Cariño, ya hemos hablado de esto
«Nos encontramos ante una puesta en escena orquestada para no volver a hablar de la amnistía, dar el debate por superado e identificar la polémica como antigua»
Una de las cosas buenas de estar casado con una abogada procesalista es que, cuando llegan los lógicos desacuerdos de pareja, consigue llevarte al límite en la discusión. Se trata de un aprendizaje continuo, en el que los argumentos a enfrentar son variados e imaginativos ya que la rendición nunca es una posibilidad. Sin embargo, mi táctica favorita es aquella que consiste en dar por sentado un acuerdo sobre un asunto del que hemos discutido anteriormente y sobre el que, en realidad, jamás hubo entendimiento alguno. Es más, la utilización de este recurso suele aparecer, justo, en los asuntos más controvertidos. Así, cuando el debate sobre ese asunto en concreto vuelve a aparecer, ella rápidamente lo zanja poniendo cara de cansancio y añadiendo una frase lapidaria: «Cariño, ya hemos hablado de esto».
Ejemplo práctico: resulta que dos bodas de dos buenos amigos coinciden el mismo día y toca elegir a cuál de ellas acudiremos. Primer asalto, pollo. Pasan tres días y se me ocurre preguntar, ¿al final qué vamos a hacer? ¿Nos dividimos? Se para, me mira, mueca de hartazgo y «cariño, ya hemos hablado de esto. Iremos a la boda de mi amigo». Sublime.
Es tan contundente la respuesta y tan bien interpretada la escena que a uno se le podría pasar por la cabeza que, fruto de las ocupaciones del día a día, se le ha olvidado que ya se había cerrado un acuerdo. Sin embargo, cuando haces memoria y compruebas que no es así, descubres que ya no hay espacio para contrargumentar. Es aún peor, solo el hecho de volver a plantear el asunto te convierte en un pesado, en alguien a quien le gusta discutir o, simplemente, en un individuo poco razonable. En el peor escenario, permanecer en la rebelión, puede acarrear consecuencias en forma de penalizaciones extra: «Ya lo hemos hablado, iremos a la boda y a la preboda». Adiós al fútbol de los viernes. La utilización exitosa de este instrumento consigue desmotivarte, desmovilizarte y, en último término, callarte. Caso Cerrado. Discusión prescrita. Sentencia firme.
Me viene a la cabeza esta batallita doméstica al observar el panorama político patrio. Los españoles nos hemos entregado al fervor de la Semana Santa justo después de la penúltima fechoría de la banda de Sánchez: la aprobación del primer trámite para la entrada en vigor de la ley de amnistía. Una ley trascendental para nuestro Estado de derecho que nace con una fortísima contestación social que trasciende la identificación política de cada uno. Una ley que el Gobierno, usando de manera frentista su precaria mayoría parlamentaria, ha aprobado sin consenso político, social, académico o judicial.
«Si alguien osa ponerse muy testarudo en contra de las intenciones del Gobierno, ¡sorpresa! La Agencia Tributaria irá contra ti, tu novio, tu primo o el primo de tu mujer»
Pues bien, a pesar de todo esto, cuando volvamos al trabajo y pasen las procesiones y las torrijas, nos encontraremos una puesta en escena perfectamente orquestada para no volver a hablar de la amnistía, dar el debate por superado e identificar la controversia como muy antigua. Los temerarios que pongan el tema sobre la mesa serán tachados de radicales, y si se ponen muy pesados, amenazados con represalias.
Así, la amnistía será algo ya aceptado y superado por la sociedad, mientras que el relato de la conquista de Tenochtitlan será perentorio actualizarlo. Todos los partidos que se siguen oponiendo a este atropello, poco menos que los restos del Tercer Reich. Los manifestantes y las asociaciones de la sociedad civil que se seguirán manifestando en su contra: la fachosfera. Y si alguien osa ponerse muy testarudo en contra de las intenciones del Gobierno, ¡sorpresa! La Agencia Tributaria irá contra ti, tu novio, tu primo o el primo de tu mujer.
Me imagino ya las caras de Bolaños y Marisú Montero al oír las preguntas de algún diputado díscolo o alguna periodista insistente. ¿Amnistía? ¿Impunidad? ¿Hemeroteca? Mueca de cansancio, cara como si les hablasen de las Guerras Púnicas y «cariño, ya hemos hablado de esto».
Así funciona la cultura de la cancelación. Así nos quieren: cansados, desanimados y rendidos. Sin embargo, tendremos que darles una sorpresa, tendremos que seguir peleando. Lo que nos jugamos vale demasiado la pena.
PD: no te enfades rubia.