THE OBJECTIVE
Antonio Agredano

La gran turra de la Eurocopa

«Nico Williams y Lamine Yamal son tan España como lo es Ayoze o Cucurella. Porque, y ese es el secreto, quien va con España va con todos» 

Opinión
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La gran turra de la Eurocopa

Jugadores de España. | Julian Stratenschulte - dpa

«No te pega que te guste el fútbol», me han dicho muchas veces. Lo llevo con orgullo. Debe ser obligación de todo humano el desconcierto. Debe ser obligación de todo humano la decepción. Había dos tipos de personas que se oponían mucho al fútbol en mi entorno: los que venían del mundo de la cultura y los que venían del mundo de la política. Los primeros lo veían un entretenimiento tosco. Los segundos, una sutil forma de dominación. Quizá los dos tenían algo de razón. 

Quien conoce el escozor del albero en los muslos y el abrazo desordenado en la grada tras el gol, conoce también la elegante indiferencia con la que recibíamos esas críticas. Y seguíamos poblando los bares y los estadios, los campos de césped artificial y las pistas de futbito, alargando nuestra infancia patada a patada, texto a texto, uy tras uy.

La cultura se rindió al fútbol hasta tal punto que ahora echo un poco de menos aquella displicencia de hace un par de décadas. Hay desprecios que ennoblecen. Casi extraño cuando no había libros de fútbol, ni revistas, ni crónicas literarias, ni historias de superación. Sólo tobillos rotos y la gravedad de la derrota. El fútbol en las librerías eran un par de manuales y poco más. Ahora llenan los estantes biografías, reflexiones y ensayos emocionales sobre capítulos minúsculos de la historia de este deporte. Ningún problema. He contribuido con ferocidad a este fenómeno. Pero lo estoy dejando, como dejé la cerveza y dejé los afters. La resignación nos hace humanos. 

Con la política ha sido distinto. A Mariano Rajoy se le atizó por futbolero, como si leer el Marca fuera incompatible con leer los suplementos de El País. Lo de los palcos de Florentino Pérez. Y esa idea de sumisión, de atontamiento, de celebración de lo intrascendente. El activista político siempre ha tenido la tentación de señalar que para los derechos de la sanidad se manifiestan mil y para la celebración de un título se juntan 50.000 y así nos va.

Lo han visto, lo han leído en redes, lo han escuchado en conversaciones. «Así nos va». El fútbol como culpable de cierta desactivación social. Como si ir al estadio impidiera asistir a una asamblea. La derecha siempre ha sido más desprejuiciada, pero la izquierda siempre ha tenido esa espina con el fútbol, con ese «gran negocio», con ese granero de racistas y de maleducados. Con el sustento de futbolistas que son mal ejemplo para los jóvenes. Apolíticos, enamorados del lujo, con esposas bellas, con su insultante heteronormalidad.

«La historia de Nico y de Lamine es maravillosa. Como lo es la de Fabián, como lo es la de Navas, como lo es la de Unai Simón»

Si hablamos de España, de nuestra selección, añadamos lo rancio y el nacionalismo cañí. Las banderas, la apelación a la épica chovinista, esas cosas que a los futboleros tanto nos divierten de dos en dos años. Camisetas rojas, besos al escudo. España. España. Gritado en cualquier parte. 

La increíble turra que estamos viviendo estos días de Eurocopa con Lamine Yamal y Nico Williams por parte de políticos, activistas, periodistas de parte y turba meliflua en general, está siendo tremenda. Cuando Marcos Senna, Pernía, Engonga, Diego Costa, Donato y Catanha nos iba también fenomenal.

De repente, mucha gente que si dan un partido cambian de canal, nos está diciendo qué sentir y cómo hacerlo. Estamos a muy poco de ver a Gabriel Rufián con una Cruzcampo en una mano, la cara pintada de rojigualda y una camiseta de cuando Raúl estaba en la selección. 

La historia de Nico y de Lamine es maravillosa. Como lo es la de Fabián, como lo es la de Navas, como lo es la de Unai Simón. Futbolistas con vidas agitadas, con retos, con miedos y con una presión terrible cada vez que pisan el infierno verde de los estadios. Nico y Lamine son tan España como lo es Ayoze o Cucurella. Porque, y ese es el secreto, quien va con España va con todos. 

«Inventar una España en contra de Williams o Yamal porque tres idiotas suelten su basura en redes es no conocer nuestro país ni el fútbol»

Inventar una España en contra de Williams o Yamal porque tres idiotas provocadores suelten su basura en redes es no conocer nuestro país y no conocer lo que es el fútbol. Un espacio para el encuentro, para la competitividad y para la unión. En los vestuarios y en las gradas. Las excepciones son eso, minorías ruidosas. Pero el fútbol es, sobre todo, un lugar para la pasión.

Politizarlo todo, llevar cada suceso, cada canción, cada Eurovisión, cada película, y cada partido, a la trinchera cultural y panfletaria, es, sobre todo, dejar de sentir las cosas como son y empezar a vivirlas como creemos que son. Es decir, privarle al mundo su terremoto íntimo y abrazarnos a la contención y el encajonamiento emocional. 

Lamine Yamal y Nico Williams son dos futbolistas extraordinarios con historias maravillosas que dan la medida de nuestro tiempo. Pero España es, por más que inquiete, una explosión colectiva, heterogénea y arrebatada. Vivimos en un país donde Morata remata los centros de Oyarzabal y Carvajal se abraza a Yamal como si la vida se le fuera en ello. Eso es el fútbol. Bienvenidos a los gritos en la grada, a la locura de las victorias y a la mágica miseria de las derrotas. 

Que para disfrutar del fútbol tengan que politizarlo no habla mal del fútbol, sino de su perverso acercamiento a las emociones más intensas de nuestra sociedad. 

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