MyTO

Telebronca en Moncloa

«Siguen los partidos aplazando el cambio de un modelo que ya era obsoleto hace más de una década»

Opinión

David Broncano en «La Resistencia»

  • Periodista. Pasé años dedicada a la gestión y a escribir en la intimidad. Mi patria son dos lenguas, el castellano y el catalán. Cualquier casa de ópera es mi refugio. Y Wilson, mi perro de aguas luso, me acompaña en los naufragios.

Fui directora general de los medios públicos catalanes. En otros tiempos, cuando aún no había comenzado el famoso procés. El primer gobierno de Pasqual Maragall elaboró una nueva ley para modernizar la gestión de TV3 y Catalunya Radio. Se trataba de imitar a la BBC en transparencia y neutralidad. Ni siquiera me había presentado al concurso de méritos, cuando un joven político nacionalista, al que no conocía personalmente, me llamó al móvil para aconsejarme que no enviara mi candidatura. «Es un cargo demasiado político, depende de los pactos entre partidos. No es para ti. Te arrepentirás». Ilusionada como estaba y haciendo gala de una absurda inocencia, me enfadó su atrevimiento. Pero tenía razón. Dos años y medio después, dimití.

Con notables excepciones, lo único que interesaba a la mayoría de aquel Consejo de 12 miembros (escogido por los partidos políticos) era que sus jefes estuvieran contentos. Esa felicidad dependía de los minutos de presencia en pantalla, no de los resultados financieros o de la calidad de los informativos, que aún era alta debido a una jefa de redacción formidable, de esas que atienden pocas llamadas de compromiso y priorizan la noticia. Luego llegó «el procés» y la corporación se convirtió en altavoz independentista.

Ha pasado más de una década desde entonces, pero las televisiones autonómicas o estatales se resisten a cambiar, fiando la supervivencia a subvenciones y tasas. El juego de tronos que se vive hoy en RTVE es la prueba de que el viejo modelo, el que pagamos todos, ha caducado. Nadie piensa en transformarlo. El reciente espectáculo de ceses y dimisiones, con sus protagonistas (políticos, sindicalistas, productores y asesores), nos mantiene atentos a la larga y entretenida serie que se rueda en los despachos de la televisión de Moncloa.
Los ciudadanos espectadores, al menos los de mi bar de la esquina, se preguntan: ¿Con lo que estamos viendo, quién va a querer pagar los canales públicos? Nadie responde. Por ahora, se trata de contratar al cómico David Broncano para que le quite audiencia al Hormiguero de Antena 3. Pablo Motos no gusta a la izquierda que gobierna. Quieren asegurar el prime time y el voto joven para Pedro Sánchez. Si hay que reducir el tiempo de los informativos de La 1, pues se reduce, y si hace falta cortar cabezas directivas, se cortan.

Es loable el interés de cualquier director o productor por aumentar la audiencia de los programas. Más aún en una televisión como TVE, que lleva años perdiendo espectadores. Durante el pasado mes de marzo, por no ir más lejos, La 1 quedó en cuarto lugar con un 9,2%. Por delante, se situaron: Antena 3 (12,6%), Temáticas pago (11,1%) y Telecinco (10,6). Las 11 Autonómicas, que no son pocas, consiguieron una media de 8,1%.

La audiencia, sin embargo, no puede ser a cualquier precio, menos aún si el «paganini» de turno es público. Y ese es el caso de RTVE, que vive de las subvenciones (compensaciones del servicio o partidas ministeriales) y de las tasas que están obligadas a pagar los operadores de televisión, plataformas o telecos. En definitiva, de los 1.000 millones que recibe para compensar su gasto anual.

La gran tentación de esos directivos y asesores que quieren contentar a sus jefes políticos es firmar contratos que aseguren espectadores a la tele de todos. Lo fácil es apostar por el fútbol. Eso hicieron en 2022. Pagaron 37 millones a Mediapro por los derechos en abierto de los partidos del Mundial. Y, en total, ingresaron un millón de euros. O sea, perdieron 36 kilos y ganaron algún punto de audiencia.

«La audiencia, sin embargo, no puede ser a cualquier precio, menos aún si el ‘paganini’ de turno es público»

Mientras tanto, los costes, un tema del que gusta poco hablar, se mantienen altos. La plantilla de TVE se eleva a 6.700 trabajadores, una cifra superior al de todas las televisiones privadas juntas, y cuesta alrededor de 450 millones anuales. A pesar de ello, amparándose en el envejecimiento de la plantilla y en la necesidad de hacer fijos a numerosos interinos, el pasado año se convocó un problemático concurso para mil nuevas plazas. Quedó suspendido judicialmente por «fomentar la desigualdad».

La única noticia relevante para cualquiera que trabaje en el mundo audiovisual generalista y en abierto es que las audiencias continúan cayendo, al igual que la publicidad. El pasado 2023 fue el año de menos consumo de TV tradicional de la historia. Me gustaría escribir que, en este nuevo y potente entorno digital, los medios públicos continúan siendo valiosos para la sociedad, que el talento profesional e informativo que hay dentro bastará para salvarlos. Pero ya estoy mayor para soñar despierta, para mentirles.

Nadie quiere afrontar la realidad del desgobierno televisivo. Siguen los partidos aplazando el cambio de un modelo que ya era obsoleto hace más de una década. Demuestran que sólo les interesa los minutos que ocupan sus líderes y el número de sillas que tienen en el consejo. Así, las cadenas públicas, convertidas en aparatos de propaganda gubernamental, están condenadas a una muerte lenta. Con o sin Broncano.

16 comentarios
  1. 23xtc

    Sobre lo que escribe lo que esta en juego es el negocio de Buenafuente que ella ni cita.

    El Terrat, que eran conscientes de que en la reunión del Consejo de Administración de la corporación se iba a poner sobre la mesa un contrato que ascendía a 14 millones de euros anuales, lo que equivale a algo más del 70% de su facturación de 2022.

    La presidenta interina de la corporación, Concepción Cascajosa, fue incapaz de conformar la mayoría de consejeros que era necesaria para aprobar este contrato.

    Hay que tener en cuenta que Mediapro, dueña de la productora, adquirió hace cinco años las participaciones de El Terrat. Buenafuente controlaba entonces la totalidad de esta compañía, una vez que Jordi Évole se había desvinculado totalmente vendiendo todas sus acciones.

    José Pablo López, negoció un acuerdo de 3 años. El Consejo de Administración se opuso a los términos del documento, tanto por su duración como por algunas de sus condiciones.

    Un alto directivo de la corporación se lamentaba sobre la situación, denunciaba la ‘crisis institucional’ y ‘de reputación’ en la que se había caído ‘para que un humorista’ pueda fichar por La 1.

  2. Druida

    Por otra parte, señora Cullell, y en espera de que pueda leer y responder a mi comentario, me gustaría plantearle una pregunta. Verá, colaboré en una revista online de crítica de cine y televisión que, desgraciadamente, despareció por la ruptura del equipo de redacción. Hice un artículo sobre la historia de las cadenas de televisión autonómicas y planteaba un modelo en el que, en cada región de España, no solo hubiese cadenas autonómicas públicas manejadas por el poder político autonómico. Planteaba un modelo más variado, con canales de televisión que, sin estar vinculados al poder y siendo privados, tuviesen programación, tanto en lengua española como en lengua cooficial, como el catalán, el vasco o el gallego. ¿Cree posible un modelo así, y adaptado a internet para ofrecer también el contenido en plataformas online?

    Un saludo y que pase un buen día.

  3. Druida

    Lo cierto es que la televisión no se ha reinventado de la misma manera que sí lo ha hecho la radio, gracias al sistema de podcasts, e incluso el cine, al poder convertirse el salón de casa, con la plataforma de vídeo bajo demanda adecuada, en un salón cinematográfico. Ya desde el confinamiento estaba viendo que plataformas como Netflix, HBO Max, Disney+, Apple TV…son las nuevas productoras y cadenas de televisión. Posiblemente las cadenas convencionales se reconviertan en estos formatos de aquí a unos pocos años.

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