THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

Mienten hasta cuando mienten

«El maestro sagrado, indiscutible, temido y adorado, de esta nueva corriente filosófica y política basada en la mentira es, sin duda, Pedro Sánchez»

Opinión
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Mienten hasta cuando mienten

Ilustración de Pedro Sánchez. | Alejandra Svriz

Si por algo pasarán a la historia los años de gobierno de Pedro Sánchez será por la mentira. La mentira como concepto político. La mentira como motor de proyectos. La mentira como táctica y como estrategia. Una mentira sin complejo de culpa. Una mentira que surge del líder para ser repetida como un mantra por todos los cargos y seguidores socialistas que los abduce mentalmente a un plano donde ignoran cualquier otra realidad que no sea la invocada por la divinidad de Sánchez

Han depurado tanto la técnica de la mentira que han conseguido ya mentir hasta cuando mienten. Y eso, mentir hasta cuando mienten, no significa que digan la verdad. Al contrario, es un virtuosismo que les hace esquivar varias verdades a la vez. Es como si tuvieran la capacidad de crear multiversos donde todas las verdades son retorcidas simultáneamente. Un multiverso en el que todos los españoles ya sabemos que nos mienten. Y da igual cuando lea esto. Le mienten. Y detrás de todas esas mentiras está siempre la necesidad de satisfacer la adicción de líder al poder. 

El maestro sagrado, indiscutible, temido y adorado, de esta nueva corriente filosófica y política basada en la mentira es, sin duda, el presidente del gobierno, Pedro Sánchez. Ese político capaz de hacer una campaña electoral jurando que nunca gobernaría en coalición con Podemos porque no le dejaría dormir. Un hombre capaz de convertirse en una entrevista en el iracundo militar interpretado por Jack Nicholson en aquella película de ‘Aquellos hombres buenos’ cuando negaba el código rojo, para negar repetida y airadamente que él fuera a pactar nunca con Bildu, antes de convertirlos en sus socios más fieles a los que ha blanqueado su sucia relación con ETA y ha llegado a entregarles ayuntamientos como el de Pamplona. 

La lista de mentiras es tristemente larguísima. El tamaño y daño de estas varía desde el destrozo jurídico que ha supuesto la ley de Amnistía a la derogación del delito de sedición o la rebaja de la pena del de malversación en un Código Penal que ha sufrido un ataque sin precedentes solo comparado y superado por el destrozo que ha sufrido la Constitución. 

«Automáticamente se asigna la culpabilidad siempre a la derecha o a la ultraderecha. O al PP que, para los socialistas, es derecha y ultraderecha a la vez»

En el multiverso de Sánchez nadie paga nunca por el error o por la chapuza. Automáticamente y por defecto se asigna la culpabilidad siempre a la derecha o a la ultraderecha. O al PP que, para los socialistas, es derecha y ultraderecha a la vez. Da igual de lo que se hable porque ellos siempre usarán esa mentira como ataque defensivo o defensa atacante. La mentira como arma de ataque y de defensa. De negociación y de acuerdo. 

A veces se miente porque se sabe mucho, como ha hecho el triministro Bolaños en cualquier declaración suya en los meses de negociación con los independentistas ya fuera para el apoyo a la investidura de Sánchez o durante la negociación, secreta, oculta y chapucera de la ley de amnistía. Obras maestras de la mentira son sus interpretaciones de las conclusiones de la Comisión de Venecia. Le daba igual que estuvieran por escrito. Era capaz de decir que el informe apoyaba la ley de amnistía, aunque fuera un enorme varapalo a la tramitación, consenso, método, tiempos y formas. 

Están también los que mienten para intentar tapar su ineficacia y desidia en las tareas que le afectan por su cargo, como le ocurre al ministro de Transportes, Óscar Puente. Un tipo propenso a la mentira insultante y amenazante. Le gusta destacarse como esos tontos del altavoz en los estadios de futbol que dirigen los insultos de los más forofos contra el equipo contrario. Lo malo para él es que los ciudadanos no se asustan y no se callan los desastrosos efectos de su gestión en el sistema ferroviario español. Pues nada. Publica un tuit mentiroso en el que dice que son falsas los centenares de denuncias de ciudadanos bloqueados en trenes en estaciones por las averías casi diarias. Le da lo mismo. Sube el rango de mentira estando en sede parlamentaria, y aunque pareciera que hubiera podido pedir disculpas por el caos, afirma sin sonrojarse que «el tren vive en España el mejor momento de su historia» y que «los españoles están satisfechos con el servicio que se les ofrece». Se convierte en conocedor único y exclusivo de la satisfacción de los españoles porque sí. Porque lo vale. Un Tezanos sin CIS que le elabore las mentiras. 

Luego están los casos más patéticos de la mentira. Los que mienten porque no saben lo que se cocina y van siempre dejando un rastro vergonzoso de declaraciones en las que todas son contradictorias y todas se convierten en mentiras. Miente hasta cuando miente porque no sabe o lo sabe tarde o lo lleva en vena. Da igual que sea la número dos del gobierno y del PSOE, el caso de la vicepresidenta y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, resume en sus años de vida política la necesidad que han tenido los altos cargos socialistas de traicionar sus más profundas ideas para conseguir mantenerse en el cargo. No hace falta remontarse a cuando Montero era una batalladora consejera de la Junta de Andalucía que batallaba en contra de cualquier tipo de privilegio en la financiación para Cataluña. 

Hace menos de dos meses afirmaba categóricamente «Nunca, en ningún momento, se ha planteado que el partido socialista o el gobierno comparta la cesión del cien por cien del tributo ni a esta (Cataluña) ni a ninguna otra comunidad autónoma. Pero como esta se han dicho muchas mentiras porque la derecha mediática, política, económica de este país lo que está intentando es hacer ilegitimo el gobierno progresista presidido por el presidente Sánchez». Resumen de todo lo dicho: mentira múltiple y la culpa de la derecha.

Días después, cuando se entera o se hace la enterada de lo pactado, se convierte en la gran defensora del acuerdo PSC-ERC y sin ningún atisbo de vergüenza afirma que «lo que el Gobierno impulse para hacer viable esa mayor aspiración que tiene Cataluña va a ser muy bueno para el conjunto de España». Y ya en éxtasis asegura que «va a ser bueno para el conjunto del Estado español y va a ser muy bueno para Andalucía». Sabe que las críticas de sus propios barones socialistas están creciendo por encima de lo previsto o permitido por Sánchez, y no tiene otra ocurrencia que una nueva mentira al asegurar que «ni es un concierto económico ni es una reforma al uso del modelo de financiación». No va más. Ha mentido a todos los ciudadanos, también a los barones socialistas y a ERC, la propia firmante del acuerdo con el que Salvador Illa llegó a la presidencia de la Generalitat. Era el objetivo. Pero esto también enfada a ERC, que amenaza dejar caer a Sánchez en Madrid.

Nuevo embrollo, pero la solución de siempre. Ventilador de mentiras que mientan en todos los sentidos y a todos hasta que nadie sepa ya donde empieza una mentira, la contraria o las dos a la vez. Mentiras y silencios. Negociaciones secretas y pactos que nadie saben en qué consisten, pero sí a que suenan

Todavía quedan políticos valientes en la izquierda. Pocos, escasos. Casi en extinción. Uno de ellos sigue siendo el socialista catalán, Josep Borrell, que como él mismo ha declarado «no quiere alimentar debates, pero no quiere tampoco quedar como un mentiroso» y ha dicho que el pacto fiscal con ERC «es un concierto». Aunque digan que no. Y la verdad, lo que dice Borrell suena a verdad.

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