Estampas vascas
«Las elecciones en el País Vasco y Cataluña servirán para ver la fortaleza de una mayoría gubernamental asentada en la compra-venta de voluntades»
Este domingo la ciudadanía vasca está llamada a ejercer su derecho al voto. Algo más de un millón y setecientas mil personas podrán acudir a los colegios electorales. Esta será la primera de las tres convocatorias de este endiablado año electoral, que se ha convertido ya en un calvario para un Gobierno lleno de incertidumbres sobre su futuro más cercano. Cualquier tropiezo -y las amenazas son demasiadas- puede desbaratar la posible hoja de ruta establecida por Ferraz (cuya sede está en Moncloa).
Si las europeas pueden ser el testimonio definitivo de la erosión de los socialistas, las elecciones vascas y catalanas servirán para ver la fortaleza de una mayoría asentada en la compra-venta de voluntades. Porque, pase lo que pase a lo largo de estos meses, tanto en Euskadi como en Cataluña vamos a vivir semanas de tensión entre los principales sostenedores del PSOE y Sumar. La aritmética parlamentaria ha dado buenos resultados hasta ahora, pero nadie le certifica a Sánchez que este engranaje no vaya a saltar por los aires con sus aliados nacionalistas enfrentados por el poder autonómico. Estos conflictos no serán tan fáciles de apaciguar con nuevos privilegios.
Las encuestas marcan un empate técnico entre el PNV y Bildu. Algunas de ellas incluso apuestan por el sorpasso. El escenario se complica algo más, pero no mucho. No parece peligrar la alianza entre el PNV y el PSOE. Al menos, después de que los socialistas hayan verbalizado su particular caída del caballo. ¡Hasta han calificado a la izquierda abertzale de negacionistas de la democracia! En la neojerga del sanchismo no hay una caracterización más peyorativa. Por eso, sorprenden a propios y a extraños aquellas fotografías de los socialistas negociando sonrientes con la gente de Bildu, los diferentes documentos de acuerdos que se han firmado sin disimulo hasta el momento o su participación en la Ley de Memoria Democrática. Las contradicciones son tantas y tan evidentes que ningún engolamiento futuro las podrá disfrazar. Uno tendería a pensar que este nuevo viraje de opinión afectará a la militancia socialista, pero hay poca esperanza de esto suceda. A partir del próximo lunes, la izquierda abertzale volverá a ser una fuerza progresista con sentido de Estado. Y lo que hemos escuchado esta semana a la portavocía del PSOE será, de nuevo, simples insidias de la fachosfera.
El candidato de Bildu, por su parte, ha demostrado con claridad que esos avances éticos que nos han querido vender nunca han sido tales. Ellos nunca han engañado: fueron, son y serán. La opinión publicada de la mayoría progresista de este país nos quiso colocar la idea de que la Comunidad Autónoma Vasca era un modelo sin polarización y con una normalidad democrática que ya quisiéramos para el resto del país. El resultado ha sido, por un lado, varios ataques a líderes políticos y, por otro, ver cómo una de las dos grandes fuerzas políticas de estas elecciones siga siendo incapaz de pronunciar la palabra terrorismo para referirse a una banda terrorista. Ya ven, un oasis pluralista y dialogante según todos los estándares internacionales.
El PNV tiene otra bola de partido. Pero, como vengo sosteniendo, los jeltzales ya no asientan su discurso particularista nacional en la etnia o la lengua, lo hacen en un relato que celebra su exitosa forma de gestionar. «Aquí, las cosas se hacen de otra manera. Mucho mejor, por supuesto». En democracia, se ha convertido en un partido atrápalo-todo en el que tienen cabida independentistas, nacionalistas moderados y una legión de votantes de carácter regionalista, o donde cabe la izquierda y la derecha en muchas de sus variantes. Todo ello beneficiado por un modelo patrocinado por el mecanismo más desigual e injusto del sistema institucional español.
«Al PNV le viene bien la profetizada subida de Bildu. Les va a permitir conseguir aguantar gracias al voto del miedo»
Sin embargo, este relato comenzó a hacer aguas desde antes de la pandemia. En los últimos años, la crisis se ha acelerado. La insatisfacción es generalizada y los problemas se hacen evidentes. Sin embargo, al PNV le viene bastante bien la profetizada subida de Bildu. Les va a permitir conseguir aguantar gracias al voto del miedo. Poco más. La elección de Imanol Pradales como un nueva rostro parece que no les ha salido mal, pero tampoco las encuestas indican que haya sido un auténtico revulsivo. Como posible lehendakari tiene un camino complicado, más si su partido decide cambiar el paso en el Congreso de los Diputados.
En el lado izquierdo del tablero, la demoscopia vaticina que Sumar y Podemos van a sufrir las consecuencias de su separación. Hay bastantes opciones de volver a presenciar un nuevo descalabro de la plataforma electoral de Yolanda Díaz y Podemos vuelve a demostrar que tiene una base fuerte, que no va a desvanecerse tan rápido como creían sus enemigos de familia política. Lo que sí le puede suceder, por el contrario, a Vox. En caso de perder su único escaño, el panorama se les complica. Sin presencia cotidiana en el Parlamento Vasco no tendrán la plataforma institucional para seguir colando sus mensajes.
Eso sí, si algo ha demostrado esta campaña es que hay temas -sobre todo, relacionados con la seguridad e inmigración- que están entre las inquietudes del electorado vasco, aunque no salgan habitualmente en el debate público. Son los mismos asuntos que están sacudiendo a todo el continente. El País Vasco no es una isla, aunque no tenga aún su reflejo electoral. No es difícil imaginar que, en el corto plazo, alguien con carisma encuentre la ventana de oportunidad para apostar dentro del nacionalismo vasco por una propuesta de estas características. Derivas más improbables hemos visto fructificar. Miren, por ejemplo, el ascenso de la Chega portugesa, que puede asemejarse bien a dinámicas similares al caso vasco.
Por último, se constata una leve mejoría del Partido Popular en el País Vasco. Como en las catalanas, estas elecciones pueden servir para recuperar algo del terreno perdido. Sin embargo, parecen unos resultados pobres, sobre todo, si Feijoó se quiere presentar como una alternativa tranquila al Gobierno de Sánchez. Los populares tienen el reto de ajustar su mensaje regional y nacional. La Comunidad Autónoma Vasca y Navarra son un escollo importante para este tipo de replanteamiento. Algo que también sucede en el socialismo vasco, que tampoco parece que vaya a tener una mejoría electoral presentable.
Así las cosas, podemos volver al inicio para constatar que el 21-A es la primera prueba de estructura de la mayoría gubernamental. No será la última. Mientras tanto seguiremos perdiendo el tiempo en asuntos que nos polarizan afectivamente y obviando debates importantes sobre las reformas que necesitamos.