THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

Los vascos que no podrán votar

«Aquellos perseguidos por ETA y sus amigos abertzales ya no retornarán a su tierra a votar, con ellos esa mayoría nacionalista sería más que discutible»

Opinión
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Los vascos que no podrán votar

Ilustración de Alejandra Svriz.

En estos últimos años de blanqueamiento de EH Bildu por parte del Gobierno se han permitido, y a veces incluso financiado, todo tipo de gestos, homenajes, programas de televisión, conferencias y enseñanzas de los abertzales que tenían el único objetivo de reescribir la historia del País Vasco durante los años del terrorismo asesino de ETA. No podían permitir la verdad: que ETA fue derrotada por las fuerzas de seguridad y por la paciencia y unidad del pueblo español. No pueden permitir esa verdad.

Por eso pareciera ahora para muchos que esos asesinos, de más de ochocientas personas, hubieran sido románticos libertadores del pueblo vasco. Que nunca provocaron muertes, terror, dolor, acosos o persecuciones a los que no comulgaban con sus ideas. ETA asesinó y mucho. Incluso a niños y bebés que no tenían ideas políticas. Luego lo despachaban con argumentos repugnantes y vomitivos, como que eran hijos de guardias civiles o de militares. O hasta peligrosos compradores de pan con sus familias en Hipercor. Nunca les dolió a los seguidores de ETA la muerte de ninguna de sus víctimas, incluso las jaleaban y pedían más en aquellas manifestaciones que todos los fines de semana asediaban las calles de ciudades y pueblos vascos. Y pobre el que se opusiera o incluso no acudiera.

Fueron años de plomo y pólvora de los asesinos de una ETA que se creía capaz de derrotar a todo un Estado democrático. Y no solo hubo muertos y heridos. Fueron años de miedo donde las familias de los asesinados y de los que no comulgaban con los nacionalistas tenían que huir del País Vasco por el acoso de los abertzales y la cobardía de muchos miles de personas que preferían mirar para otro lado y no hacer nada. Esa mayoría silenciosa y cobarde, que sólo pareció despertar con el martirio de Miguel Ángel Blanco, tendrá siempre en su conciencia eso que hicieron o, mejor dicho, eso que no hicieron para defender a aquellos que eran acosados por los amigos de ETA. 

Tras la derrota alemana en 1945 y durante casi tres décadas, el pueblo alemán entró en una amnesia colectiva donde nadie parecía recordar que animaron y permitieron un régimen asesino como el nazi. Pero sabían que habían hecho mal. Tenían complejo de culpa. Las leyes de la nueva Alemania democrática no permitían ningún tipo de recuerdo, historia, publicación o acto que defendiera o ensalzara nada de aquellos años sangrientos del nazismo. Nadie intentó reescribir la historia, ni homenajear a los asesinos nazis que volvían a sus casas tras cumplir condenas. Nadie se sentía orgulloso. Nadie se permitió olvidarlo y, ni mucho menos, nadie intentó cambiar el sentido de la verdad de la Historia.

Puede parecer exagerada la comparación, pero no es baladí. La sociedad democrática española permitió la legalidad de los partidos políticos que defendían las mismas ideas que ETA. Les permitió seguir activos políticamente en aquellos treinta años de asesinatos etarra. Les permitió concurrir electoralmente e incluso les permitió gobernar en aquellos sitios en los que consiguió confirmar mayorías. Nada que reprochar. Incluso durante los años de violencia los grupos políticos proetarras se aprovecharon de la generosidad de la democracia española para con aquellos que querían derrotarla. Acabada la violencia, no solo no condenaron, ni se arrepintieron, sino que, con el visto bueno, cuando no entusiasmo del PNV, decidieron cambiar la historia como si ETA no hubiera sido derrotada. Han pasado los años y EH Bildu sigue sin condenar el terrorismo de ETA. Se han criado generaciones de jóvenes que ahora ignoran el terror y el dolor que provocó ETA. Chavales anestesiados y abducidos por una educación y una televisión donde todavía algunos de esos terroristas sanguinarios asesinos de niños, siguen presentándose como héroes románticos.

En esa tesitura nos encontramos en estas elecciones vascas con un resultado incierto que oscila, según los sondeos, entre el triunfo del PNV o de EH Bildu. Los analistas estudian las declaraciones patosas y cobardes del candidato abertzale, capaz de no respirar con tal de evitar decir que ETA era asesina. Esos analistas y tertulianos hacen cuentas con los resultados que obtendrá el PSE, con sus promesas siempre reversibles, de que nunca pactarán ni permitirán que gobierne Bildu. Sánchez calla en periodo electoral pero el lunes Bildu volverá a ser en el Congreso de los Diputados su socio más fiel y leal. Volverán a decir que ETA es pasado. No es cierto. Hay unos trescientos asesinatos terroristas todavía sin resolver, ni juzgar.

Además, existe algo que en todos estos análisis que se escuchan de las elecciones vascas nadie parece recordar. Casi trescientas mil personas tuvieron que huir del País Vasco para salvar sus vidas. En estas décadas la mayoría de ellos rehízo sus vidas fuera de su tierra. No hay datos concretos, y lo poco que se apunta por algunos estudios es que es mínimo el número de personas que pudieron o quisieron retornar a sus casas en tierra vasca tras el fin de ETA. Casi trescientas mil personas que en estas décadas han tenido hijos y nietos y que tampoco se plantean votar en la tierra de sus padres o abuelos. Todos los que huyeron para salvar su vida no podrán votar. El efecto es que con esos centenares de miles de votos abortados y a pesar de no saber su ideología, es lógico avanzar que esa mayoría nacionalista sería más que discutible.

Aquellos perseguidos por ETA y sus amigos abertzales en los pueblos y ciudades vascas ya no retornarán a su tierra a votar. Y mientras tanto, el resto de los españoles seguiremos subvencionando a una de las comunidades más ricas de España. Y lo haremos sabiendo la sobre ponderación de esos nacionalistas que al tener mayoría en sus territorios no solo gobiernan el País Vasco, sino que consiguen un número dopado y clave de diputados para el Congreso de los Diputados. Tan dopado como para mantener vivo el bucle de un chantaje anual al Gobierno central en cada cupo oscuro, secreto y carísimo de ese Concierto arcaico que les da derechos por encima del resto de los españoles. Un cupo que se creó tras la derrota carlista para que las provincias vascas pagaran también sus tributos al gobierno de España. Y que ahora se ha transformado en una sobrefinanciación siempre tan bien gestionada y cobrada por el PNV que le ha permitido gobernar y anestesiar durante años a una sociedad vasca que con la bonanza ha olvidado sus pretensiones independentistas. Ahora sus hijos, esos jóvenes que ignoran la sangre de ETA, buscan un cambio. Y lo buscan en EH Bildu.

Los amigos y socios de Pedro Sánchez en Madrid.

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