THE OBJECTIVE
José Carlos Rodríguez

Cualquier cosa antes que la democracia

«El Gobierno puede romper toda norma legal, moral o estética, que no va a decaer el entusiasmo de sus votantes. Y eso quiere decir que no lo hemos visto todo»

Opinión
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Cualquier cosa antes que la democracia

Ilustración de Alejandra Svriz.

Llegó al poder tras plantear una moción de censura en nombre de la lucha contra la corrupción. Hoy, su mujer está siendo investigada por la parte del sistema judicial que aún no controla por corrupción. Ese es Pedro Sánchez. Por cierto, que la chispa que hizo que corriese la mecha que desembocó en la primera moción de censura exitosa fue un párrafo colocado por el juez José Ricardo de Prada, mucho más propio de un comentario de Silvia Intxaurrondo que de un magistrado, y que acabó retirándose. 

La situación de Begoña Gómez y de su socio, Pedro Sánchez, es muy comprometida. Lo último es que la Audiencia Provincial de Madrid ha respaldado la decisión del juez de instrucción de investigarla. La Fiscalía («¿de quién depende?») había intentado impedir la investigación, y el juez considera que es una solicitud «inusual», y que «podría llegar a crear lagunas de impunidad». 

Lo que el juez investiga, para disgusto de la Fiscalía, es si Begoña Gómez se valió de su relación marital con el presidente del Gobierno para que su carta de interés, (¡qué feliz expresión, señor Sánchez, la de carta de interés!) fuera suficiente para que la candidatura más cara, la de Barrabés, resultara ser la adjudicataria de un proyecto de más de diez millones de euros. Y así fue, la carta otorgó la máxima puntuación a la parte subjetiva del concurso, y su aportación fue suficiente para compensar las ventajas que, en la parte objetiva, tenían las otras candidaturas.

La parte del interés de la carta, y que afecta a ambos protagonistas, es la que se refiere al pago de Wagaluka, la empresa de Globalia con sede en Barrabés Growth Space, y que ha financiado la dizquecátedra de Begoña Gómez. Globalia, a su vez, ha recibido 1.100 millones de euros entre ayudas directas y préstamos, mientras los Hidalgo blasonaban de su amistad con la mujer de Sánchez. Por esto último no está siendo investigada Begoña Gómez; no, por el momento. 

Podríamos seguir. Podríamos señalar que Hidalgo y Gómez se han visto con el empresario Víctor de Aldama, que es una de las piezas clave en un asunto de corrupción llamado Koldo, pero que en realidad afecta por varias vías a Pedro Sánchez. O podríamos preguntarnos si el hermano de Pedro Sánchez es mejor que Warren Buffet multiplicando el dinero de su sueldo, o es que está aparcando en el extranjero el dinero de alguien. Pero no es de corrupción de lo que quiero hablar. No, al menos, de esa corrupción.

«La tolerancia del votante socialista o, en general, de izquierdas, con los desmanes de los suyos es infinita»

Uno se pregunta dónde está la indignación que mostraba la izquierda con la corrupción del Partido Popular. Podemos ver esa indignación gráficamente en la preocupación que muestran los españoles respecto de la corrupción. Se dispara desde finales de 2011. Pasa del 5% por ciento a un entorno del 40%, con picos de casi el 70% durante el Gobierno de Rajoy. Desde la moción de censura, esa preocupación ha ido decayendo, y lleva cuatro años de entre el 5% y el 10%. Y eso que el PSOE no ha parado de protagonizar casos que escandalizarían al más cínico. Es inevitable concluir que la corrupción no les importa ahora, y que en realidad no les importó nunca. 

He comenzado por este asunto porque está de actualidad, pero podría haber elegido cualquier otro. La tolerancia del votante socialista o, en general, de izquierdas, con los desmanes de los suyos es infinita. La lista puede alargarse todo lo que uno desee. 

El Gobierno de Sánchez nos ha encerrado en nuestras casas, con grave quebranto para nuestra economía y para nuestra salud. Y se basó para ello en la aprobación de dos estados de alarma que fueron declarados inconstitucionales por el Tribunal Constitucional. Es decir, que el Gobierno restringe ilegalmente nuestras libertades más básicas, y a sus votantes les parece fetén. Bien, no es que yo tenga ninguna esperanza en que nuestra izquierda tenga aprecio alguno por la libertad, pero ¿duda alguien de que hubiera clamado al cielo como musulmanes enfervorecidos si lo hubiera hecho un Gobierno del PP?

Hay otros graves atropellos que la izquierda, simplemente, no aprecia. Los constantes desprecios al Rey son graves. El desprecio al Parlamento, también. No es ya que el Gobierno se atreviera a cerrarlo durante meses, o que lo sortee con decenas de decretos-ley, sino que Sánchez haya añadido a ello el insulto de colocar a alguien como Francina Armengol al frente de la institución. 

«Sánchez desmembra al Estado español para entregárselo a sus socios de Gobierno»

Varios miembros del Gobierno atacan a los jueces, con nombres y apellidos, como Teresa Ribera sobre García Castellón. No nos acordamos ya del barman Pablo Iglesias, pero era vicepresidente del Gobierno cuando señaló desde la tribuna de oradores del Congreso a los jueces y a los medios de comunicación como los enemigos del Gobierno. Y no nos acordamos ya de él porque es Pedro Sánchez quien ha asumido su discurso. En su inefable carta a los españoles señaló a los mismos: a los jueces y a los medios de comunicación. «Máquina de fango», dice que son. Hay instituciones que no ha logrado destruir o anular, pero muchas otras las controla directamente: CIS, TVE, Correos, EFE… 

Sánchez ve al Estado como un inmenso hangar de Falcons: los medios del Estado están a su servicio; al servicio de sus intereses políticos. Y como las arañas macho que se arrancan una pata para alimentar a la hembra después del apareamiento, Sánchez desmiembra al Estado español para entregárselo a sus socios de Gobierno. No hay forma de no ver en la ley de amnistía un auténtico escándalo: hace una ley a medida para eliminar la inconveniencia a sus socios de que tengan que responder ante la justicia por sus crímenes contra el Estado. Crímenes que, ya nos lo han dicho, cometerán en cuanto tengan ocasión. 

No es que apoye y se apoye en la marca electoral de ETA, sino que no hay grupo terrorista en el mundo que no tenga esperanzas fundadas de que puede contar con el apoyo de este Gobierno. Hamás y Hezbolá, le aplauden. Por otro lado, Sánchez se ha negado a que España se sume al esfuerzo de la UE y de los Estados Unidos a luchar contra el terrorismo en el Mar Rojo. 

De modo que vuelvo a preguntarme ¿dónde está la indignación de sus votantes? Las encuestas le otorgan un ajustado segundo puesto en las elecciones europeas. Y eso que son una elección sin coste: lo que hagan los eurodiputados nos la trae al pairo. Los votantes socialistas podrían enviar un mensaje de castigo a nuestro Calígula sin poner en peligro su Gobierno. Pues ni por esas. ¿Por qué?

«Si hay algo defina a una democracia es la alternancia, que es por lo que los votantes de la izquierda no pasan»

Sé que la respuesta es obvia. Todo vale si es para evitar que gobierne la derecha. Pero si hay algo que defina a una democracia es la alternancia, que es precisamente por lo que los votantes de la izquierda no pasan. Así como su tolerancia con los suyos es infinita, el sectarismo hacia los otros carece de límites. Todo cabe, menos la alternancia. Cualquier cosa antes de que nuestra democracia pueda seguir llamándose así. 

Démosle la vuelta a esa situación, y nos encontramos con lo que tenemos: cualquier cosa. El Gobierno puede romper toda norma legal, moral o estética, que no va a decaer el entusiasmo de sus votantes. Y eso quiere decir que no lo hemos visto todo. Pedro Sánchez puede hacer lo que desee contra el normal funcionamiento de las instituciones democráticas, porque tendrá el apoyo de los suyos.

El votante de izquierdas solo se ha enfriado cuando lo ha hecho la economía, y solo entonces ha podido vencer el centro-derecha. Pero la política está tan polarizada que no está claro que eso vuelva a pasar.

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