THE OBJECTIVE
Ignacio Ruiz-Jarabo

La chica del diecisiete

«El famoso cuplé cuenta la historia de una chica que sin experiencia profesional vio de repente cómo su carrera se elevó de modo vertiginoso. Pura ficción»

Opinión
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La chica del diecisiete

Begoña Gómez | Ilustración de Alejandra Svriz

Es el título de un célebre y divertido cuplé que, compuesto hace casi cien años, se popularizó rápidamente cantado por Teresa Manzano. Después y de manera cíclica ha ido siendo reinterpretado por otras artistas cupleteras tan resonadas y pizpiretas como Lilian de Celys, Olga Ramos o Marujita Díaz, creo que también por Lina Morgan. Estas sucesivas versiones habidas a lo largo del tiempo, unido a sus chispeantes música y texto, han provocado que se trate de uno de nuestros cuplés más famosos que, además, es conocido y reconocido por varias generaciones de españoles. 

De la letra, debida a Bouxader, destaca su pegadizo estribillo «¿Dónde se mete la chica del diecisiete? ¿De dónde saca p’a tanto como destaca?». Y, casualidades de la vida, la sintonía musical es creación del músico Azagra -el bueno, no el hermanísimo de Pedro Sánchez-. Es imposible negar que en ocasiones la historia ofrece unos requiebros que superan los límites de cualquier guión que pueda idear el hombre. Este Azagra -el bueno-, había nacido en Lugo, tenía por nombre completo el de José Luis de Azagra Sainz y nunca se expatrió fiscalmente.

El cuplé narra de forma divertida la historia de una chavala cuyo meteórico ascenso profesional y sus consecuentes signos externos llaman la atención general de los que le rodean que, asombrados por lo que veían pero espoleados por el fascismo internacional de aquella época comentaban entre otras cosas que viste «zapatos de tafilete, sombrero de gran copeta y abrigo de pedigrí». 

Al son de la música compuesta por Azagra -el bueno, no el cuñado de Begoña Gómez-, en la letra del cuplé se describe también que la chica del diecisiete utiliza «los guantes de cabritilla y medias de seda con espiguilla», rasgos que abundan en el nuevo y sorprendente estatus que ha logrado alcanzar. El caso es que, por el conjunto de las apariencias debidas a su fulgurante e inexplicado ascenso profesional o medraje, «la chica del diecisiete de la plazuela del Tribulete» tenía «con sus toilettes revuelta la vecindad», revuelo que tras interrogantes sucesivos sin respuesta ni aclaración provocó que a las vecinas les diera «por murmurar» aunque, según algunos, lo hacían financiadas por los poderosos de entonces.

Ya se sabe que el murmullo provoca ruido, genera bulos y lo enfanga todo. Y en ese escenario, sin duda creado por la derecha y por la extrema derecha, la pregunta generalizada era «¿de dónde va la chica tan bien portá?». Pero no había respuesta para lo preguntado y, ante la falta de transparencia, los murmullos tornaron en una clara exigencia de aclaraciones resumiéndose el sentir general en esta reflexión: «Hace tiempo que no se explica de donde va la chica tan bien plantá», seguramente ideada por las derechas política, económica y mediática que se dedicaba a embarrar la política que ejercía noblemente el Gobierno de entonces.

«Ya podían todos preguntar qué méritos profesionales acompañaban a la chica del diecisiete que nadie les respondía»

Entretanto, al «verla tan compuesta», las vecinas le seguían diciendo al pasar: «¿Dónde se mete la chica del diecisiete? ¿De dónde saca p’a tanto como destaca?» Parece que daba igual pues las preguntas permanecían sin respuesta, incluso cuando se llegaba a apuntar que «viste la chiquilla como en París», insinuación fomentada por la fachoesfera. Todo era en vano. Ya podían todos preguntar una y otra vez qué méritos profesionales acompañaban a la chica del diecisiete para justificar su progresión profesional y económica que, por mucho que preguntasen, nadie les respondía. 

Bueno, sí. Fue la propia chiquilla la que «al verlas en ese plan» les respondía una y otra vez «la que quiera coger peces, que se acuerde del refrán». Pues ese parece ser el mensaje único y último que cabe extraer del pinturero cuplé musicado por Azagra -el bueno-. Que digan, que murmuren, que pregunten, que critiquen, que pidan explicaciones, que se quejen de no recibirlas, que denuncien, pero «la que quiera coger peces, que se acuerde del refrán». 

Así parece que era la chica del diecisiete. Qué cosas tiene la ficción. Porque de eso se trata, el cuplé musicado por Azagra -el bueno- no es más que la historia novelada de una chica inexistente que sin títulos académicos, sin especiales conocimientos y sin ninguna experiencia profesional relevante vio de repente que, sin desvelarse cómo, su carrera y sus ingresos se elevaron de modo vertiginoso. Pura ficción sin ningún parecido con la realidad, en absoluto. Pero, eso sí, una maravillosa y divertida pieza musical.

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