Los grandes olvidados
«Sin políticas para retener el talento de los jóvenes, facilitar su emancipación y acceso a la vivienda o remunerarles adecuadamente no hay proyecto de país»
La tasa de paro para su grupo de edad se sitúa en el 27,2% y duplica la de la media europea. Son los que más tarde logran independizarse: a una edad media de 30,3 años. Los que soportan una de las tasas más alta de temporalidad laboral de la Unión Europea: entre los menores de 30 años se situó en el 35% a finales 2023, 19 puntos más que el promedio de la economía. Sus salarios son más bajos que sus colegas europeos y tienen enormes dificultades de acceder a la vivienda.
Están además obligados a pagar las consecuencias de un endeudamiento público sin precedentes en nuestra democracia y a cargar con un sistema de pensiones que en la última reforma del Gobierno de Pedro Sánchez abandonó la idea de la sostenibilidad y de la solidaridad intergeneracional. España es además el tercer país de la UE que menos gasto público destina a familia e hijos, según Eurostat: sólo el 1% del PIB (en 2022) frente a la media europea del 1,8%.
La OCDE lo advirtió hace pocos meses: «La gente joven en España es ahora un grupo en riesgo de pobreza. En las últimas dos décadas y especialmente tras la gran recesión, la proporción de personas de 15 a 29 años en riesgo de pobreza o exclusión social ha crecido debido al alto desempleo juvenil, los bajos salarios y el creciente coste de la vivienda hasta ser una de las más altas de la OCDE». No es de extrañar que cada año crezca alarmantemente el número de jóvenes con carrera y talento que abandona el país. O que la tasa de natalidad en España sea la más baja de Europa.
Todo ello explica que sea el grupo que por edad menos vota. Ya sea porque crean que el sistema no les representa o porque sus problemas no están en la agenda de ninguna opción política. Los jóvenes españoles son los grandes olvidados. Y sin ellos, ¿qué propuesta de país puede hacer partido alguno?
El dato definitivo lo dio el Banco de España hace dos días al presentar su informe sobre la Encuesta Financiera de las Familias. Que constituye la principal fuente de información sobre la situación de renta y patrimonio de los hogares. Y que reveló una divergencia generacional escandalosa: los jubilados son el grupo social que más ha prosperado en los últimos años de crisis sucesivas. Los jóvenes, los que más han retrocedido. Quienes tiene hoy más de 75 años vieron aumentar su riqueza cerca de un 50% desde 2017 hasta 2022. Los jóvenes de menos de 35 años, con grandes dificultades para acceder a una vivienda en propiedad, y ahí está la gran diferencia patrimonial entre ambos grupos, han experimentado una caída del 25% de su renta en ese mismo periodo. Los hogares jóvenes en los que la cabeza de familia tiene menos de 35 años son menos de la mitad que Alemania o Francia. El agravio generacional es sangrante.
«Los jóvenes no están en el debate político. Nuestros gobernantes prefieren concentrar sus esfuerzos en expulsar al adversario del juego democrático»
Los que sí han visto protegidas sus rentas han sobrevivido a todo. Ni la crisis del Covid ni el año y medio de inflación disparada han frenado el aumento de la renta de los mayores de 75 años, que pasaron de tener un patrimonio medio de 148.000 euros a superar los 221.000 euros. Un incremento de 73.400 euros por hogar en cinco años. Su riqueza es casi el triple de la que tienen los hogares entre los 35 y 44 años y 11 veces mayor que la de los menores de 30 años. Son datos que deberían disparar las alarmas del Gobierno de turno y de quien aspire a gobernar. Una agenda para atender las necesidades de los jóvenes es urgente. Por no hablar del futuro que nos espera si consideramos el preocupante aumento de la pobreza infantil en nuestro país. España obtuvo la peor nota de todos los países de la UE, según Unicef.
Y no parece haber hoy interés alguno en remediar este lamentable estado de las cosas. Los problemas de los jóvenes no están en el debate político. Pero nuestros gobernantes prefieren centrar sus esfuerzos en expulsar al adversario político del juego democrático, para evitar cualquier posibilidad de pacto que nos permitiría precisamente adoptar las reformas que frenarían ese agravio generacional que tanto compromete el futuro del país. Opción por la que, por cierto, los votantes en las elecciones generales del 23-J en los recientes comicios en Cataluña, han apostado. Caen los extremos, caen los nacionalismos, suben los dos grandes partidos, pero hoy tenemos un presidente del Gobierno que cree sacarle más rentabilidad política a fomentar la división y levantar muros.
Teniendo en cuenta que uno de los grandes problemas de España es el envejecimiento de su población y que su productividad (y riqueza futura por tanto) está comprometida por ello, ¿qué propuestas hay para crear un entorno favorable para los jóvenes? Sin políticas para retener su talento, para conciliar el trabajo con los hijos y no penalizarlo, para facilitar su emancipación con un mejor acceso a la vivienda, o para remunerarles adecuadamente y evitar su éxodo, no hay proyecto de país. Es un modelo fallido. Que condena nuestro futuro.
La OCDE advierte de que en 2060 España puede descender 10 puestos adicionales en el ránking de renta per cápita para acabar estando a la par con Rumanía. Si no tomamos medidas, si no hacemos las reformas necesarias, si seguimos la inercia actual, economías como Grecia, Portugal, y otras del Este nos adelantarán. ¿Es este el proyecto de país que ofrecer a las siguientes generaciones? Es el momento de reconsiderar las cuestiones generacionales en el diseño de las políticas públicas y de alcanzar grandes pactos de Estado que remedien la precaria situación de los jóvenes. Las siguientes generaciones se lo merecen. Se merecen que las saquemos de este fango político. De este sí.