen ellos un amor -por lo menos platónico- a la verdad. De donde, no queriendo estar con la verdad, quieren que la verdad esté con ellos. Y así se aferran contra toda evidencia, a la tesis de que las barreras deben desaparecer. Si alguien les prueba que, por el contrario, esas barreras no deben desaparecer, quedan furiosos. Y comienzan a combatir al adversario de la caída de las barreras, tachándolo de intransigente, retrógrado, falto de caridad, etc.

    Platón: “NADIE ES MÁS ODIADO QUE AQUEL QUE DICE LA VERDAD”.
    Terencio: “LA VERDAD ENGENDRA ODIO”.

    LA FALTA DE AUTOCRÍTICA DE LOS DE VOX LES LLEVA_A_ODIAR A LOS_QUE_LES DICEN_LAS_VERDADES_DEL_BARQUERO.

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