THE OBJECTIVE
Victoria Carvajal

¿Un proteccionismo encubierto?

«Las medidas de algunos países avanzados para reducir su dependencia del exterior pueden suponer un obstáculo para la recuperación del comercio mundial»

Opinión
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¿Un proteccionismo encubierto?

La presidenta de la Comisión, Úrsula Von der Leyen

La idea es atractiva. Y el entorno favorable. Pero esconde una pulsión proteccionista que daña al principal motor de crecimiento de las últimas décadas: el libre comercio. Se trata de la nueva política industrial que a raíz de los efectos de las recientes crisis se ha convertido en una prioridad estratégica en las grandes economías occidentales. Abandonada durante años, ha ido ganando terreno bajo el paraguas de la colosal intervención que han protagonizado los Estados con sus ayudas públicas para aliviar los efectos sociales y económicos de la pandemia, primero, y los de la crisis de la inflación después. 

El primer aviso fue el colapso de las cadenas de producción por el desabastecimiento de microchips y de otros componentes y materiales claves que impidieron a los fabricantes occidentales atender la eclosión de la demanda en la salida de la crisis del coronavirus. Luego, la crisis energética provocada por la invasión rusa de Ucrania puso en evidencia el error de depender de terceros países para la importación de gas y petróleo, especialmente evidente en el caso de la Unión Europea. ¿Cómo asegurar la autonomía estratégica? Resucitemos la política industrial ahora que la intervención del Estado se ha vuelto popular. Pero es una apuesta que no está exenta de riesgos.

El resultado es que esa política ha consistido en la concesión de masivos paquetes de ayuda pública a las empresas nacionales, o extranjeras que invierten en proyectos nacionales, como en el caso de la Administración de Joe Biden. Bajo el pretexto de luchar contra la inflación, como es el caso del IRA (Inflation Reduction Act), o de asegurar el abastecimiento de componentes, con el Chips Act, se han destinados cientos de miles de millones de dólares a apoyar la inversión de sus empresas en sectores estratégicos.

En una escala más modesta, algo similar ha ocurrido con las ayudas europeas a la transformación verde y digital que contemplan los fondos Next Generation, cuyo control está siendo muy deficitario. Pero más preocupantes son las subvenciones directas de algunos de los Gobiernos, como el de Alemania o Francia, a empresas propias con la excusa precisamente de evitar la fuga de sus inversiones a Estados Unidos. Con el visto bueno de la Comisión Europea, pese a contravenir el principio fundacional de la Unión de proteger la libre competencia entre sus Estados miembros.

Es una práctica que sólo abundará en la fragmentación de los intercambios comerciales entre los grandes bloques que promovió la política proteccionista y hostil de Donald Trump durante su mandato. En el caso de Europa, amenaza con ahondar la brecha entre los países miembros con mayor y menor músculo fiscal. El principal damnificado es el comercio internacional. Su contribución al crecimiento mundial ha ido menguando desde hace una década. Entre 2010 y 2022 creció un 2,5% y el PIB mundial una media del 2,7%. Pero el dato de 2023 que acaba de publicar por la Organización Mundial de Comercio (OMC) es alarmante: experimentó un retroceso del 5% en valor y un 1,2% en volumen.

«El desafío del cambio climático y la transformación digital y las tensiones comerciales no deben servir de excusa»

El que ha sido el gran motor del desarrollo y de la integración económica mundial, que ha favorecido la salida de la pobreza de cientos de millones de personas en el mundo, como detalla aquí el Banco Mundial, creció durante cuatro décadas a una tasa que doblaba al crecimiento del PIB mundial. Hoy languidece como resultado de las tensiones geopolíticas, las guerras comerciales, la elevada inflación y los efectos de las subidas de los tipos de interés en la actividad económica. En camino de corregirse estos dos últimos, las nuevas formas de proteccionismo de algunos países avanzados para reducir su dependencia del exterior pueden suponer un obstáculo para la recuperación del comercio mundial, y, en consecuencia, frenar la integración económica de los países menos desarrollados. 

Así lo advierte el FMI en un informe en el que desenmascara los aspectos proteccionistas de la nueva política industrial. Y cómo estos se pueden volver en contra del crecimiento futuro de las economías que hoy la abrazan. Externalidades, ineficiencias, pérdida de competitividad de las industrias protegidas… Su coste-beneficio no está demostrado. Hasta mediados de los ochenta la sustitución de las importaciones fue la política industrial usada por algunas economías en desarrollo para proteger sus industrias aún inmaduras y promover la diversificación económica. No es el caso de las economías ricas. El desafío del cambio climático y la transformación digital y las crecientes tensiones comerciales no deben servir de excusa. 

¿Hasta qué punto vivimos un momento de regresión liberal en algunas economías abiertas con el resurgir de la política industrial y la intervención del Estado? Las democracias capitalistas occidentales que tanto se han beneficiado de esos flujos de libre comercio harían mal en abusar de su posición ventajosa frente a competidores más débiles económicamente. Su autoridad, menguante en los últimos años, como revela su pérdida de influencia en el llamado Sur Global, se vería de nuevo puesta en entredicho.

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