THE OBJECTIVE
Jorge Freire

La Unión Taxidérmica

«Una década entre Podemos y Se acabó la fiesta, que es el trecho que va del optimismo frentista a la constatación de que no hay futuro»

Opinión
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La Unión Taxidérmica

Ursula von der Leyen. | Ilustración de Alejandra Svriz.

¿Será verdad que Europa está cobrando vida, como decía, acertando por las razones equivocadas, el New York Times? Europa vive, aunque la Unión Europea huela a cadaverina. ¡Rancio es el perfume que arrojan los eurobelievers, bien abrazaditos al sarcófago de Jean Monnet! 

Dicho sea sin acritud. Es difícil vivir en Bruselas y no morar como alma en pena. Y yo nada tengo en contra del pasado, siempre y cuando consienta en seguir muerto. 

¡El proyecto europeo! No faltan obreros que colaboren en la construcción de la pirámide ni fetichistas dispuestos a ser enterrados a los pies del faraón. Pero la gente común, que no quiere ser momia ni vivir del momio, se niega a que la sepulten en los sórdidos canopes de los eurotaxidermistas.

Cierto es que la UE no la ha espichado, aunque tenga piel flácida, mancha cutáneas y manías de viejo. Los embalsamadores buscan encerrarla en su cámara frigorífica y los halcones tratan de disimular sus arrugas y patas de gallo añadiéndole marcas de guerra. Triste suerte la de Macron, Scholz, De Croo, Van der Bellen… ¿Será que al final el demos europeo sí existía, y le ha hecho una higa a los warmongers?

«La putrescencia de la Unión es evidente para todos menos para ellos»

Todavía pican las palabras que Salvini dirigiese a Macron el otro día: «Si quieres ir a la guerra —dijo en pleno cierre de campaña—, ponte un casco, pero no nos toques las pelotas a los italianos. Queremos vivir en paz». La diferencia entre el halcón americano y el europeo es que el primero instiga guerras a miles de kilómetros de distancia y el segundo, embargado de furor cipayo, no duda en ponerse contra su propio pueblo. Curioso patriotismo el de quienes se obstinan en defender intereses ajenos por encima de los propios. 

Sobra decir que la derecha cosmopolita podría extraer alguna lección del 9J. También la izquierda sandía -y generalmente sandia- debería hacerlo. Media una década entre Podemos y Se acabó la fiesta, que es el trecho que va del optimismo frentista a la constatación de que no hay futuro. ¿Fue buena idea trocar las cuestiones materiales por las posmateriales? No es casualidad que lo primero que hizo el tal Alvise al encaramarse al facistol -¿fascistol?– fuese hablar de la vivienda.

Resuena a coro un lastimoso maremeua: son los politólogos, que una semana después siguen perplejos y asustados. ¡Con la de papers que habían escrito sobre las cámaras de eco, la filtre bubble y la polarización! Un experto hiperventilante ha llegado a señalar que «esas 800.000 personas conviven con nosotros», como si se tratara de La invasión de los ultracuerpos. 

Una ardilla podría cruzar España saltando de boomer en boomer. Mala cosa sería quedarse en la chirigota. ¡La ardilla siempre es portadora de malas noticias! En la Edad Media sirvió de avanzadilla a la epidemia de lepra. ¿Qué nuevas nos trae hoy? Unas cuantas…

La clase media ha desaparecido. El contrato social se ha roto. No hay pacto intergeneracional. Si no basta con el ideal librecambista de la CECA para dar cuerpo al demos, tampoco nos vale ya con el consenso del 45. Los nietos se niegan a heredar los pecados de sus ascendientes y el susto de la Segunda Guerra ya no moviliza a nadie. La UE ya no es aquel remanso democrático limpio de extrema derecha. La baronesa Von der Leyen manda construir refugios antiaéreos y los jovencitos solo quieren un trabajo estable y grillear.

El consenso de posguerra lo fiaba todo a la advocación de la ciudad abierta. Pero ahora pintan bastos y, destejido el lazo comunitario, la vuelta del autoritarismo es un hecho seguro. Que los burócratas besuqueen los restos de Jacques Delors, si así lo desean, pero adviertan al menos del pestazo que desprende. La putrescencia de la Unión es evidente para todos menos para ellos. Mejor será que los muertos entierren a sus muertos. ¿Quieren proyecto europeo? ¡Infúndanle nuevo brío!

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