Callarte la boca
«Para eliminar la libertad de prensa, Sánchez vuelve a recurrir a la mentira de la directiva europea cuando lo que está copiando es una ley propia de Venezuela»
Pedro Sánchez ya ha anunciado la fecha en la que pretende eliminar la libertad de prensa en España. En julio presentará su plan de «regeneración democrática». En Pedro Sánchez, como nos ha enseñado la experiencia, todo es mentira. Por eso, con el anuncio del plan ya sabemos en qué dirección van las líneas de trabajo del equipo del presidente. Cuando Sánchez dice «regeneración» evidentemente está anunciando un paso más en la degeneración. Para que ésta suene bonita le añade «democrática», o sea, otro paso más en el totalitarismo autocrático que va instalando el presidente. Toda una ley mordaza, totalitaria, que tiene como objetivo la persecución y censura de periodistas y medios libres.
Pedro Sánchez, como herramientas de gestión, tiene los comodines de la mentira. Uno de ellos es «la ciencia». Esa señora que habla con él. Cuando se engola, pone la voz hueca y asegura que «nos dice la ciencia» o «conforme a la ciencia» es que está soltando una mentira absoluta. No es ni un cambio de opinión, ni está haciendo de la necesidad virtud. Está mintiendo con conocimiento y dolo a la sociedad española. Es fango. Es fake. Es bulo. Es Sánchez. No es nuevo. Durante la pandemia el Gobierno actuaba según dictaba «la ciencia». Esa que no dijo nada. No hubo Comité Científico que no fuera Koldo vendiendo mascarillas fake a los ministerios y gobiernos autonómicos gestionados por socialistas. No le importa, Sánchez recurre a la «ciencia» para justificar cualquier burrada política: «Sin ciencia no hay política digna de tal nombre». Sin palabras.
Otro de los comodines de la mentira es la «transposición europea». Cuando se va a saltar el ordenamiento jurídico para la destrucción del Estado de derecho, atentar contra las libertades individuales y la igualdad entre españoles, suelta la frase de que es «la transposición de una directiva europea». No cuela. Es mentira. Es fango. Es bulo. Para pagar los siete votos que mantienen al autócrata en el poder nos mintió a todos los españoles diciendo que la eliminación del delito de sedición del Código Penal era una adaptación a la legislación europea. Bulo. Fake. Sencillamente era una parte del pago a los golpistas catalanes que le han hecho presidente después de ser derrotado en las elecciones. No es bulo que Pedro Sánchez fuera derrotado. No es fake.
Ahora, para eliminar la libertad de prensa e información, vuelve a recurrir a la mentira de la directiva europea cuando lo que está haciendo es copiar una ley propia de las dictaduras de Venezuela o Cuba. Según Sánchez, la nueva ley tendrá como fin terminar con la desinformación que «ha socavado la convivencia de los españoles». Lo único que socava la convivencia entre los españoles es su catastrófica acción política sostenida en la okupación y destrucción de las instituciones, así como en el fomento de la desigualdad entre todos los ciudadanos en favor de las exigencias de los nazionalistas de Cataluña.
Pedro Sánchez asegura que esa ley mordaza es para terminar con «los bulos y desinformación» y para «poner pie en pared ante la máquina de fango». ¿Transposición de qué norma europea? ¿Alguien que no sean él y sus pedros ladradores —políticos y periodistas convertidos en amanuenses comisarios políticos— habla en Europa de «máquina de fango»? No. Lo que pretende hacer Pedro Sánchez es eliminar al discrepante y arbitrar un control de medios para evitar que se pueda informar, entre otras cosas, sobre las prácticas inadecuadas —o delictivas— de su esposa o de su hermano.
«Sánchez debería empezar la regeneración democrática por él —dejando de mentir—, su familia, sus ministros…»
Pedro Sánchez no necesita una ley de regeneración democrática para eliminar la máquina de bulos y fakes que es Tezanos al frente del CIS. Pedro Sánchez no necesita esa ley para cesar a su portacoz, Óscar Puente, que llama «saco de mierda» a un periodista. El presidente debería empezar la regeneración democrática por él —dejando de mentir a tiempo completo a los ciudadanos—, su familia, sus ministros, sus organismos… todo el universo Sánchez.
La ley mordaza de Sánchez es una actualización moderna de la inquisición. Todo medio de comunicación que no sea progubernamental y complaciente con su personalidad megalómana narcisista será tildado de pseudomedio, fábrica de fango, fake o bulo y podrá ser cerrado. En la ley lo importante no es la veracidad de la información, ni la libertad de opinión. Lo importante de un medio será el sometimiento.
No me creo que su ley de regeneración democrática sirva para cerrar —o sancionar— al diario El País que ha dedicado 169 portadas a Francisco Camps escondiendo a sus lectores su inocencia plena. Para los inquisidores de la ley mordaza, esa práctica periodística no es de pseudomedio, ni una máquina de fango, porque no se refieren a su esposa Begoña Gómez o a su hermano David Sánchez. Es parte del aparato de Sánchez. O sea, esa «mierda» —usando terminología del Gobierno— es buena.
No es regeneración democrática retirar acreditaciones de prensa y prohibir la actividad profesional a aquellos periodistas que preguntan sobre todo aquello que no interesa al Gobierno. Preguntar no es bulo. Preguntar no es fake. Preguntar no es fango. Sánchez no quiere preguntas. El autócrata quiere vivir bajo palio mediático exterminando todo aquello que no sea «honor y gloria a él». Habla de regeneración democrática el presidente que sólo concede entrevistas a los voceros del régimen como RTVE, con sus comisarios políticos pagados por todos, la SER, y esos periodistas entregados que le hacen esas entrevistas masaje con final feliz.
«No hay regeneración democrática en una ley que es censura, patada en la puerta y ley mordaza»
No es regeneración democrática que pueda perseguirse a los anunciantes de lo que el Gobierno considere como pseudomedio. Le llaman «transparencia» al acoso y persecución. Eso que ya hace Óscar Puente, el portacoz, con su listado de periodistas perseguidos y bloqueados.
No hay regeneración democrática en una ley que es censura, patada en la puerta y ley mordaza. No hay regeneración democrática en la arbitrariedad gubernamental frente a la libertad y la independencia. Con Pedro Sánchez todos los pasos que se dan siempre están orientados hacia la «democracia orgánica». Esa forma de autodenominarse del régimen de Franco, según la cual la representación se ejercía a través de las instituciones que la dictadura franquista consideraba naturales. Pedro Sánchez okupa las instituciones con sus obedientes serviles y desde ellas desarrolla su régimen autocrático. La regeneración democrática de Sánchez es contraria a los principios liberales, a la separación de poderes, el parlamentarismo constitucional —elimina al Senado como si no surgiera de la voluntad ciudadana porque el PP tiene mayoría absoluta— y ataca a la libertad de prensa.
Una ley de regeneración democrática sobre los medios sería muy fácil de implementar. Pero para eso hay que ser demócrata y creer en la libertad. Regeneración es no tener a una militante del PSOE — o de cualquier partido— de presidenta de RTVE. Eliminar la publicidad institucional de todos los medios. No debe utilizarse el dinero de todos los españoles para el autobombo, la exaltación de la acción gubernamental y las campañas de promoción del ideario. La única comunicación pública permitida serían los «avisos de utilidad pública» —plazos de inscripción en la educación o de solicitud de becas, calendario fiscal, vacunación de la gripe…—.
No puede utilizarse el dinero público para subvencionar y mantener los medios afines al régimen. Modificar al alza las sanciones y las indemnizaciones por la mala práctica profesional que deberá dirimirse, con celeridad, ante los tribunales. Establecer la obligatoriedad fehaciente de la identidad—fuera nicks y pseudónimos— en medios y redes sociales. Libertad es responsabilidad. Fácil, pero es la antítesis de la voluntad política del autócrata.
Pedro Sánchez es incompatible con la «regeneración democrática» porque todos sus actos están orientados a su mantenimiento en el poder. Por eso, llama «ley de regeneración democrática» a callarte la boca. Me declaro desde ya insumiso.