Un trampantojo electoral
«Sánchez puede tratar de ganar en unas elecciones inminentes el aire que ahora no tiene. Si los adversarios no cambian su música de fondo, lo mismo lo consigue»
España, como país barroco, es el reino de los trampantojos, una variante creativa del engaño que resulta, por encima de todo, aceptable, decorativa. Si eso pasa con casi todo, no resulta extraño que la política explote hasta el delirio esa capacidad de confusión que siempre ejerce el trampantojo sobre las primeras miradas.
Los trampantojos, en particular, son muy útiles para eclipsar fealdades, para simular puertas donde no hay ninguna salida, también, como es habitual, para ofrecer a la vista un paisaje sonriente detrás del cual no hay sino una sequedad estéril. En política, los trampantojos se sitúan más en el tiempo que en el espacio, son de carácter discursivo y se apoyan en la evidencia de que una aparición novedosa, aunque sea pura retórica, tiene la rara virtud de anular la vigencia y el interés de la anterior.
Este notable carácter de lo que llamamos, un poco pomposamente, la discusión pública, es lo que hace que el político se tenga que consagrar a una exhibición continua, y esa condición noticiable del político suele disimular admirablemente el hecho indiscutible de que, aunque simule lo contrario, no haga otra cosa que repetir sus principales embustes.
Algunas noticias dan más de sí que otras y llegan a alcanzar una duración más que notable, pero todas acaban sucumbiendo a la ley inexorable del olvido. Recientemente, ha dado mucho que hablar el acuerdo entre PP y PSOE para elegir a los miembros del órgano de gobierno de los jueces y sobre ese asunto, se han derramado sacos de reflexión jurídica y constitucional para que cada cual pueda sentirse en posesión de una verdad más allá de cualquier sospecha.
Esa discusión amplía la función que la noticia haya podido tener de trampantojo, si es que lo tiene, como me parece ser el caso. Lo contrario, que, pese a la terquedad inconstitucional del PP, se haya hecho realidad un acuerdo imposible, significaría casi un milagro que a veces sucede, pero es raro. ¿Por qué el PSOE se ha demostrado flexible ante lo que consideraba una intolerable apropiación de la Justicia por el PP? ¿Qué ha habido detrás de lo que parecía un casus belli sin posible solución?
«Lo que llama la atención en contraste con Europa es que PP y PSOE vuelvan a tener juntos casi un 70% de los votos»
Mi impresión es que, al margen de otros motivos, que los habrá, tras la renuncia del PSOE a mantener una posición maximalista, se oculta una cierta rectificación en su aguja de marear política. La razón está en que si se considera cierto que Sánchez hará lo que fuere para seguir en la Moncloa, tesis que supone indiscutible casi todo el mundo, no hay que descartar que el presidente haya podido caer en la cuenta de que la fórmula que le ha permitido llegar hasta aquí podría no tener mucho más recorrido.
Antes de continuar con el argumento es necesario hacer explícita una premisa de importancia. Lo que llama la atención en España es que PP y PSOE vuelvan a tener juntos casi un 70% de los votos, un contraste enorme, por cierto, con lo que ha ocurrido con partidos muy similares en casi toda Europa.
Con el nivel de contorsiones que Sánchez ha debido hacer para llegar y mantenerse —por incómodo que esté— en la Moncloa, el hecho más relevante es que tanto las elecciones celebradas como las encuestas sitúan al PSOE en un entorno altísimo de votos, sobre el 30%, y a una distancia nada enorme del PP. La magia del CIS para subrayar este dato parece del todo innecesaria, un exceso de jabón con su señorito. El PSOE sigue mostrando fortaleza en Andalucía y en Cataluña, sus graneros principales y mantiene el tipo en bastantes lugares, mucho mejor que su izquierda, por cierto.
El éxito que ha obtenido en las elecciones catalanas no evita de ninguna manera la posibilidad cierta de que haya repetición electoral. Lo que ha pasado después en el Parlamento de Cataluña muestra con claridad la incertidumbre del desenlace y el auto del Tribunal Supremo, evitando que la aplicación de la amnistía se convierta en un paseo militar tampoco ayuda mucho a despejar el panorama. Al PSOE puede resultarle interesante aprovechar la situación con una convocatoria anticipada de las generales.
«La apuesta de fondo por la alianza con los nacionalistas puede que empiece a resultar disfuncional»
Son varios los síntomas de que eso puede estar a las puertas: la revisión de sentencia del Tribunal Constitucional a clásicos del viejo PSOE, anticipada sabiamente por Sánchez en un mitin electoral, parece implicar un gesto de unidad con los desenganchados del sanchismo y un llamamiento al cese de las críticas internas, porque aunque sea cierto que la solidez electoral del PSOE no parece derrumbarse ni con un bombardeo desde dentro —escaso, por otra parte— tampoco conviene descuidar los detalles de afecto con los que se muestran díscolos. La subida del 2,5% a los funcionarios y el repetido machaqueo sobre lo bien que va la economía, no digamos la de los suyos, apuntan en la misma dirección.
La apuesta de fondo por la alianza con los nacionalistas puede que empiece a resultar disfuncional cuando se ha hecho evidente que, los catalanes al menos, no se muestran suficientemente agradecidos a las dádivas y gracias del presidente, y parecen dispuestos a demostrar que eso de que Cataluña se iba a normalizar con indultos y amnistías es poco menos que un cuento infantil. Sánchez tiene casi un 30% de electores adictos, pero necesita volver a penetrar en el resto de los votantes que no acaban de ver la magia política anunciada.
Lo que sea se verá con claridad durante los meses de verano, pero la hipótesis de un adelanto electoral está pasando de ser una demanda ritual del PP a ser una oportunidad interesante para el PSOE. La audacia demostrada por Sánchez en numerosas ocasiones puede ser la gota que colme este vaso. Nadie convoca elecciones para perderlas, pero Sánchez puede hacerlo para mejorar porque parece difícil que, en caso de resultado escaso por sí mismo, no pueda contar con la ayuda de quienes piensen que estarían peor sin él que con sus contrarios. Además, al PSOE le pueden servir otras estrategias de ayuda como, por ejemplo, presentar una candidata a presidir el Gobierno.
Lo que parece poco discutible es que la hipótesis de continuar una legislatura como la presente ha perdido enteros en las últimas semanas. Sánchez tiene por delante un cierto calvario judicial, y personal, por mucho que pueda echar mano de las habilidades del Fiscal General y de Conde-Pumpido para mancharse la toga con el polvo del camino. Su problema con los jueces reside en que la mayoría de estos piensan que no solo deben defender la ley, sino la importancia de su rol esencial en las sociedades en las que el Derecho tenga vigencia.
«La interpretación de que no hay malversación si no existe beneficio personal es risible»
Más allá de las peripecias de cada caso, lo que está en juego en los tribunales es la igualdad de los españoles ante la ley, porque nos encontramos con un Gobierno sumamente propenso a torcer la vara de la justicia siempre que esa vara amenace a sus familiares, militantes o aliados necesarios en la circunstancia. Este litigio sobre la igualdad es asunto muy inflamable.
La interpretación de que no hay malversación si no existe beneficio personal es risible, y la suposición de que el beneficio político y electoral no supone posibilidad cierta de incremento patrimonial es cínica. Que los jueces se resistan a la ley del embudo, sobre todo si está mal hecha, me parece mejor que los legisladores la implanten aludiendo a la relatividad del espacio/tiempo, listos que son.
Todos estos líos tendrían otra cara con una mayoría distinta a la precaria de ahora mismo, unos decaerían, otros serían menos urgentes. Sánchez puede tratar de ganar en unas elecciones inminentes el aire que ahora no tiene. Si los adversarios no cambian su música de fondo, lo mismo lo consigue.