THE OBJECTIVE
Francesc de Carreras

Votar a Illa es votar a Sánchez

«El PSC de Illa es el tonto útil del escenario electoral. Es el colaborador necesario, lo ha sido y lo sigue siendo. Y Sánchez necesita a un PSC más obediente que nunca»

Opinión
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Votar a Illa es votar a Sánchez

Ilustración de Alejandra Svriz.

El anuncio de Salvador Illa de que el mayor José Luis Trapero volvería a ser el director general de la policía catalana tras no enterarse (o hacer ver que no se enteraba) del simulacro de referéndum del 1 de octubre de 2017, me ha dejado estupefacto. El policía más inepto o más desleal, seguro que una de las dos cosas, puede volver a su cargo esta vez de la mano de los socialistas. ¡Cuerpo a tierra!

Tras confiar en Illa durante algún tiempo, al creer en sus propias palabras, la verdad es que había perdido toda confianza en él desde hace años. En concreto, desde que volvió al primer plano de la política catalana tras su paso por el Ministerio de Sanidad en los difíciles meses de la pandemia y fracasó en su intento de convertirse en presidente de la Generalitat tras las elecciones del año 2021, el encargo que le había confiado Pedro Sánchez. Sumando los votos de Esquerra y Junts, fue el grisáceo Pere Aragonés quien se alzó con la Presidencia. Por más que se enfrenten, los dos grandes partidos independentistas siempre se unirán en los momentos difíciles. Es ingenuo pensar otra cosa.

Desde entonces, Illa se ha convertido en un mero delegado de Pedro Sánchez, ha seguido sus órdenes al pie de la letra, ha rectificado su opinión sobre la amnistía en 24 horas como su jefe e, incluso, se ha dejado humillar al no representar ningún papel en las negociaciones del PSOE en Suiza con los dos partidos independentistas y ha consentido que primen sólo los intereses del presidente del Gobierno -ojo, no los intereses de los españoles- en los pactos de la última investidura. 

Votar a Illa es, pues, votar a Sánchez. Y a Sánchez le interesa conservar la presidencia del Gobierno al precio que sea. El precio es la presidencia de la Generalitat, poder repartirse los quinientos altos cargos (con un sueldo no menor de 80.000 euros al año) con los que contentar a sus partidarios. Aunque la candidatura de Illa sea la más votada y cuente con más escaños, lo cual no está escrito todavía, la suma de los otros dos siempre serán mucho mayor y si les faltan diputados, recurrirán a la CUP y a los Comunes, estos últimos socios de Gobierno del PSOE. 

En definitiva, lo que se impondría para formar gobierno en Cataluña sería el interés del PSOE de Pedro Sánchez, el único PSOE existente, y el PSOE de Pedro Sánchez lo que quiere es seguir gobernando, también repartir cargos públicos e, incluso, ocupar la dirección de las grandes empresas estatales y privadas, como se está demostrando en los últimos tiempos. 

«Los nacionalistas aspiran ampliar su poder, repartir más cargos y remunerarlos mejor. En eso consiste la segunda parte del ‘procés'»

El Gobierno de Madrid está asaltando el poder, incluso el que no le corresponde, y los nacionalistas catalanes (también los vascos) aspiran ampliar su poder, repartir todavía más cargos y remunerarlos mejor. En eso consiste la segunda parte del procés, que nunca se ha interrumpido pero, como de los errores se aprende, ahora entrará en una nueva fase: la que está prevista en los acuerdos de investidura con Junts y ERC (y el PNV).  

Dejaremos atrás el interludio en el que estamos desde 2017 hasta hoy -indultos, supresión de la sedición, rebajas en la malversación y la ley de amnistía, que está al caer-. Los nacionalistas se han visto notoriamente reforzados con la mano que les ha tendido el Gobierno de «coalición progresista». Pronto habrá que proseguir: referéndum (para los fines que sean, ninguno bueno y barullo seguro), privilegios fiscales, más competencias, más inversiones de la Administración del Estado y presión para que siga la política monolingüista en las instituciones públicas (pronto también en las privadas) y en las escuelas. 

Esto último, recordemos, está recurrido por el Tribunal Superior de Cataluña ante el Tribunal Constitucional y la ley catalana que protege la inmersión se aprobó gracias a los votos del PSC de Illa en mayo de hace dos años. Que el TC sostuviera que la ley catalana es conforme con la Constitución supondría un giro de 180 grados en lo mantenido por dicho Tribunal desde hace cuarenta años. Pero como ya hemos visto tantas cosas impensables en los últimos tiempos, ya nada nos puede extrañar.  

«Estas elecciones catalanas las ganarán las fuerzas independentistas sí o sí»

Hace días que comento con los amigos que estas elecciones catalanas las ganarán las fuerzas independentistas sí o sí: sin el PSC en el Gobierno de la Generalitat, en el caso de que entre ellos reúnan una mayoría de escaños, o con el PSC si le necesitan para que Sánchez siga como presidente del Gobierno. No sé qué es peor, quizás qué más da. El PSC de Illa es el tonto útil del escenario electoral. Con palabras menos despreciativas, es el colaborador necesario, lo ha sido y lo sigue siendo. Y Sánchez necesita a un PSC más obediente que nunca. 

Ahora bien, la iniciativa de nombrar a Trapero en su antiguo puesto, seguramente impuesta desde la Moncloa por capricho de Puigdemont, para humillar más a Sánchez, es una penúltima sorpresa que no esperábamos. La última, si sucede, puede ser la aparición de Puigdemont pisando tierra catalana, es decir, española. Lo detendrán por orden de los jueces, los represivos y malvados jueces, es inevitable, pero más a favor del gran líder carismático. Si lo de Trapero me ha dejado estupefacto, lo de Puigdemont me helará la sangre.  

¿Hasta ahí hemos llegado? Quizás sí.

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