El secesionismo goza de buena salud
«Permanecerá vivo el ‘procés’ económico, la pretensión de conseguir la total autonomía financiera de la Generalitat, asimetría que el PSC ha defendido»
El diccionario de la Real Academia de la Lengua define el término «palmero» como persona que acompaña con palmas los bailes y ritmos flamencos de Andalucía. No sé si Sánchez interpreta danzas castizas, pero lo cierto es que está siempre rodeado de palmeros. El Gobierno, la Ejecutiva y el Comité Federal, todos están dispuestos a deshacerse en aplausos ante el hombre providencial que salva al país. Tras aprobarse los Fondos de Recuperación en Europa, el Gobierno le recibió con aplausos y le hizo el paseíllo como si él hubiese sido el artífice de su concesión. El Comité Federal y todos los que habían venido a Madrid en autocares y con bocadillos fueron los encargados de dedicarle aún mayores aplausos, con saltos, lloros y grititos incluidos, mientras el caudillo meditaba en sus ejercicios espirituales. Y ahora, al día siguiente de las elecciones catalanes, la Ejecutiva prorrumpió en aplausos a la llegada del gran triunfador.
Una vez más, el sanchismo construye su propia representación, pletórica de triunfalismo, y lo malo del asunto es que muchos terminan por aceptar la farsa. En esta ocasión, el tablado está construido sobre dos falacias, relacionadas entre sí. Primero, que el resultado certifica la muerte del procés y, segundo, que ello confirma lo adecuado de la política seguida por Sánchez en Cataluña.
«El único que ha dado alas al independentismo ha sido Sánchez»
En cuanto a la primera afirmación, viene a la memoria aquella frase tan repetida y falsamente atribuida a Zorrilla: «Los muertos que vos matáis gozan de buena salud». Del procés del que se habla es el del 2014- 2017, y este estaba muerto desde que se aplicó el artículo 155 y Puigdemont salió huyendo de España en un maletero, pero sobre todo desde que actuó la justicia y condenó a los golpistas. El secesionismo no quedó muerto, pero sí debilitado e incapacitado para repetir el golpe a corto plazo. Optaron por ganar tiempo. Pero curiosamente lo único que no tiene el nacionalismo catalán, al igual que todos los nacionalismos, es tiempo. La globalización, la movilidad de personas y empresas y los avances tecnológicos juegan en contra.
A pesar de que el sanchismo pretende convencernos de lo contrario, el único que ha dado alas al independentismo ha sido Sánchez. Desde 2018, para mantenerse en el Gobierno, no ha dejado de jugar a su favor. Por último, ha resucitado a Puigdemont y amnistiado a todos los condenados, dándoles la consideración de presos políticos. El discurso del reencuentro es, como otros muchos, pura hipocresía, una coartada para ocultar el verdadero motivo de sus cesiones, que no es otro que el de comprar día a día, en un acto de simonía injustificable, el gobierno de la nación, y mantenerse en él como sea.
A los que interpretan los resultados obtenidos por Illa como un respaldo a la política de reconciliación y pactos de Sánchez habría que preguntarles por qué entonces Esquerra, que ha sido el partenaire principal por la parte catalana de esa política, se ha desplomado de forma tan dramática. No parece tener mucha lógica.
«La subida del PSC y la bajada de ERC constituyen una mera redistribución dentro del supremacismo»
Interpretación incorrecta de los resultados, en mi opinión, es también creer que la subida del PSC y la bajada de Esquerra representan un cambio sustancial. Constituyen una mera redistribución dentro del supremacismo. Simplemente ha habido muchos independentistas que han juzgado que en la situación actual es más útil para el propio nacionalismo votar al PSC que a Esquerra.
No deja de ser contradictorio que Sánchez unas veces contemple lo que llama la mayoría de la investidura y otras solo al partido socialista. Tanto en las elecciones gallegas como en las vascas ha puesto el interés en el conjunto del bloque, en que obtuviera el mejor resultado posible y pudiese gobernar. Así, en Galicia los socialistas estaban tanto o más interesados en el resultado del BNG que en los suyos. En el País Vasco, Sánchez contaba como propios los escaños obtenidos tanto por el PNV como los de Bildu. Tan es así, que se vanaglorió en el Congreso frente a Feijóo de que habían ganado nueve a uno.
La perspectiva ha cambiado en Cataluña. Aquí no se habla de bloques. Nadie señala, por ejemplo, que la mayoría de la investidura ha perdido escaños con respecto a los conseguidos en los comicios de 2021. Solo parece importar lo que ha acontecido a cada una de las formaciones políticas.
Sin embargo, parece ser que muchos independentistas de Tabarnia (Tarragona y Barcelona) han considerado que el PSC era de los suyos y que, en estos momentos, en los que no se pueden perseguir metas maximalistas, constituía una opción más práctica. Cunde el convencimiento de que el procés ha dañado gravemente la economía de Cataluña, y que quizás hay que ser más prosaicos, y en esta coyuntura es Sánchez el que puede proporcionar más ventajas y privilegios, tal como hasta ahora viene haciendo.
«El PSC siempre ha estado mucho más cerca del nacionalismo que de cualquier otra cosa»
Considerar al PSC como un partido constitucionalista no tiene ningún sentido. Siempre ha estado mucho más cerca del nacionalismo que de cualquier otra cosa. En realidad, ha servido como instrumento para poner al servicio de los intereses de la burguesía supremacista los votos del cinturón rojo de Barcelona. Hace años fueron partidarios del derecho de autodeterminación. Solo renunciaron a su defensa por la intervención de Rubalcaba, aunque nunca lo abandonaron por completo. Han propugnado siempre, de una o de otra forma, el Estado federal asimétrico. Como afirma Boadella, todos tenemos hechos diferenciales, pero los suyos son mejores que los de los otros, porque, si no, de qué vale tener hechos diferenciales.
Los resultados de las elecciones catalanas de los que tanto se vanagloria Sánchez dejan sin embargo un escenario muy confuso, un tanto pantanoso, lleno de interrogantes, sin que se conozca cómo va a evolucionar. Sí hay una cosa cierta, no obstante: nadie moverá ficha hasta después de las elecciones europeas. Es más, es posible que, una vez celebradas, los relatos de cada fuerza cambien sustancialmente. Para lo que sí va a servir el triunfo de Illa es para que Sánchez venda en los próximos comicios lo acertado de su política de reconciliación y de encuentro, de manera que así se le perdonen en el resto de España las muchas mercedes concedidas y las múltiples cacicadas cometidas, incluyendo la amnistía.
No se puede asegurar que Illa termine siendo presidente de la Generalitat. Depende de Esquerra y no es seguro que a esta formación le convenga y quiera. En cualquier caso, el gobierno que se formaría de ninguna manera podría denominarse constitucionalista, y desde luego no existe ninguna garantía de que la situación fuese a mejorar con respecto a lo ocurrido en los últimos años. Más bien lo contrario. Al chantaje y al precio a pagar por mantener el Gobierno central habría que sumar las muchas dádivas a conceder para sostener el Gobierno de Cataluña, ya que Illa se quedaría hipotecado al igual que lo está Sánchez.
Los precedentes de tripartito no son precisamente un dato positivo. El de Zapatero y Maragall arrojó peores consecuencias que los gobiernos anteriores de Pujol. Con él comenzó el procés, ya que por propia voluntad y casi en contra de Artur Mas y de CiU, elaboraron un estatuto anticonstitucional que, a pesar de la predisposición a favor de Rodríguez Zapatero, el Congreso se vio obligado a cepillar (en palabras de Guerra) y que incluso después el Constitucional tuvo que corregir en algunos de sus artículos.
«Por mucho que se empeñe Sánchez, es difícil calificar de progresista a Puigdemont, al PNV o incluso a Bildu y a Esquerra»
El independentismo interpretó este hecho como una desautorización al pueblo de Cataluña porque, alegaban, el estatuto había sido votado en referéndum. En realidad, únicamente el 36,1% del censo había dado su aquiescencia, ya que la participación se situó por debajo del 50% (el 48,85%), datos infinitamente peores tanto en participación como en votos positivos de los que se obtuvieron en 1978 en Cataluña con la aprobación de la Constitución Española.
Esta actitud detrás de la cual se situó también el PSC con Montilla a la cabeza significaba ya el primer paso en una ruta soberanista y anticonstitucional, dando por hecho que no existía ninguna autoridad por encima del llamado pueblo de Cataluña. Todo ello se utilizó como un gran agravio de cara a la movilización en los distintos momentos del procés.
Los resultados en Cataluña, unidos a los obtenidos en el País Vasco, lo que sí dejan al descubierto es una realidad, el resurgimiento cada vez con mayor fuerza de las dos Españas. Pero no son tanto aquellas dos Españas de las que hablaba Machado y que al españolito le iban a helar el corazón. No son las dos Españas del 36, por mucho que algunos se empeñen en calificar a casi todos de fascistas, y los otros de comunistas. Tanto los fascistas como los comunistas de verdad hoy son una rareza.
Tampoco la división se establece entre izquierdas y derechas, por lo menos en el sentido clásico del término. Nadie, por ejemplo, ha resaltado que en estos comicios las teóricas izquierdas han obtenido peores resultados que en los de 2021. No parece importar demasiado. Por mucho que se empeñe Sánchez, es difícil calificar de progresista a Puigdemont, al PNV o incluso a Bildu y a Esquerra. La importante escisión que se está produciendo no se basa principalmente en un criterio ideológico, y menos en lo social, sino en lo territorial.
«España se encuentra ya escindida. Existen autonomías de primera y de segunda, e incluso de tercera»
Entre los mantras que maneja el presidente del Gobierno se encuentra la cantinela de que España no se va a partir. A lo que habría que contestarle que España se encuentra ya escindida. Existen autonomías de primera y de segunda, e incluso de tercera. Los acuerdos de gobierno firmados por el PSOE, y aplaudidos por Sumar, con los independentistas vascos y catalanes están generando el incremento de los desequilibrios y las desigualdades. Se está consiguiendo dividir a España en dos mitades, las comunidades favorecidas (Cataluña, País Vasco, incluso Navarra) y el resto. No es de extrañar por tanto que en las elecciones de las beneficiadas ganen lo que Sánchez denomina la mayoría de la investidura, mientras que en el resto ocurre todo lo contrario.
No hay ninguna razón para pensar que esta situación vaya a cambiar después de las elecciones catalanas. Más bien, el chantaje puede incrementarse. Es cierto que los resultados impiden por el momento la repetición de una declaración unilateral de independencia, a no ser que el PSC se echase definitivamente al monte, lo que tampoco extrañaría demasiado. Pero lo que permanecerá vivo y muy vivo es lo que podríamos denominar el procés económico, la pretensión de conseguir la total autonomía financiera de la Generalitat, la asimetría. El mismo PSC la ha defendido en múltiples ocasiones y es también quizás lo que en estos momentos haya motivado que muchos nacionalistas, incluyendo a la burguesía económica, hayan preferido votar al PSC antes que a Esquerra. Los muertos que vos matáis gozan de buena salud.