«Teatro, lo suyo es puro teatro»
«Lo visto este fin de semana con el victimismo teatrero de Sánchez supera cualquier escena del populismo y caudillismo»
Decía un personaje de la novela Queridos niños de David Trueba que ahora en España «el mejor político es el político desconocido, el que no te conozcan es una ventaja más que una desventaja». A Pedro Sánchez se le conoce ya muy bien. Sabemos que todas sus piruetas a lo largo de su carrera han tenido siempre como único objetivo el de conseguir y mantenerse en el poder sea como sea. Sus golpes de efecto, más allá de las múltiples lecturas que tengan entre sus acólitos, han venido siempre rodeadas por mentiras que ha mantenido e incluso defendido como «cambios de opinión» sin ningún tipo de vergüenza. Incluso cuando mentía a sus propios votantes y militantes.
Lo visto este fin de semana con el victimismo teatrero de Sánchez supera cualquier escena del populismo y caudillismo que se pueda imaginar en una democracia occidental. Este supuesto martirio que dice que ha sufrido, con un fin de semana de aclamaciones nacionales de sus militantes y de sus acólitos en medios, ha retorcido una vez más la seriedad institucional del Estado metiendo en el teatrillo hasta a Felipe VI con esa visita a la Zarzuela en la que se supone que lo que le habrá dicho es que ha reflexionado mucho y…que sigue.
La aparición teatral de Sánchez ha sido más de los mismo. Miente cuando dice que su decisión de seguir es por una movilización ciudadana que en realidad ha sido un fracaso. Miente cuando intenta hacernos creer que una prensa libre es peligrosa y que generan fango y bulos cuando las informaciones le afectan a él. Miente cuando asegura que las críticas a las actividades de su mujer relacionadas con empresas beneficiadas por el gobierno, son en realidad son criticas machistas contra las mujeres que trabajan.
Lo malo es que creo que no miente cuando dice que ha «decidido seguir con más fuerza si cabe». Porque esa fuerza, mucho me temo, va a ir dirigida contra un Poder Judicial al que ha quiere convertir, en el más puro discurso podemita o independentista, en un lawfare contra el que va a actuar para controlarlo y doblegarlo. A nadie extrañaría. Ya ha controlado políticamente y de manera vergonzante la Fiscalía General del Estado. Sánchez quiere ahora atar al resto de la judicatura española.
«Esta ‘paradiña’ teatrera que se ha marcado Sánchez deja a la luz que él sigue creyendo que él es ‘la democracia’»
Pedro Sánchez no es un ejemplo de político narcisista. Es Narciso. Él cree que ningún otro político democrático ni en España ni en el mundo ha sufrido nunca presiones tan enormes como las que sufre él. Su mezcla de victimismo, caudillismo y cesarismo le han llevado a la insensatez de paralizar sus funciones de presidente para presentarse ahora como un mártir de la prensa libre y de los jueces independientes.
Lo cierto es que todavía no ha desmentido ni explicado ninguna de las informaciones publicadas sobre las extrañas vinculaciones profesionales de su mujer con empresas que luego han recibido apoyos importantes desde el propio Gobierno. Ni un desmentido. Hoy tampoco. Si Sánchez, más allá de las rasgaduras de vestiduras de sus acólitos, considera que se ha atacado a su honor y el de su esposa tiene la ley. El Código Penal protege ya de los delitos contra el honor con la calumnia y la injuria como figuras para castigar esos ataques. Todos apuntan al corto recorrido jurídico que va a tener la instrucción contra las actividades de su mujer. Pero prefiere un ataque preventivo a todo el sistema de instrucción.
Se sabe que las tendencias chavistas de muchos dirigentes socialistas los lleva desde hace tiempo a la tentación de control de la justicia. En el fondo todos los retorcimientos del Código Penal, del delito de sedición, del de malversación, los nombramientos de ministros para FGE o para miembro del TC, todo ello pone de manifiesto esta obsesión de control total de la justicia. No tardará en esta nueva tesitura de «ofendidito» de volver a intentar reconducir hacia los fiscales la capacidad de instrucción de los jueces.
Esta ‘paradiña’ teatrera que se ha marcado Sánchez deja a la luz que él sigue creyendo que él es «la democracia». Que quien le ataca, ataca a la democracia. Ha buscado una excusa de «ofendidito» para intentar armar sus planes contra la prensa y la independencia judicial. Se ha armado ideológicamente con todo el temario ‘podemita’ e independentista para tener su apoyo. La prensa libre le molesta.
No busca un pacto de estado, no busca acercamientos con el PP, no busca bajar la tensión. Al contrario, avisa que «va a seguir con más fuerza si cabe», porque está muy ofendido. Tanto que sigue llamando bulos a informaciones contrastadas y no desmentidas. Todo era teatro. Teatro para intentar ahora limitar la libertad de prensa y la independencia judicial. Al tiempo.