La señora Irene Montero y las piedras de Fuerteventura
«Si, como sospecha, las piedrecitas pertenecen a sus playas, hace bien en exigir su restitución, como los griegos reclaman que vuelvan las esculturas del Partenón»
Han causado revuelo en las redes —ayer también daban noticia del asunto los diarios As y 20 minutos— unas piedras pequeñitas, unos cantos rodados que la europarlamentaria Irene Montero ha pintado de colores —graciosos, muy monos, la verdad—. Los ha fotografiado y ha publicado las imágenes, agregando algún comentario sobre lo bien que estaba en la playa, disfrutando de sus sin duda merecidas vacaciones.
Pero a esta señora es que no le pasan ni una. ¡Todo lo que hace es perverso! Resulta que supuestamente las doce piedrecitas proceden de Fuerteventura, y en concreto de una playa de la localidad de La Oliva (que, por las fotos, parece un sitio paradisíaco), y el consistorio de la localidad se ha indignado mucho y ha lanzado un contundente comunicado público que dice así:
«El Ayuntamiento de La Oliva denuncia el uso inapropiado de elementos naturales protegidos por parte de la exministra Irene Montero. La actual eurodiputada publica una foto en redes sociales de piedras pintadas y dañadas que parecen ser de Fuerteventura. Esta acción va en contra de la Ley de Patrimonio Natural que protege los espacios no solo del Archipiélago, sino también de la Península. El gobierno local lamenta que personas públicas como Montero realicen este tipo de acciones y las publiquen en sus redes sociales pues dan lugar a un efecto dominó con repercusiones irreversibles sobre el entorno natural. El Ayuntamiento de La Oliva insta a la exministra a aclarar el origen de los elementos mostrados y a rectificar públicamente en caso de que estos hayan sido sustraídos de nuestras playas. La Concejalía de Turismo y Medio Ambiente, que dirige David Fajardo, continúa con la vigilancia del cumplimiento de la normativa vigente con el fin de reiterar su compromiso con la conservación del medio ambiente».
Con su exceso de celo, y con sus absurdas reclamaciones de que la europarlamentaria explique de dónde sacó las piedrecitas que ha visto en una foto (¿no será de la sacra playa de La oliva?), David Fajardo, así como el resto del consistorio, del partido Coalición Canaria, han hecho, ciertamente, el ridículo.
Fajardo no ha quedado precisamente como un prodigio de inteligencia y de seriedad.
Pero a la exministra también le ha faltado inteligencia, cayendo como una pardilla en la trampa de defenderse con otro comunicado. En este comunicado «aclara», efectivamente, «el origen de los elementos mostrados», como pedía la prosa consistorial, y sostiene, también ella indignada, que las piedrecitas conflictivas no proceden de la isla de Fuerteventura. Con todo esto se ha metido de hoz y coz en el ridículo del señor Fajardo, gran defensor de guijarros playeros, y alimenta la imagen de una política que, cuando no se muestra vehemente y enfadada, hablando de «ellas, ellos y elles» a trochemoche, se ocupa de pequeñeces y naderías.
«Los numerosos turistas que acuden de vacaciones a Fuerteventura, al descubrir que esas piedras son tan valiosas, se pondrán a sustraerlas sistemáticamente»
Vamos a ver: las piedrecitas de las playas canarias son, sin duda, enormemente respetables y valiosas; no se puede tolerar que los turistas sustraigan ni una, porque, piedrecita a piedrecita, quedaría negativamente afectado el complejo, el delicadísimo ecosistema formado por los elementos mar-arena-piedras. Esos guijarros forman parte de un patrimonio geológico sensacional. Desde un punto de vista ecológico, desde una mentalidad «verde» el señor Fajardo hace bien en pedir explicaciones para que «se aclare» el tema, y, si, como sospecha, las piedrecitas pertenecen a sus playas, exigir su restitución, como los griegos reclaman que vuelvan las esculturas del Partenón.
Pero también es verdad que dar publicidad a tan espinoso asunto puede provocar un efecto llamada —¡el temido «efecto dominó!»—. Téngase en cuenta que el ser humano es un animal mimético. Y los numerosos turistas que acuden de vacaciones a Fuerteventura, al descubrir, por culpa del señor Fajardo, que esas piedras son tan valiosas, se pondrán a sustraerlas sistemáticamente. ¡Dejando las playas sin ellas! Luego, de vuelta a sus países, las exhibirán en casa, sobre un mueble. Y a las visitas que les hagan preguntas les dirán:
—Son muy valiosas. Las pasamos clandestinamente por la aduana. Pasamos un miedo… ¡Pero ha valido la pena, aquí están! ¡Piedrecitas de La Oliva, en Fuerteventura! ¿A que son redondas y lindas?
(Escrito en el aeropuerto de Barajas, a punto de tomar un avión para ir a La Oliva a robar algunos de estos «elementos naturales protegidos». ¡E incluso pintarlos!)