THE OBJECTIVE
Álvaro del Castaño

Narciso, el Bombero Pirómano

«Sánchez es el bombero pirómano que abre las puertas del Estado a las llamaradas de cánceres que pueden infectar al organismo vivo que es la España democrática»

Opinión
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Narciso, el Bombero Pirómano

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Ilustración: Alejandra Svriz

¿Qué ha cambiado en la dinámica política desde que Pedro Sánchez llegó al poder?

Esta pregunta es clave para entender lo que está sucediendo actualmente en la política española. Estamos viviendo una época de enorme crispación, polarización, choques de mentiras, acusaciones, abundancia de insultos, falta de pactos, y una nula capacidad para intercambiar ideas de manera constructiva.

Desde la transición a la democracia hasta la llegada del susodicho al poder, la sociedad española sabía perfectamente quiénes eran los que defendían la Constitución y los valores de la democracia constitucional. No había duda de que, liderados por Su Majestad el Rey, los dos grandes partidos coincidían en ser los pilares de la casa común española. Les acompañaron en esa labor el Partido Comunista (el de Santiago Carrillo) y su primera evolución (la Izquierda Unida de Julio Anguita), y algunos partidos regionalistas. Este corazón constitucionalista mantenía las constantes vitales de un país que progresaba a golpe de consenso, y se integraba en la Europa desarrollada. España se convirtió en la gran sorpresa europea, en la admiración de occidente por su impecable Transición (perdonando los errores del pasado de los dos bandos) y en una máquina de crecimiento económico y de modernización de la sociedad. Durante este largo periodo, las grandes decisiones se realizaron buscando el consenso de la mayoría. Había pánico a los extremos. Pese a existir una enorme tensión política, el principio básico era compartido: respeto máximo a la Constitución como piedra angular de nuestra convivencia.

Del otro lado del espectro político estaban los desestabilizadores del sistema, compuestos por los nacionalistas independentistas, los partidos filoterroristas, y la izquierda radical (la derecha radical no tiene ninguna representación real en la sociedad española). Cualquier ataque de estos grupos minoritarios contra la casa común, para derribar el proyecto conjunto, era automática y enérgicamente defendida por lo mejor del bloque constitucionalista. Cualquier pacto o alineamiento con estos grupos marginales del extrarradio era imposible. España respiraba tranquila al estar protegida de los efectos letales de estas enfermedades. El PSOE y el PP se alternaron en el poder (defraudando sistemáticamente a sus votantes, lo que siempre facilita la alternancia), y el proyecto común se mantuvo intacto.

Desgraciadamente, con la llegada del actual presidente del Gobierno, se produce una mutación. El que debiera ser el adalid de nuestra Carta Magna decide intercambiar la defensa de los intereses generales de España por la de sus intereses particulares. Su principal objetivo deja de ser España y se convierte exclusivamente en mantenerse en el poder. Para ello decide buscar el apoyo de todos los mediocres de su partido (purgando al resto), y de los enemigos de la estabilidad, conjunto formado por nacionalistas radicales, independentistas pseudo racistas, herederos de ETA, la izquierda populista y totalitarista en sus diferentes apelaciones nacionales y regionales. Sánchez se convierte entonces en Narciso, el bombero pirómano, porque él, que era el depositario histórico de este legado constitucionalista, es el que abre las puertas del Estado a las llamaradas de cánceres potenciales que pueden infectar al organismo vivo que es la España democrática. Quiero pensar, en beneficio del Narciso, que su inmenso ego le condujo a pensar que sería capaz de mantenerse en el poder sin que el Estado se contagiara de ninguna de estas patologías. Pero, cuando uno levanta las barreras inmunológicas que defienden a un organismo, este se ve invadido y atacado por todos los frentes, siendo incapaz de mantenerse indemne durante mucho tiempo.

«Con la llegada de Sánchez, se produce una mutación. El que debiera ser el adalid de nuestra Carta Magna decide intercambiar la defensa de los intereses generales de España por la de sus intereses particulares»

Para lograr su objetivo de supervivencia, Pedro Sánchez ha convertido al rival político en el gran enemigo a destruir, manteniendo una tensión extraordinaria. Esta lucha contra el contrario político y contra sus votantes es la excusa con la que justifica su abuso sistemático en el uso de las instituciones, politizándolas para defender sus intereses personales. La Administración del Estado se convierte en el brazo armado del Gobierno para investigar, amenazar y castigar a sus rivales. Es el manual del chavismo. 

Estamos ahora en ese periodo de supervivencia orgánica, con los anticuerpos del Estado (la oposición, la sociedad civil, algunos medios, los jueces, los cuerpos de seguridad del estado) luchando con todas sus fuerzas para repeler estos ataques constantes de los cánceres radicales: acometidas directas a la Constitución para debilitarla, persecución a ciertos jueces para amedrentarles desde el poder ejecutivo y legislativo, contaminación e instrumentalización de los fiscales en beneficio propio, manipulación de la sociedad con experimentos de las ideología de género, leyes basura, ataques frontales de ministros y miembros del Gobierno a personas civiles y medios de comunicación, utilización de todos los medios del Estado para someter a los discrepantes, uso de RTVE como brazo armado de propaganda, y corrupción sistemática de los procesos de decisión poniendo al frente de estos a lo peor y más manipulable del partido. Lamentablemente, es solo cuestión de tiempo para que nos veamos seriamente debilitados y terminemos cayendo en un proceso de descomposición

¿Solución? Todos la conocemos. Urge un Némesis antinarcisista en forma de elecciones generales, que devuelva al PSOE a la senda moderada y lo reconvierta otra vez en un partido de Estado. 

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