THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

Broncano y la 'jajaganda' estatal 

«Lo de Broncano es una especie de humor armado que es utilizado para trasladar un mensaje y desprestigiar a alguien, todo mezclado con altas dosis de crueldad gratuita»

Opinión
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Broncano y la ‘jajaganda’ estatal 

David Broncano y Pablo Motos. | Ilustración: Alejandra Svriz

Sin duda constituye un acierto, de Sánchez o de quien sea, el haberle puesto un programa a Broncano en la televisión estatal en el mismo horario que Pablo Motos. Y, de paso, su exitazo constituye una lección: no hay que reparar en gastos cuando se trata de ‘jajaganda’ o propaganda estatal humorística. Aunque lo que de verdad echamos de menos son programas culturales, como La clave, espacios de debate donde haya un poco de seso. En TV ahora un humorista es Dios, porque nos han acostumbrado a los guapitos y las guapitas a quienes hay que darles escrito hasta el «buenas noches», lo mismo que a la portavoz Pilar Alegría. 

Ningún cazatalentos contrataría a la mitad de la parrilla. Pero en TV prefieren a los locutores en traje y deportivas más agradecidos que graciosos. Yo optaría por meter a periodistas literarios en la tele, en lugar de acudir siempre a los del runrún, que cuidan al Gobierno, pero no nos ofrecen el lúcido barullo de ideas. Como decía nuestro gran chroniqueur, Umbral, la tele de la Transición dio paso a un genio peatonal sin ninguna profesionalidad, pero con mucha personalidad, bastante cultura y una gracia natural y entrañable. Cuando uno ponía la caja tonta a veces aprendía cosas, ahora solo nos quedan los documentales de animalitos en La 2. 

La cosa es que la profesionalidad de hoy da una televisión fría, anodina, partidista, de un horterismo chillón, llena de toda la pedantería de la ignorancia. Hay alguna excepción, como Pablo Motos, que él por sí solo es todo un género nuevo y eficaz en TV. Lo de Broncano es otra cosa, esta especie de humor armado, conocido como la ‘jajaganda’ en el caso del Gobierno ruso, que es utilizado para trasladar un mensaje y humillar o desprestigiar a alguien, todo mezclado con altas dosis de crueldad gratuita. El éxito de la ‘jajaganda’ suele explicarse por la mala gestión de las emociones del telespectador.

«La gente, aquí y en Rusia, está obnubilada por estos programas donde se mezcla el humor, la crueldad y la propaganda política»

La cosa es, insisto, que basta con meter un escritor, o varios, para hacer buena televisión. Porque todo esto no son sino variantes filmadas de la palabra y la idea, como ocurre con el cine clásico. Pero, repito, la gente, aquí y en Rusia, está obnubilada por estos programas donde se mezcla el humor, la crueldad y la propaganda política. Siempre ha habido crueldad en televisión, en los programas del corazón y de lo más abajo, pero esto es otra cosa, porque amenaza la única hora en que España es respirable, o sea la hora del bendito descanso.

Gracias a Dios, mi gran miopía me impide ver TV a esas horas, se me cansan los ojos o se me secan las lentillas. Además, una tiene la costumbre de seguir a hombres buenos que encima sean geniales, o genios que además no acuchillen por la espalda. Escoger bien a los maestros de la cosa, evitar modas como el dequeísmo y los chicos limpitos del chiste a toda costa es algo que el columnista debe saber hacer. A veces pienso que están haciendo de la cultura un producto de lujo al alcance de muy pocos. Esto debe de ser la democracia morbosa a la que hacía referencia Ortega en El espectador.

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