THE OBJECTIVE
Ignacio Vidal-Folch

Biden-Trump-Harris: donde las dan, las toman

«Trump ha quedado como lo que vulgarmente se llama un viejo gagá, y a la vez como un niño que aún tiene que aprender las maneras de mesa»

Opinión
16 comentarios
Biden-Trump-Harris: donde las dan, las toman

Donald Trump y Kamala Harris durante el debate presidencial. | Brian Cahn (Europa Press)

Hay algo viciosamente satisfactorio en ver que a quien hierro mata, a hierro muere, y donde las dan, las toman. Así se colma el innato deseo de justicia que anida en el ser humano, como en esos vídeos donde el chulo del cole abusa y provoca a un compañero aparentemente más débil y pasivo… hasta que a éste se le hinchan las narices, se revuelve y la da una paliza al abusador. Es lo que pasó el otro día en el debate entre Trump y Harris.

Hace unos meses, en el cara a cara con Biden, desastroso para el presidente, y en los días siguientes, el candidato republicano no podía ocultar su gran satisfacción de vencedor, y su trophy wife Melania ya estaba llamando a la compañía de mudanzas para llevar su guardarropa y su colección de zapatos Blahnik de vuelta a a la Casablanca; pero lo más desagradable era el manifiesto contento de Trump (79 años) por haber dejado meridianamente claro que su adversario (82 años) está senil. Es lo que le ha pasado a él cuando se ha enfrentado a Harris (59 años): ha quedado como lo que vulgarmente se llama un viejo gagá, y a la vez como un niño que aún tiene que aprender las maneras de mesa, mientras que ella se ha postulado como una candidata competente… y en plena posesión de sus facultades mentales. 

Por más que el revolcón no sea electoralmente decisivo, esto lo más significativo del debate, al margen de la segunda satisfacción que a cualquiera –cualquiera que no esté cegado por el sectarismo— le dio el show, que fue asistir al triunfo del trabajo y la preparación (Harris) sobre la suficiencia egolátrica y la pereza e improvisación, o sea del trabajo bien hecho sobre la chapuza: como a la gente le cuesta ganarse la vida, simpatiza más con el que trabaja que con el gandul. Y victoria del sentido del humor –que nada tiene que ver, por cierto, con las antipáticas risas de nuestro presidente del Gobierno cuando en el Parlamento tienen la palabra los portavoces de la oposición- sobre la improvisación y las trapacerías demasiado groseras. El sentido del humor no es un atributo menor sino un signo de flexibilidad, de entendimiento de la complejidad de las cosas y de alerta ante el absurdo o la contradicción entre la lógica y los acontecimientos y las palabras; es lo contrario del fanatismo y está especialmente valorado en un político norteamericano.

Trump estuvo imperdonable, en primer lugar porque estaba advertido. La prensa norteamericana ya había informado de que la vicepresidenta llevaba días preparándose concienzudamente para el espectáculo (pues es lo que son estos debates: shows teatrales), ensayando tono, gestualidad, actitud y discurso en largas sesiones con entrenadores agresivos. Mientras que el expresidente, que como es notorio es un machista de manual y un maleducado, se presentó en el escenario pobremente preparado. La tunda que su pereza ha recibido es aleccionadora. La batería de sonrisas condescendientes, compasivas, asombradas, irónicas de Harris, unas impostadas y otras espontáneas, lo decía todo. 

Pero, en segundo lugar, Trump estuvo imperdonable porque sus mentiras sonaban a delirio: según él, en un Estado que no determinó se ha legislado para que las madres puedan asesinar a sus hijos recién nacidos, y en Springfield, Ohio, los inmigrantes ilegales se comen a las mascotas de los vecinos, se comen los perros, los gatos. Así se metía él solo en el terreno en el que precisamente los demócratas querían encerrarle: en el de fenómeno extravagante. 

Todavía después del debate sostuvo lo que para cualquiera era un flagrante embuste: que él había ganado el debate, y «por mucho». Ante semejante negación de la evidencia uno sólo puede ya encogerse de hombros.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D