El reto de Feijóo
«No va a ser fácil hacer compatible el repudio a Sánchez con el rechazo a Feijóo. Antes o después, los progresistas tendrán que escoger»
Hasta quienes nunca han votado por el Partido Popular son conscientes de que Alberto Núñez Feijóo representa hoy la alternativa menos traumática a Pedro Sánchez. No por méritos propios, aunque sean encomiables los esfuerzos que hace el líder de la oposición para responder con calma y cierto sentido del humor a las continuas provocaciones de su contrincante. Es más bien la insensatez y la vacuidad de la izquierda la que ha colocado al político gallego en tan honrosa como comprometida posición.
Si por los aciertos del PP fuera, habría Sánchez para rato. De hecho, si todavía hay Sánchez es por el descomunal error de Feijóo de permitir negociaciones y pactos autonómicos con Vox en plena campaña para las elecciones del 23 de julio. La treta urdida por la Moncloa con la convocatoria de elecciones anticipadas resultaba obvia para muchos analistas y, aún así, el PP cayó en ella.
«Es más bien la insensatez y la vacuidad de la izquierda la que ha colocado al político gallego en tan honrosa como comprometida posición»
Desde entonces, las cosas no han mejorado mucho en el campo conservador. Con excesiva frecuencia, se detecta desorientación, falta de reflejos, confusión en los mensajes, amateurismo. Sin conocer las interioridades del partido y de su liderazgo, da la impresión de que existe demasiada improvisación y escasez de ideas. Sospecho que no habrá muchos votantes o potenciales votantes del PP que puedan explicar en pocas palabras cuál es el propósito que esa formación tiene hoy para España. De cara a las próximas elecciones europeas, sigue sin aclararse, por ejemplo, si la posición del partido con respecto a la emigración es la que Feijóo defendió en Cataluña, próxima al populismo derechista en boga en el continente, o la mucho más centrada que el mismo político explicó después en Madrid.
Quizá el PP cuenta con ganar alguna vez unas elecciones generales sin necesidad de aportar planes de futuro con el fin de no correr el riesgo de descontentar a algunos. Tal vez da por hecho que la sóla promesa de tratar de recomponer los platos rotos por Sánchez pueda servirle a Feijóo para llegar a la Moncloa. Pero sería mucho mejor no confiar en exceso en ese camino, siempre azaroso y sometido a sorpresas e imprevistos, aparte de la dificultad que encierra superar la inquebrantable lealtad de ese 20% de votantes socialistas que ponen los colores por encima de los nombres que aparezcan en la papeleta.
Lo más recomendable sería que Feijóo y el PP fueran, por sí mismos, capaces de marcar un objetivo atractivo para la mayoría de votantes moderados -los hay tanto en la derecha como en la izquierda- que quieren poner fin, no sólo al desgobierno actual, sino a las amenazas crecientes contra el Estado de derecho. Lo preferible por un considerable grupo de electores descontentos con lo que hay, pero desconfiados con la derecha, sería saber que al votar por Feijóo no están votando por lo mismo, pero de signo contrario, sino por un Gobierno reformista de corte liberal capaz de entender el interés mayoritario de la nación. Eso no se consigue con grandes manifestaciones, por muy legítimas que sean para levantar la moral de los propios, sino con un proyecto político coherente y defendido con una estrategia inteligente.
No habría mejor camino. En realidad, no hay otro camino de recuperar la estabilidad y empezar a derribar muros: ganar desde una aportación constructiva al conjunto del país, no desde el odio generado hacia el contrario. Ese es el gran reto de Feijóo, a quien las circunstancias han situado como la única y tal vez última opción de reconducir el rumbo político del país.
La caída de la izquierda por el precipicio del populismo y la banalidad se lo ha puesto en bandeja. Sánchez se ha encargado de convertir al PSOE en una fuerza caudillista y radicalizada que sólo le habla a los fanáticos. Yolanda Díaz ha puesto todo el empeño de su parte en terminar de enterrar el cadáver que Pablo Iglesias le dejó en herencia. Algunos esfuerzos recientes por recuperar una izquierda más moderada e integradora pueden acabar siendo tan nobles como infructuosos.
No es fácil hoy hacer compatible el repudio a Sánchez con el rechazo a Feijóo. Por muchos equilibrios que los progresistas quieran hacer, antes o después se van a ver ante el dilema de elegir entre uno u otro. Y ojalá que Feijóo sepa estar a la altura que ese reto representa. No por su propia suerte, sino por la de toda España. Cuando su oportunidad llegue, casi con toda seguridad será la última. Su fracaso, sería también el de la moderación y abriría las puertas al populismo y el extremismo que anida en el interior del PP a la espera de su momento. Un nuevo fracaso de Feijóo dejaría frente a frente a las dos peores versiones de nuestros dos grandes partidos, lo que no sólo agravaría el escenario conocido en los últimos años, sino que llevaría hasta un límite nunca alcanzado la capacidad de resistencia de nuestra democracia y de nuestra convivencia.